Microteatro, cuando el aliento del espectador se siente en la nuca

La foto recoje un momento de la obra 'Mentiras piadosas', de José Navar, interpretada por él mismo, Rafael Rojas y Lola Baldrich, quien también la dirige.
La foto recoje un momento de la obra 'Mentiras piadosas', de José Navar, interpretada por él mismo, Rafael Rojas y Lola Baldrich, quien también la dirige.
E.B.
La foto recoje un momento de la obra 'Mentiras piadosas', de José Navar, interpretada por él mismo, Rafael Rojas y Lola Baldrich, quien también la dirige.

Un teatro de experiencia, pequeño, directo, creado para los que miran con impúdica cercanía, penetrando como zapadores en las trincheras de lo íntimo. De pálpito a pálpito. Teatro hecho para el voyeur y por tanto originario de un prostíbulo.

Miguel Alcantud diseñó hace tres años su Microteatro Por Dinero en un burdel deshabitado en el centro de Madrid. Incluso representó obras minúsculas en uno de los lavabos con apenas un puñado de espectadores. Los sórdidos espacios que antes ensayaran la estridente declamación de los gemidos propiciaban ahora un novedoso formato escénico: el limítrofe teatro de mínimos.

Evocaba la esencia del mercado del sexo: una obra muy corta y buscadora tenaz del clímax, la indecorosa confinidad como único hábitat, y todo hecho 'por dinero', ya que una de las premisas de este proyecto ha sido la del autoempleo. Un hijo teatral de la crisis que ha encontrado nuevos caminos de crecimiento.

Los actores dispuestos al striptease no disponían de espacio como para enmascararse en la lejanía con los curiosos espectadores situados a solo unos palmos. Compartían de este modo el aire viciado, intuían en lo cutáneo la inmediata eclosión del drama o de la risa. El público lo recibió como algo fresco, un revulsivo, ¿un orgasmo?, capaz de atraer a los que huyen de la pompa de los rituales escénicos más ortodoxos.

Así que benditas las trabajadoras del sexo que inspiran lo esencial: es tan pequeño que solo cabe en él el elixir o el veneno. Reivindican la palabra y al actor desnudo cual fiel meretriz del sentir ajeno. A esta pequeña escena la llamaron microteatro.

De este modo emergía el teatro de letrinas, de cama, de buhardilla, de portería, un teatro de la intensidad y lo desubicado. "Fue el espacio del burdel el que me sugirió la idea. Buscamos representar obras cortas adaptadas a las habitaciones, de 15 minutos, con 12 directores, 13 espacios y que girasen en torno a un tema: la prostitución", explica Miguel, dramaturgo y director de series como Águila Roja.

Solo faltaba la marca, y surgió Por Dinero, en honor a las viejas prostitutas de la calle Ballesta y de la temática de esas piezas. "Y funcionó muy bien. Así que pensamos en desarrollarlo en otro local", dice Miguel, cuyo espacio, situado en una antigua carnicería, programa actualmente en Madrid 18 piezas al mes con unidad temática. Microteatro Por Celos, Por Comida, Por la Cara, Por Dios, Por Venganza... han sido algunas de sus propuestas. Un método que ya han exportado a Buenos Aires y Miami, y que tienen pensado expandir en Berlín y Barcelona.

En los bajos de la antigua carnicería hay una cripta con habitaciones en las que, a intervalos de 20 minutos, se van representando las distintas obras. En el techo, unas pantallas indican los horarios, como en un reducido multicine. El precio de cada una de ellas es de 4 euros. El tintineo de una acomodadora indica el inicio de la función. Un vaso de vino recibe al explorador de las bóvedas teatrales. En el bar se apaciguan las furias nocturnas, se incita a intercambiar opiniones y recomendaciones.

Escritas todas las obras para la ocasión, tienen el atractivo de lo efímero. Puerta de entrada para autores noveles o nueva aventura para los consagrados. "El espectador no va a ver una obra sino a vivirla", explica Miguel. Revive su infancia con el teatrillo de salón, rompe sus esquemas con el riesgo de la novedad, incluso puede reconocer a los clásicos, como el de las obras cortas de Cervantes o el teatro de entremeses o el que se dio en la Guerra Civil y la posguerra. Aquí, lo esférico vence a lo rectilíneo y subyuga en ocasiones el concepto de cuarta pared. No hay árbitro que proteja a los actores del público. Las sensaciones son extremas. Un público que es cruel o amante por naturaleza, porque no tiene más espacio para el fingimiento.

