Un saco con las cabezas de Buda, Poseidón, Jesús y Mahoma estuvo a punto de provocar la suspensión de la representación de la ópera de Mozart Idomeneo en Berlín.
El pasado mes de septiembre, la oficina Federal de Investigación Criminal (Bundeskriminalamt) consideró que determinadas escenas podrían herir los sentimientos de los fieles a Mahoma.
Los precedentes no eran tranquilizadores: la delicada situación creada con la publicación de las caricaturas de Mahoma, o las protestas por el discurso del Papa Benedicto XVI en Ratisbona invitaban a tratar el tema con cuidado.
Sin embargo, y tras numerosos tiras y aflojas, la ópera se representó anoche en Berlín como cualquier otra, salvo por la fuerte presencia policial reinante.
Símbolo de la libertad
La lluvia de aplausos que el público otorgó a los actores fue entendida por muchos como un símbolo de la libertad de creación artística.
"La función de hoy es una manifestación política en favor de la libertad del expresión", dijo el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit -uno de los numerosos políticos que asitieron a la versión del director teatral alemán Hans Neunfels.
Sólo en el momento de las cabezas decapitadas, se pudo escuchar desde el patio de butacas un "basta".
Representación forzada
Neuman, en contrapartida, declaró cuando se disponía a entrar al teatro, literalmente taponado por cientos de cámaras y periodistas de todo el mundo, que seguía considerando forzada la representación.
"Esto era absolutamente innecesario", afirmó Neumann suscribiendo así la opinión de la intendente del teatro, Kirsten Harms, para quien "Idomeneo", que fue retirada de la programación de otoño por temor a la violencia integrista, regresa "porque así lo quieren los políticos".
Minutos antes de que comenzara la función, Harms compareció con Schäuble para una foto obligada ante los periodistas, pero en el teatro se sentó en un palco alejado de la tribuna de personalidades.
Hasta detectores de metales
Las fuertes medidas de seguridad adoptadas de forma cautelar por las autoridades de Interior hicieron que la representación comenzara con media hora de retraso.
En las tres puertas de acceso al teatro se instalaron detectores de metales y pese al creciente retraso y las grandes colas, todos los señores fueron uno a uno invitados a vaciar sus bolsillos y las señoras a abrir sus bolsos, a activar y desactivar los móviles.
En el interior de la sala, la presencia policial, aunque sin ser ostentosa, se mantuvo durante toda la representación con agentes apostados en los pasillos laterales del patio de butacas.
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