Oreja con salsa de guerra: el triunfo de Blas de Lezo

La fortaleza de Cartagena de Indiasdesde la que el insigne Blas de Lezo Patapalo (en la escultura) dirigió la resistencia al asedio de la flota inglesa en 1741.
La fortaleza de Cartagena de Indiasdesde la que el insigne Blas de Lezo Patapalo (en la escultura) dirigió la resistencia al asedio de la flota inglesa en 1741.
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La fortaleza de Cartagena de Indiasdesde la que el insigne Blas de Lezo Patapalo (en la escultura) dirigió la resistencia al asedio de la flota inglesa en 1741.

Estamos en 1731, en las cálidas aguas del Caribe. El capitán español Juan León Fandiño ordena al navío inglés Rebecca que se detenga. Sus hombres lo abordan e inspeccionan la carga. Descubren mercancías cuyo comercio no le está permitido. El capitán del Rebecca es el corsario inglés Robert Jenkins. Protesta y Fandiño, con su daga, le corta una oreja. Jenkins recoge su apéndice auricular y lo protege, sangrante aún, en un frasco.

Siete años después estamos en Londres. El corsario ha tardado ese tiempo en regresar a la metrópoli y lograr que le concedan una audiencia formal ante el Parlamento. La oreja ya estaba seca, correosa. Es 1738 y, por fin, delante de pares y Lores, Jenkins extrae el frasco, lo muestra a los asqueados parlamentarios y cuenta su caso: un insolente capitán español se había atrevido a cortarle la oreja añadiendo una inaceptable ofensa a la nación: "Ve y di a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve". Es su versión.

El Parlamento rugió y, a pesar de los esfuerzos en contra del primer ministro Walpole, partidario de una entente cordial, decretó la guerra contra España. Comenzó entonces oficialmente  la llamada Guerra del Asiento (1739-1748), en la que las flotas y tropas de Gran Bretaña y España se enfrentaron en diferentes escenarios, pero sobre todo en el Caribe. Popularmente siempre se la ha conocido como la Guerra de la Oreja de Jenkins y podemos asegurar que, pese a ser poco conocida por el gran público y no estudiarse apenas en los colegios españoles, reúne una serie de batallas, circunstancias y anécdotas que la hacen deliciosamente moderna y apasionante.

Para empezar, la principal batalla que enfrentó a ambos países fue el intento de toma de la ciudad de Cartagena de Indias (principal puerto del virreinato de Nueva Granada) por parte de Gran Bretaña. Para asegurarse la victoria, Inglaterra había organizado una escuadra naval impresionante: 186 navíos, 23.600 hombres y 2.000 cañones. Tendrían que pasar 200 años, hasta el desembarco de Normandía (1943), antes de que Occidente contemplara una Armada semejante.

A su mando se nombró a un reputado almirante, Edward Vernon, al que sus hombres apodaban Old Grog (Viejo Grog), en referencia al tejido con el que había confeccionado su capote de navegación (el grogam, una mezcla de seda, lana y tiras de goma, perfectamente impermeable).

Vernon había conquistado y arrasado fácilmente Puerto Bello, en Panamá, un año antes. Cuando Londres conoció su victoria, se desató un júbilo desenfrenado y se realizaron numerosos homenajes a Vernon, convertido en un héroe nacional. En una cena en su honor, en 1740, se presentó por primera vez el himno nacional británico, God Save the King. Además, se compuso la canción patriótica Rule Britannia y se dio el nombre de Portobello a una importante vía de la ciudad (Portobello Road). Bajo este aroma de triunfo, no es extraño que se otorgara a Vernon el mando de la Flota de las Indias que, en 1741, partió hacia la Cartagena colombiana.

Vernon estaba tan convencido de que iba a conquistar Cartagena que tuvo la osadía de enviar a Londres la noticia de la victoria antes de que tuviera lugar. Los ingleses sucumbieron a una euforia aún mayor que tras la conquista de Portobello. Incluso pusieron en circulación medallas conmemorativas ("Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741" y "El orgullo español humillado por Vernon", decían en sus anversos). Pero fue justo lo contrario.

Las defensas de Cartagena, que no pasaban de 3.000 hombres y seis únicos buques de guerra) tenían, sin embargo, a un enorme estratega al mando: su gobernador, el almirante Blas de Lezo y Olavarrieta, con la experiencia de 22 batallas en todos los mares del mundo. Con solo esos seis navíos, 2.830 hombres y mucha imaginación, Blas de Lezo derrotó a Vernon. Y esa derrota fue de tal envergadura que el rey de Inglaterra, Jorge II, avergonzado por el ridículo de haber celebrado por anticipado una victoria inexistente, prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Al final, el sitio de Cartagena de Indias fue una gran victoria española que aseguró el dominio español de los mares durante más de medio siglo. Humillados por la derrota, los ingleses ocultaron las monedas y medallas grabadas con anterioridad.

Blas de Lezo: un genial 'medio hombre'

Blas de Lezo (Pasajes, Guipúzcoa, 1689) era conocido como Patapalo y Mediohombre. Genial y valiente estratega, perdió, en distintas batallas,  el ojo y la pierna izquierdos y el brazo derecho. Murió en Cartagena de Indias, tres meses después de su gran victoria, por la peste que causaron los cadáveres ingleses.

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