En una de las obras, Espinazo o Callos, interpretada por Begoña Martín y Raúl Camino, una joven vende por necesidad sus propias pantorrillas a un carnicero sin demasiados escrúpulos. Un diálogo hilarante que mezcla humor, crisis y bizarrismo. Hasta se atreven con una mutilación frente a las cómplices miradas de los presentes. En otra de las piezas, Nacho's, caracterizada por Francesco Carril y Antonio de Cos, un comensal decide volver loco a un chef cruzando en 12 minutos por todo tipo de registros: desde el humor ácido a la comedia entrañable o el patetismo. "No hay casi pausas entre una función y la otra, cada público es diferente y se crea una atmósfera distinta. Es todo muy cercano y te obliga a estar muy atento. Un reto", explica el actor Francesco Carril, que considera que este tipo de interpretación tiene el encanto de la intimidad al estar rodeado por un ambiente humano irrepetible.

En otra de las salas, la más micro, a la que solo pueden acudir dos espectadores, se da cita un teatrillo de marionetas. Bajo el título Hambre come, le insufla vida la titiritera Belén Rubira. Una obesa dominante exige a un delgado camarero que la alimente hasta caer en el canibalismo. Sí, esta noche era la del Microteatro Por Fogones.

Son solo algunos ejemplos de lo que puede dar un formato de mínimos. "Es sencillo de reproducir, exige menos al espectador, y la gente se atreve más con él", alega Miguel al intentar encontrar la mermelada de este pequeño frasco. "Yo lo considero como el YouTube del teatro. Por lo inmediato del formato y la capacidad que te da de elegir distintas obras en poco tiempo. Es un teatro de iniciación", añade.

Este teatro mínimo conecta con estos tiempos interconectados, usa técnicas propias del audiovisual y del teatro clásico, depura los excesos de un universo teatral que se enclaustró en los viejos templos de la cultura, alejándose de una franja de público que ahora experimenta con la esencia del primer plano.

El tradicional Mercado de las Ranas, en el madrileño barrio de las Letras, acoge los sábados en sus tiendas sorpresas dramáticas. Pequeñas piezas de diez minutos incrustadas en los comercios.

Es teatro de vestidores, entre muebles, o incluso rodeados de piolets (algo problemático si se da una mala actuación) como el que se da cita en una tienda de deportes de aventura. Este teatro en el comercio, bautizado como 'cortoteatraje', es la idea que han tenido la asociación de comerciantes para dinamizar el negocio. Y la clave la han encontrado en las enérgicas compañías Me Gustó Más el Libro y Teatro Básico.

"El microteatro se basa en la emoción, en la interacción emocional entre el público y los actores. Lo tienes tan cerca que te escuchan hasta pestañear. Así que, si sale bien, es la hostia", explica Rubén Ruiz, director de las compañías, actor y autor de muchas de las obras. Un hombre del Renacimiento.

Un asesino a sueldo discute con su víctima en una tienda vintage. Una pareja disecciona las cuatro letras de la palabra 'amor' en un probador. Los compradores asumen la sorpresa con naturalidad,  e incluso a veces por inconsciencia deciden posarse en parte del decorado. "Permite que el espectador se pueda mover alrededor, es como si hicieran de realizadores de la obra al escoger el mejor plano o punto de vista", alega Rubén. Para este creador, el microteatro no compite con el clásico, del que cree que goza de excelente salud. Es más bien un nuevo uso que juega con la curiosidad de lo imprevisto. "Me ha sorprendido que el drama está funcionando muy bien, cuando parecía que, por la ubicación y el tipo de público, la salida natural era el humor", añade. Uno de los beneficios y retos del microteatro es que la cercanía te hace saber rápidamente qué funciona y qué no. "Permite corregir en caliente", dice satisfecho Rubén Ruiz.

Y por ello, esta compañía tiene como método hacer una reunión tras cada espectáculo para ir mejorando la actuación a medida que pasa el día. La idea de este grupo es, por tanto, continuar experimentado, abriendo nuevos usos, y buscar una mayor interacción con un público accidental y normalmente encantado.

Consecuencia de los nuevos tiempos

El mismo objetivo es el que tiene la compañía La Tuerka 27, que ha importado el microteatro a las tierras gallegas. "Uno de la compañía bajó a Madrid y quedó alucinado con su fuerza. Decidimos adaptarlo", explica Iria Ares. Dividen sus salas en distintos colores (Azul, Roja, Blanca, Verde) y renuevan su repertorio cada tres semanas con piezas creadas para la ocasión.

Para Iria Ares, el microteatro no es una cuestión de invento o innovación. "El teatro ha tenido a lo largo de su historia multitud de formatos. Experiencias cercanas a esta se han dado en Berlín o Londres. Su fuerza reside en que se adapta a los nuevos tiempos, ya que el espectador no tiene tanto aguante de recepción", argumenta.

