José Coronado: "Estoy más que pagado, y todo lo que me da la vida es un regalo"

El actor José Coronado posa en un rincón de su casa en Madrid.
El actor José Coronado posa en un rincón de su casa en Madrid.
BELÉN CERVIÑO

Como ocurre con Clint Eastwood, el nombre de José Coronado va unido, irremediablemente, al de tipo duro del celuloide. Con un papel de policía se estrenó en la serie Brigada Central a finales de los ochenta. Un cuarto de siglo después, dando vida a otro poli, el corrupto Santos Trinidad de No habrá paz para los malvados, le llegaba el Goya al Mejor Actor Protagonista. Debutó con cierta edad (ya superaba los 30), y antes de ello probó suerte estudiando Derecho y Medicina para, finalmente, acabar ganándose la vida como modelo y descubrir su vocación de actor gracias a Cristina Rota. Convencido de que el azar tiene mucho que ver con el éxito en su oficio, su destino cambió radicalmente el día que su camino se cruzó con el de Enrique Urbizu, un director poco prolífico que le ha brindado "algunos de los mejores miuras" de su carrera, como le gusta decir.

Rebasados los 50, este actor madrileño no conoce todavía la palabra crisis: se le puede ver ahora mismo en los cines en la apocalíptica Los últimos días, tiene cinco largometrajes y dos series de televisión pendientes de estreno (entre ellos, su debut en el cine galo) y a finales de este mes recibirá el Premio Málaga Sur a toda su trayectoria en el Festival de Málaga. A pesar de esta agenda de vértigo, en las entrevistas Coronado se revela como un tipo extrovertido y encantador –muy alejado de su estereotipo cinematográfico–, al que le preocupa más no defraudar a sus dos hijos (fruto de sus dos relaciones con Paola Dominguín y Mónica Molina) que su siguiente papel. Un actor que tras 25 años currándoselo como un jabato, disfruta ahora de su merecida edad de oro.

Acaba de meterse en la piel de Enrique en este thriller posapocalíptico que transcurre en Barcelona. ¿Qué es lo que más le sedujo del proyecto de los hermanos Pastor?

Sobre todo el guión, porque cuando recibí la propuesta todavía no conocía el trabajo previo de los hermanos Pastor. La gente de Morena Films [productores de Celda 211], me enseñó un teaser [adelanto en vídeo de lo que será la producción] que habían hecho los Pastor y me pareció alucinante. Posteriormente, cuando les conocí y pude ver cómo dominan la técnica y cómo venían preparando este proyecto, me dije "Venga, a morir, vamos a ello".

Su personaje es un auténtico cabrón...

Lo es, lo es.

Una especie de George Clooney en Up in the air, que a medida que avanza la película nos descubre un perfil mucho más humano. ¿Qué lo une y que lo separa de él?

Al principio espero que no me una nada, porque realmente sería incapaz de comportarme así. Yo, por ejemplo, no sé ser jefe, lo de dar órdenes no me va. Intento marcar mi camino, pero jamás el de nadie y menos cuando el fin de un trabajo es tan dramático como despedir gente. Según avanza la película, sí pude sacar más cosas de mí. Empecé a quitar esas capas de odio, de introversión y de amargura que cubren a este personaje para dejar asomar al ser humano. Creo que, en el fondo, todos tenemos esas dos caras.

Los protagonistas están aquejados de pánico, en este caso, a salir al exterior. ¿A qué tiene José Coronado pánico en esta vida?

Pues mira, muchas veces me gustaría buscar algo para decir, pero es que no tengo tormentos ni tengo pánicos (risas). Yo desde que tengo 30 años me considero que estoy más que pagado y que todo lo que me da la vida es un regalo. Por lo tanto, ni tengo derecho a quejarme ni me permito quejarme por nada, porque me parecería que soy un desagradecido. Eso sí, tengo pánico a fallar a la gente que quiero y creo que ese pánico no se me va a pasar nunca mientras tenga consciencia.

Esta es una película sobre la supervivencia, ¿qué estaría dispuesto a hacer en una situación similar?

