¿Quién manda en la UE? La 'eurocracia' frente al reto de hablar con una sola voz al mundo

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso (d), conversa con el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso (d), conversa con el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
EFE/ Patrick Seeger
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso (d), conversa con el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.

El 'a quién tengo que llamar si quiero hablar con Europa' –aquel chascarrillo de la Guerra Fría que tanto explicaba sobre su rompecabezas político– es válido todavía hoy. Lo único que hacen los eurodiputados de Bruselas es añadir una 'opción centralita': si usted quiere hablar con la Comisión Europea, pulse uno; con el Parlamento, pulse dos; con la Presidencia del Consejo, pulse tres. Y así sucesivamente hasta llegar a Catherine Ashton, jefa de la diplomacia.

Esta ocurrencia, que no deja de ser una maldad burocrática más, podría convertirse en categoría algún día. A pesar de la aceleración del proceso de integración europea, de los frecuentes consejos para que se agilice la toma de decisiones, la UE sigue siendo una hidra con demasiadas cabezas reñidas entre sí.

Aunque en público matizan su descontento, un número significativo de europarlamentarios vierte sus culpas en privado –y con calculada vehemencia– contra la Comisión en general, su presidente, José Manuel Durao Barroso, en particular y contra un buen número de las decisiones tomadas durante estos años de recesión económica (tampoco se ahorran críticas al Consejo europeo, presidido por Herman Van Rompuy).

El líder de los liberales en la Eurocámara, Guy Verhorfstadt, uno de los más descontentos con las instituciones comunitarias, lo dejó claro en un reciente encuentro con periodistas: "Hay una clara falta de responsabilidad por parte de la Comisión". Y eso que este político belga, que fue primer ministro de su país hasta 2008, llegó a competir en su día por el puesto que hoy ostenta Barroso.

Desavenencias entre la CE y el PE

Sobre el papel de los tratados, la Comisión –concebida como el organismo encargado de supervisar y garantizar la integración comunitaria– propone cambios legislativos y el Parlamento los aprueba o los rechaza (imponiendo su capacidad de veto). Se trata de una versión mejorada y simplificada del antiguo procedimiento de codecisión.

En los últimos años se ha producido un reequilibrio de las competencias entre instituciones. El PE se parece cada vez más a un parlamento nacional; es decir, su poder legislativo es cada vez mayor. La anomalía histórica de un hemiciclo que se limitaba a dar recomendaciones vagas sobre cuestiones todavía más vagas ha sido corregida para siempre.

Pero, aunque lo que ahora se aprueba en el PE es de vital importancia para el funcionamiento de la UE en su conjunto, la CE –que también ha visto reforzado su poder– sigue imponiendo su voz cuando se trata de asuntos que afectan a las políticas gubernamentales. Sus recomendaciones económicas estructurales a los países miembros –el ya habitual 'Bruselas pide a...'– son objeto frecuente de críticas tanto por sus "maneras dictatoriales" (según el presidente francés, François Hollande) como por su "falta de eficiencia" (para el ministro Alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble).

El debate austeridad contra crecimiento

La austeridad, la receta favorita de la CE para sacar a Europa de la crisis, ha provocado quejas tanto de Estados como de organismos comunitarios. Pese a que la entidad presidida por Barroso ha reforzado en los últimos meses sus competencias para tutelar los presupuestos generales de los países, la ausencia de crecimiento económico (Europa lleva año y medio en recesión), alimenta la falta de sintonía entre la Comisión y el resto de actores del continente.

Martin Schulz, presidente del PE, es uno de los líderes que con más claridad ha pedido un viraje en las políticas comunitarias. Ese 'pararle los pies a la Comisión y al Consejo' del que tanto se habla y que, en su opinión, sólo se puede lograr "reforzando todavía más los poderes parlamentarios".

En relación a este deseo de Schulz, hace unos meses se vivió uno de los momentos más delicados y que ejemplifica mejor las tensiones existentes entre las instituciones de la UE: en febrero los 27 –tras varias reuniones intempestivas, como es costumbre– acordaron un presupuesto para el periodo 2013 - 2020 que por primera vez era inferior al inmediatamente anterior.

Este acuerdo fue rechazado, semanas después, por el pleno del Europarlamento. Entre reproches por el "oscurantismo" con el que se habían desarrollado las negociaciones, la Eurocámara devolvió el presupuesto de nuevo al Consejo y pidió además que este pudiera ser revisado sobre la marcha, para hacer frente a posibles eventualidades, y que incluyera un sistema real de recursos e ingresos propios. La batalla por las cuentas europeas, pues, aún no ha terminado. Las fricciones soterradas entre las cabezas rectoras de la UE, tampoco.

Adelgazar el sistema, un reto para la 'eurocracia'

La simplificación institucional es un mantra muy repetido en Bruselas. Un vistazo a la prensa diaria ilumina los porqués. Están: el presidente del Parlamento, el mencionado Schulz; el presidente de la Comisión, el citado Barroso; el presidente del Consejo Europeo, el también aludido Van Rompuy; el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem… Urge según los expertos (y también los protagonistas) adelgazar toda esta estructura cuanto antes.

Este amplio consenso se diluye cuando toca poner sobre la mesa las propuestas. ¿Cuál es la mejor vía para que la UE hable al mundo con una sola voz? Para algunos como Enrique Guerrero, eurodiputado socialista y profesor de Ciencia Política en la UCM, la clave está en "acometer una reforma de los tratados". Otros, como Raül Romeva, vicepresidente del grupo Verdes/ALE en el PE, son más directos: "Es necesario un motín democrático en el puente de mando de la UE".

Hace cuatro años que el último de estos tratados a los que alude Guerrero, el de Lisboa, entró en  vigor, pero ni siquiera hoy todos sus aspectos han sido plenamente desarrollados. Aún así, y para muchos especialistas comunitarios, la coyuntura del continente requiere de avances en integración que solo pueden concretarse a través de modificaciones del acervo actual.

El camino hacia una UE más federal pasaría, en uno de sus primeros estadios, por reducir en número de voces trascendentes en el seno de la Unión. Para Antolín Sánchez Presedo, eurodiputado socialista, una medida fundamental debería ser la de "reducir el excesivo mandato nacional en las instituciones". "Hay que asimilar cuanto antes" –afirma Presedo– "que Europa es un sistema de riesgos compartidos".

En definitiva, lograr una sola voz europea. Así con suerte, algún día, los ciudadanos visualizarán a un único líder que, como Barack Obama en EE UU –pone como ejemplo Verhorfstadt–, hablararía por fin en nombre de todos los europeos.

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