La Universidad gasta cada año unos 906.000 euros en combustible, una inversión «excesiva», según los estudiantes, que consideran que la calefacción se pone demasiado pronto y sin tener en cuenta la temperatura exterior.

«Es vergonzoso, y si preguntas, te cuentan que las calderas no se pueden apagar, así se hunda el mundo», denuncia el lector de 20 minutos Óscar Senar, estudiante de Filosofía y Letras. Los más afectados son los 8.579 alumnos de Económicas, Filosofía y Letras y del edificio Torres Quevedo del Actur. El calor que se nota allí nada más cruzar la puerta obliga a la mayoría de los estudiantes a quedarse en manga corta.

Estos centros son los que tienen las instalaciones más antiguas, con calderas de gas en las que es imposible ajustar la temperatura, que, en teoría, se fija en 20 grados.

Aunque no hay una prohibición expresa de apagar las calderas, todos los centros intentan no hacerlo porque aumentaría el gasto energético. «Calentar 400.000 metros cuadrados es muy caro, hay que buscar la máxima eficiencia posible», explica Mariano Blasco, adjunto al rector para Infraestructuras.

Proyectos de reforma

Éste será el último año en que los estudiantes del edificio Torres Quevedo sufra por el calor porque, según Mariano Blasco, la reforma del sistema de impermeabilización y climatización estará concluida el año que viene. Se pondrá así a la altura de las facultades más modernas, en las que la calefacción funciona con bombas de calor controladas por un ordenador central desde el que se regulan las temperaturas.