Bueno, creo que estaría dispuesto a llegar a todo lo que me permitiese el cuerpo. Es una situación tan brutal y tan drástica la que provoca el fin del mundo que a la fuerza te haces fuerte. Esa es quizás la moraleja de la película, que, en el fondo, es esperanzadora: una situación así solo la salvan la amistad y el amor. Te hace preguntarte para qué vale el dinero, para qué valen los políticos, y sobre todo, para qué vale el mundo si lo estamos destruyendo.

La relaciones padre-hijo planean de una manera muy importante sobre toda la cinta: el miedo a la paternidad, la relación paternofilial que se establece entre los protagonistas, la figura del hijo como la esperanza tras tanta autodestrucción. ¿Qué ha supuesto para usted su papel como padre y como hijo?

Creo que son relaciones fundamentales, el tronco de la vida de cualquiera: de dónde vienes y lo que dejas. Ellos son los que te enseñan y los que te ayudan. Además, yo entiendo la relación paternofilial como el Amor con mayúsculas, es el amor del que no esperas absolutamente nada y solo se produce en estas relaciones porque en todas las demás siempre hay intereses, sean del tipo que sean, incluso en el amor de pareja. Solo los hijos te permiten llevar el amor a su máxima potencia. Yo lo único que estoy es agradecido por la educación que me dieron mis padres, e intento transmitírsela así a mis hijos, intento educar en la tolerancia y poco más, porque no soy quién para dar consejos, ni siquiera a mis propios hijos. Son valores que intento inculcarles y creo que lo he conseguido. Por lo menos con el mayor, porque tengo otra pequeña que todavía está jugando a las muñecas y siendo feliz, que creo que tiene derecho porque solo tiene nueve años. Ya tendrá tiempo de atormentarse con este mundo.

Los últimos días es la primera película de producción española de los hermanos Pastor, también ha participado en El cuerpo, la ópera prima de Oriol Paulo, y pronto estrenará Hijo de Caín, el debut de Jesús Monllao. ¿Qué está descubriendo usted en esta nueva generación de cineastas?

Una preparación que no tenemos los que llevamos más tiempo. Ahora mismo das una patada y salen actores, directores, guionistas... con una preparación impresionante, y además, mucho más abiertos al mundo. Me encanta trabajar con directores noveles, porque traen los deberes hechos de una manera que no lo hace un director consagrado y además se lo juegan todo a una carta. Si no obtienen reconocimiento con su primera película, es difícil que puedan darles una siguiente oportunidad.

¿Está viviendo una segunda juventud o edad de oro a manos de estos realizadores?

En realidad creo que estoy viviendo mi primera edad de oro (risas), porque he tenido que chupar mucho bronce para poder llegar a tocar el dorado. Estoy en el mejor momento de mi carrera y siento que ahora tengo algo que ofrecer. La carrera de actor es como cualquier otra, hay que cubrir un tiempo de universidad y a mí me costó 10 o 12 años empezar a sentir que podía tener el carné de actor. Y luego, la verdad, he empezado a tener mucha suerte. Porque el azar es también muy importante en esta profesión, y he sabido aprovecharlo.

Para el José Coronado actor parece que no hay crisis. ¿Ha habido un antes y un después del Goya?

Me imagino que sí, por supuesto, habrá influido. Pero esto también te crea una exigencia mayor contigo mismo, porque la gente espera ver trabajos que estén a la misma altura, y eso va a ser muy difícil. Por lo tanto, te exige una entrega mucho mayor como actor.

¿Se considera un 'chico Urbizu'? ¿Ha sido quien ha sacado lo mejor de usted como intérprete?

(Risas). Sí, por supuesto. No solo ha sacado lo mejor de mí como actor, sino que es el que más me ha enseñado de la profesión y el que más me ha hecho enamorarme de ella, porque es un cinéfilo empedernido y un contagiador fantástico de sapiencia y de ilusión. No puedo más que besar el suelo por donde él pisa. Además, nos hemos hecho muy buenos amigos, así que lo que él quiera y cuando quiera.

Tras tanto papel de hombre duro y policía en la gran pantalla, ¿cuál es ese personaje o género que todavía se le resiste?

