La periodista Paloma Rosado asegura en el libro La Revolución de la fraternidad (Destino) que la fraternidad es "la llave de la felicidad" ya que esta reside en "una vida que trasciende a uno mismo y que se proyecta más allá del propio ego".
"Doscientos años después de la revolución que abrió las puertas a la modernidad, su propuesta sigue inconclusa. La arquitectura que se ha levantado en torno al lema libertad, igualdad, fraternidad está desnivelada. Mientras que en nombre de los dos primeros principios se han ensayado propuestas políticas y leyes, ¿Dónde ha quedado la fraternidad en la construcción de nuestro mundo?", comienza preguntándose la autora
No obstante, afirma que la fraternidad va a ser "la gran protagonista de las próximas décadas" pues "un individuo fraterno es un individuo feliz, y muchos individuos hermanados forman una sociedad feliz".
Así, se atreve a decir que existen "suficientes indicios" para vislumbrar una sociedad fraterna en el horizonte. "¿Cuándo? No lo sé, pero sucederá. ¿Por qué? Porque a ello nos impulsa el uso óptimo de la evolución estructural de nuestro cerebro, iniciada hace cuatro millones y medio de años", explica.
Según los últimos estudios que cita, la felicidad personal está determinada en un 50% por factores genéticos y características innatas, en un 10% por circunstancias vitales puntuales —económicas, educacionales— y en un 40% por la propia actividad deliberada o intencional.
Así, se cuestiona: "Si la neurociencia, la medicina psicosomática y las ciencias sociales apuntan semejantes conclusiones sobre el papel de la empatía en la vida, ¿qué nos impide correr más rápido hacia ella?"
La influencia familiar
Y aunque admite que tiene la tentación de argumentar que, quizá, esta revolución va con retraso por los "muchos siglos enredados en un sistema patriarcal" ya que los estudios constatan que existe mayor disposición empática en la mujer, decide no seguir por esta dirección.
Por otro lado, Rosado aborda la influencia de la familia en la vida de cada persona y concluye que conforma "un laboratorio vital y experimental único" pues en su seno brotan "las respuestas más instintivas" y "sin la máscara de la personalidad social".
Por ello, considera que la mejor herencia que se puede dejar a los hijos es el "vínculo de apego" que se desarrolla a través de la presencia, la disponibilidad, la protección ambiental y el contacto.
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