Gerard es la punta de un iceberg de probetas, esperma congelado y óvulos estimulados. En España nacen alrededor de 35.000 niños al año gracias a la ciencia, según la Asociación de Clínicas de Reproducción Asistida. La cigüeña se ha puesto la bata blanca y pía en términos crípticos: fecundación in vitro, inseminación artificial... Y sus honorarios cuestan más que un viaje a París.

Un 15% de la población no puede tener hijos en España. Y de ellos sólo la mitad recurre a estas técnicas. Nuestro país además se ha convertido en uno de los más punteros de Europa asistiendo a personas de todas las nacionalidades gracias a la nueva Ley de Reproducción Asistida, aprobada en mayo.

Las técnicas más comunes son la inseminación artificial (25.000 niños al año) y la fecundación in vitro (10.000 niños).

"Son tiempos hostiles para la fertilidad", explica el doctor Rafael Bernabeu, del Instituto de fertilidad Bernabeu. Tiempos en los que los hábitos, factores medioambientales, y la edad media de las mujeres que acuden a estos centros (36 años) corren en contra. "La cocaína, el tabaco, el alcohol, la contaminación, la alimentación, influyen en el deterioro seminal".

Un tratamiento de inseminación artificial está por los 600 euros; la fecundación in vitro, 3.000 euros. Dependiendo de la comunidad autónoma este tratamiento lo cubrirá totalmente la Seguridad Social, como en Murcia, parcialmente (Cataluña), o no, como en Madrid o la Comunidad Valenciana.

El número de tratamientos se ha disparado, Gerard no ha hecho más que abrir camino. Si en 1988 sólo se hacían 20 intervenciones, en 2006 se cuentan por miles. En general, el problema deriva en un 40% de la mujer, otro 40% del hombre, y el restante 20%, una combinación de ambos. "La efectividad de un tratamiento depende en gran medida de la edad de la mujer; debemos tener los hijos antes", sentencia Bernabeu.

Estamos luchando contra el reloj biológico y a su vez ajustando las leyes al desfase temporal. "La nueva ley es de las menos restrictivas de Europa, la más moderna", explica el doctor Ángel López, especialista del Institut Marquès.

Sus puntos fuertes son que en España se permite la donación anónima, no se requiere vínculo matrimonial, y se ha cerrado la puerta a la clonación terapéutica. Un tema tabú, y «poco necesario», según Bernabeu, "ya que el número de personas que necesitarían la clonación es ínfimo".

El blanco, eso sí, el de cigüeñas, batas y esperma, sigue siendo el color de la esperanza para muchas parejas frustradas, sin frutos, sin hijos.

Técnicas

Inseminación artificial. Consiste en introducir el esperma en el tracto reproductor femenino, proviniendo éste de la misma pareja o de un donante.

Fecundación in vitro. Es un proceso avanzado en el que ya no se transfieren espermatozoides a la mujer sino un embrión fertilizado en laboratorio. Es una fecundación fuera del cuerpo.

Donaciones

Bancos de células. Existen donaciones de óvulos, esperma y de embriones. Muchos se hallan congelados y más tarde son transferidos a la mujer receptora. Las células pueden aguantar un largo periodo de tiempo congeladas.

Innovación

Diagnóstico preimplantacional. Consiste en analizar el embrión antes de ser transferido para detectar cualquier anomalía genética. Hasta hace poco esta técnica no estaba desarrollada.

ADELAIDA. Ha tenido un hijo por donación de embrión en el Institut Marquès

"Luchamos por nuestro sueño"

Flores, flores, es lo que quería Adelaida (nombre ficticio) porque «el matrimonio sin hijos es un jardín sin flores». Por fin, tras ocho años de lucha, esta mujer de 40 años, que vive en un municipio de Tarragona, obtuvo su jazmín, su nenúfar, al que llamaremos Daniel. Tiene siete meses y procede de un embrión congelado. El esperma de su marido, de 41 años y carpintero de profesión, no podía fecundar. Su lucha comenzó cuando vivían en Andorra, y por prescripción de la ginecóloga acudieron a Francia para realizar un tratamiento de fecundación in vitro.

"No puedes saber la frustración, cómo nos apoyábamos mi marido y yo", dice. En Francia lo probaron tres veces sin resultados. Cuando se trasladaron a Tarragona, otras cuatro en una clínica de Barcelona. "Tiré la toalla. Todo nos había costado más de 6.000 euros". Finalmente optó por otro método: "Me implantaron el embrión. El proceso ha sido duro, pero era nuestro sueño. Cuando supe que estaba embarazada, enloquecí". Por el olor de las flores, Daniel y sus chillidos de jardín.

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