En realidad me apetecería seguir como estoy. Lo que intento es convertir mi profesión en un oficio. Esta es una profesión muy frágil, en la que se pueden torcer muchas cosas y lo que tú quieres, luego se puede convertir en otra cosa. Lo que sí tengo es una gran capacidad de ilusionarme con lo último que tengo entre manos, así es como me muevo y quiero seguir moviéndome. Quizás en teatro sí puedo tener personajes que algún día me gustaría hacer, como Segismundo o Rey Lear, pero en cine, no. Tampoco me importa que me digan que solo hago polis. Pues muy bien. También Clint Eastwood solo hacía tipos duros y mira al final qué carrera ha tenido.

La suya ha sido una carrera tardía, ya que no se inició en la interpretación hasta la treintena. ¿Se aborda la profesión de una manera menos inocente?

No sé si la palabra es menos inocente, porque la inocencia, la ilusión, la ingenuidad, el niño que llevamos dentro, son cosas que hay que conservar siempre para jugar, aunque sea seriamente, a este juego. Si tú traduces al inglés o al francés el término rodar, en inglés se dice to play  y en francés jouer (jugar en ambos casos), así que nunca hay que olvidar esa inocencia interpretando. Lo que sí me vino bien de empezar tan tarde fue tener la oportunidad de conocer la vida real. Hay mucha gente que se pasa muchísimos años en talleres, trabajando con Stanislavski, haciendo la gallina... pero luego no saben actuar. Una de las primeras películas que protagonicé fue Berlín Blues, con Ricardo Franco. Todos le preguntaban: "¿Cómo has cogido a este tío que está más verde que unas peras?". Y él contestaba tajante: "Bueno, estará verde, pero sabe mirar a una mujer". Y hay mucha gente que está haciendo muchos talleres pero luego se le olvida vivir, y la escuela de la vida es muy importante para un actor.

Y está claro que con 18 años no puedes tener las mismas experiencias vitales.

Claro, yo incluso pienso que empezar tan pronto te puede confundir. Para mí, otra de las cosas buenas de empezar tan tarde fue que la fama no me deslumbró para nada, al revés, me preservó de ella y de la estupidez esa que es el glamour. A los 18 años puedes llegar a creerte todos esos piropos, a los 30 tienes los pies en el suelo y sabes por dónde te estás moviendo.

Sin embargo, no siempre ha sido un camino de rosas, y ha llegado a pasar temporadas realmente malas por falta de proyectos. ¿Qué se aprende de estos momentos en que uno puede estar esperando un año a que suene el teléfono?

Se aprende a valorar lo que tienes y a dar las gracias. Yo he tenido temporadas malas, pero muy poquitas y por una única razón. No porque yo sea muy bueno, sino porque nunca se me han caído los anillos por torear la vaquilla que me tocase en cada momento y porque siempre he pensado que los miuras ya me llegarían, como de hecho llegaron con No habrá paz para los malvados. La verdad es que he pasado pocas penalidades en relación a cómo está el resto de la profesión, y es por eso, porque me he diversificado mucho y porque para ser un actor del siglo xxi y estar completo tienes que darle a los tres medios. De los tres aprendes y los tres te complementan.

¿Qué queda de aquel joven inexperto que dio sus primeros pasos profesionales en Brigada Central? ¿Suele revisitar sus primeros trabajos?

No, no, no, por Dios (risas). No me martirizo mucho y veo más bien poco, sobre todo porque cuando me echo a la cara esos trabajos, me da cosita comprobar lo verde que estaba. Yo siempre digo que aquí estoy, y estoy por los pasos que he dado. Incluso pienso que de los malos trabajos son de los que más aprendes.

¿Hasta qué punto la apariencia física ha jugado en su contra a lo largo de su carrera?

Fue lo que me sirvió en su momento y tengo que estar agradecido a mi físico. Tampoco es que yo me crea nada especial, para gustos, los colores, pero si la sociedad ha decidido que yo tengo un aspecto agradable, pues muchas gracias. Y tengo que reconocer que como yo no tenía otras cosas que ofrecer en mis principios, fue lo que me mantuvo y me abrió puertas. También es cierto que fueron diez años arrastrando una pequeña losa,  porque solo me ofrecían ese tipo de personajes. Pasado ese momento, y cuando ya me dije "Vale, ya me merezco el carné de actor", el aspecto físico se convirtió en un complemento al talento y siempre es bueno, porque para qué lo vamos a negar, a los productores, a los espectadores, les gusta ver gente en pantalla que les agrade.

