El Tagarete renace y trastoca los planes para San Bernardo

La reaparición de este pequeño afluente del río Guadalquivir obliga a Urbanismo a declarar no urbanizable parte de los terrenos del nuevo barrio
«Duplex de lujo, de entre uno y cuatro dormitorios», en pleno barrio de San Bernardo. Así lo anuncia desde hace varios años el cartel publicitario del solar situado entre las calles Eduardo Dato y Juan de Mata Carriazo

Forma parte de los miles de metros cuadrados que surgieron tras soterrar las vías del tren en 1992, y que ya se  conocen como la manzana de oro de Sevilla. Ahora, su construcción se retrasará aún más por culpa de un pequeño riachuelo, el Tagarete.

La aparición de la Madrona del Tagarete (la cloaca maestra de este riachuelo que bordeaba, casi siempre sin agua, la cara este de la vieja muralla) ha obligado a la empresa Inversiones San Bernardo, SL a modificar sus planes de construcción.

Y es que la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento, tras el informe de Emasesa, ha declarado zona no urbanizable la parte delantera del solar, por donde discurre, a muy poca profundidad, el cauce aún vivo (sobre todo en época de lluvias) de este antiguo arroyo.

La superficie edificable, pues, deberá ser reducida, y el resto del suelo se convertirá en espacio público.

Urbanismo va a modificar el Plan Especial del Arrabal de San Bernardo (creado en 1995) para obligar a la constructora a ceder gratis la parte de suelo destinada a espacio público, y a pagar los costes de su urbanización (unos 5.200 euros). Además, debe asegurar que la cimentación del edificio no afecte al encauzamiento mediante tubos del viejo río Tagarete.

El límite oriental de la ciudad

El Tagarete es parte de la historia de Sevilla. A pesar de su pequeño caudal, suponía el límite oriental de la ciudad, tal y como el Guadalquivir lo es por el lado occidental. Ya en 1570, el cronista Juan de Mal Lara definía el Tagarete como «un arroyo grande, que hace de foso a Sevilla, desde la fuente que llaman de Calderón, hasta el río, pasando por de bajo de la Puerta de Jerez». Su primera entubación y cubrición permitió crear la calle San Fernando tal y como la conocemos hoy. Al ir ganando la ciudad terreno al campo, surge la necesidad de salvar ese obstáculo natural. La solución, entre 1849 y 1858, fue desviar el cauce del Tagarete para desembocar en el río Tamarguillo.

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