Invento o no, la fuerza de un nuevo teatro parece que cala en España, y que la crisis ha hecho de palanca ante la necesidad del hacérselo uno mismo. Prueba de ello es que estas experiencias se están asentando en distintos lugares de la geografía española, con gente como el Pentateatre Atòmic, que programan regularmente en Barcelona, o la Casa de la Portera en Madrid.

"Tiene la fuerza de ser explosivo. Son obras vivas y efímeras, y tienes que conseguirlo en solo 15 minutos", explica Marc González, de Pentateatre Atòmic. Ellos hacen un microteatro que apuesta por las tablas desubicadas, ya que buscan espacios en los que incrustar sus microobras, donde texto y escenario se fundan. "El teatro había perdido este punto de intensidad que ahora vamos recuperando", añade Marc.

En dos horas, los espectadores cruzan pasillos, encuentran cocinas, abren puertas y aspiran teatro por los cuatro puntos cardinales. En cada sala, una obra corta. "Hacemos teatro sea donde sea, lo interesante es compartir esta energía entre al actor, el público y el espacio", asegura. Es lo que tiene una obra viva, que es aventura, juego y experiencia.

"Tiene mucha fuerza poder acabar una obra de teatro bajo las estrellas", sentencia Marc, que espera poder estrenar nuevo espectáculo en junio, ya que resulta difícil encontrar un espacio. Mientras tanto, han decidido convertir una microobra en pieza larga en el bar Nostromo de Barcelona.

El colectivo Teatre d'Etrangis apuesta, también en Barcelona, por un teatro fresco y lleno de intriga, que sin ser microteatro bebe de la originalidad desubicada y del primer plano. Se trata de un grupo de profesionales de las artes escénicas que han decidido importar un teatro clandestino, en el que los espectadores no saben hasta el último momento dónde se realizará la función. "Por teatro 'desubicado' queremos decir que no se celebra en espacios convencionales, puede ser en cualquier sitio. Podría ocurrir desde en la jaula de un zoo hasta en  una lavandería. El asistente no lo sabe hasta llegar ahí", explica una de sus miembros, que exige mantener el anonimato.

Es tal la obsesión por el misterio, que incluso para celebrar esta entrevista la clandestinidad marca la pauta o el juego. Cada dos horas un teléfono se pone activo. Si no se logra contactar, se debe esperar instrucciones hasta que se habilite otro teléfono, como si se tratara de entrevistar a un líder guerrillero o de llegar a una rave. "Los espectadores solo conocen la sinopsis y pueden reservar a través de nuestra página web. Cuarenta y ocho horas antes de la  función los citamos en un punto de encuentro, y no más lejos que a diez paradas del metro de plaza Cataluña", explica esta voz anónima que asegura que el protocolo de seguridad puede cambiar en función de las necesidades del espectáculo.

Teatre d'Estran gis siguen la estela de otras compañías, extranjeras o nacionales, que juegan a este inspirador teatro que conquista espacios cotidianos, como la compañía La Solitaria y su obra Nómades, que puede celebrarse en una terraza, en jardines o en salones privados. "Nos interesa el teatro directo, como el que se hace en Londres, y que representa un juego y un estímulo para el espectador. A parte de la proximidad, el espacio es fundamental, porque aquí es real. El público lo ve, lo huele, lo toca. Y a todo eso debes sumarle la intriga", explica esta voz clandestina del Teatre d'Estrangis.

Teatro de intensidad, drama de lo pequeño, de la crisis, de experiencia o de burdel. Un microengendro crece en los límites de las artes escénicas. Un teatro que no teme al riesgo y que quizás logre llenarnos las vidas con un encuentro inusitado. ¡Qué viva por siempre lo pequeño! ¡Arriba el extraño teatro!

El influjo argentino

El microteatro y el teatro desubicado tienen un gran referente en la Argentina de la poscrisis. Allí el teatro sale adelante con o sin dinero. Es una de los centros más influyentes en cuanto a escenas alternativas. El hecho de que muchos se dediquen al teatro por absoluta vocación, y sin vivir de ello, le ha proporcionado a Buenos Aires una frescura única.

El drama crece en cualquier lugar, salones, calles, teatros, porterías... y también ha traspasado fronteras. Como el teatro de Claudio Tolcachir, que nació en el salón de su casa, que también era una escuela, y empezó a acoger a escasos espectadores para después llevar su obra, La omisión de la familia Coleman, por todo el mundo, convertida en un fenómeno teatral. Una potencia natural también presente en el reputado y multidisciplinar Daniel Veronese, cuya obra se ha caracterizado por humanizar el teatro y por una inspiradora ruptura en búsqueda de nuevas formas de conseguirlo.

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