De Cabo captó "empresarios desesperados" a los que prometía salvar su patrimonio

Fotografía de archivo del actual dueño de Nueva Rumasa y del grupo turístico Viajes Marsans, Ángel de Cabo.
Fotografía de archivo del actual dueño de Nueva Rumasa y del grupo turístico Viajes Marsans, Ángel de Cabo.
EFE
Fotografía de archivo del actual dueño de Nueva Rumasa y del grupo turístico Viajes Marsans, Ángel de Cabo.

El propietario de Viajes Marsans, Ángel de Cabo, supo sacar provecho de la crisis económica captando a "empresarios desesperados", como el expresidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, con los que se comprometía a salvar su patrimonio personal o hacerles pagos, que nunca efectuó, para que mantuviesen su nivel de vida.

Al menos, así lo ha asegurado uno de los testaferros del empresario valenciano, y testigo clave en la causa abierta contra él en la Audiencia Nacional, dentro del sumario de la operación Crucero, Jorge García Téllez, ante la Brigada de la Policía Judicial, el pasado 8 de junio.

García ha declarado que de Cabo adquiría empresas o grupos en situación de insolvencia, por precios simbólicos, para poder "mover capitales, quedarse con bienes muebles o inmuebles de los clientes y emitir facturas falsas" en beneficio propio. Para ello, alardeaba de su riqueza y solvencia mediante "argucias" para que los empresarios "ahogados" acudieran en su auxilio "completamente desesperados".

En concreto, uno de sus principales atractivos era el edificio de cinco plantas de la empresa Possibilitum, en Valencia. Un edificio, según el testigo, "recién reformado, con piscina, pista de pádel" y que estaba amueblado con todo el mobiliario del grupo Marsans, que adquirió en 2010, incluyendo la mesa de la sala de reuniones de Gerardo Díaz Ferrán.

A este respecto, García explicó que cuando el expresidente de la CEOE y su exsocio, Gonzalo Pascual, se percataron del mobiliario, de Cabo les explicó que lo había "comprado en la liquidación de concursales" del grupo. Esto llevó a ambos, sostiene el testigo, a "percatarse de dónde se habían metido y el ridículo que iban a hacer si saltaba a los medios".

Además, otra de las estrategias que utilizaba el empresario valenciano, que también presumía de vehículos de alta gama que se llevada de otras sociedades, barcos y deportivos, para captar a sus colegas arruinados, era prometer entregas de dinero para que mantuviesen su nivel de vida. Este fue el caso de Díaz Ferrán y Pascual, a quienes se comprometió a abonar 8 millones de euros a cada uno, en mensualidades de 100.000 euros, según García, que nunca llegó a pagar.

Una vez convencidos, la única "obsesión" de de Cabo, mantiene el testigo, era ver "su dinero" en sus cuentas. De este modo, ordenaba trasferir los saldos a favor de las empresas en apuros a alguna de sus sociedades o emitir cheques o talones bancarios. Después, justificaba esas retiradas de dinero con facturas falsas sobre la preparación del concurso de acreedores o la realización de alguna obra.

Así, pudo aprovechar la situación económica para beneficiar a su empresa, estructurada como un negocio familiar en el que, tal y como destaca García, "solo se hace" lo que manda Ángel de Cabo "a base de gritar, meter presión, menospreciar al personal, insultar al trabajador e incluso a su familia" porque "cuando él quiere algo, lo quiere para ya, y si es necesario no se va a casa nadie hasta que se haga".

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