¿Con el éxito en televisión le ha podido pasar también algo parecido?

Hay algunos personajes que te marcan mucho, pero creo que es excepcional. En cualquier caso, la televisión es un medio increíble. En el teatro en una gira de éxito te pueden ver 40.000 personas, en cine haces la mejor película y te ven millón y medio de personas, pero en la tele te están viendo cuatro o cinco millones cada lunes. Eso es impagable, y encima estás entrando a las casas de la gente, hace que te cojan cariño y que quieran ir luego a verte al cine. Para mí, la televisión ha sido un medio imprescindible. No solo hay que valorarla, sino que tienes que estar en la televisión si quieres ser un actor completo. Cuando yo empecé, recuerdo que la gente me decía "Pero, hombre, ¿cómo vas a meterte en un medio que es menor?". Yo nunca lo consideré así, y el tiempo me ha dado la razón.

Alguna vez ha comentado que tiene su puerta cerrada a cal y a canto para Hollywood. ¿Tanta pereza le da pertenecer al  star system?

Sí, mucha, mucha. Porque lo he vivido y no me gusta. El star system es un monigote al servicio del marketing, con grandes limusinas, con grandes roulottes, pero no dejas de ser una marioneta. Sin embargo, aquí en Europa se valora muchísimo más el trabajo del actor y te dan más posibilidades de desarrollarte, aunque te paguen diez veces menos. Aparte, me interesa muchísimo más el cine europeo, en el que te agarras a las emociones y no a los efectos especiales.

¿Qué país le tienta?

Pues el francés es un modelo de cine que deberíamos seguir porque funciona, porque tiene calidad, porque tiene respaldo, porque es rentable como industria, porque es rentable como medio de propagar la cultura y me parece que es un cine que hay que imitar a pie juntillas, y me da mucha rabia que aquí no lo hagamos. Me apetece que me dejen involucrarme en la medida que pueda en el cine francés. De hecho, he metido un poco la cabeza con una película que se titula En solitaire [se estrenará en el 2014 y en ella Coronado comparte cartel con François Cluzet, el inolvidable protagonista de Intocable, y Guillaume Canet]. Pero vamos, que yo estoy muy a gusto aquí, y si pudiera vivir trabajando en mi país toda la vida no tendría necesidad de cruzar la frontera, porque también vas cumpliendo años y llega un momento, por lo menos a mí me pasa, en que prima mucho más tu vida personal que tu vida profesional. Entre los 20 y los 40 entiendo que debe ser diferente, que tienes que ir a morir, pero luego ya llega un momento en el que empiezas a priorizar, y tu vida personal pesa mucho.

Aquí ha trabajado a las órdenes de algunos de los mejores directores: Urbizu, Aranda, Saura... ¿Con qué realizador tiene todavía una asignatura pendiente?

Uy, hay muchísima gente interesante con la que me gustaría trabajar, la verdad. Por citar solo algunos nombres, Amenábar, Almodóvar y Mateo Gil.

Profesionalmente, los 50 le han traído muchas satisfacciones, y personalmente, ¿cómo lo están tratando?

Los 50 me han tratado muy bien, porque como te decía antes, desde los 30 años considero que estoy más que pagado en todos los sentidos. Cumplir años es algo que nunca me ha preocupado, al revés, hasta casi me gusta. Es algo que si lo piensas racionalmente es inevitable, por lo tanto, lo que tienes es que hacerte amigo de la edad y sacar lo bueno que hay en cada etapa, esa madurez, esa serenidad y esas cosas que no tienes cuando eres más joven. No me preocupa lo más mínimo cumplir años, y estoy cada vez más a gusto conmigo mismo y con mis prioridades.

¿Le gustaría morir con las botas puestas en el set de rodaje o se ve jubilado, cuidando de los nietos y disfrutando de la vida?

Noooooo. Yo estoy enamorado de mi profesión, a mí lo que me gusta es levantarme tempranito por la mañana, ponerme el casco e irme a trabajar. Por lo tanto, es una necesidad vital para mí seguir actuando hasta que me dejen y espero poder seguir hasta el final.

¿Como Clint Eastwood?

Exactamente.

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