Emocionó por su mezcla de espontaneidad musical y sofisticación estética. El Glam, nacido en el Reino Unido a comienzos de los años setenta, perseguía lo genuino y abrazaba la extravagancia, unía la alta y la baja cultura con la ambigüedad de la identidad sexual. T. Rex publicaba en 1971 el disco Electric Warrior (para muchos críticos el inicio oficial del Glam), David Bowie se convertía en 1972 en el alienígena promiscuo Ziggy Stardust, en los EE UU los New York Dolls configuraban un protopunk que contrastaba con una escandalosa estética femenina.

La galería Tate de Liverpool (Reino Unido) inaugura el 8 de febrero Glam! The Performance of Style (¡Glam! El espectáculo del estilo) y examina, por primera vez en una exposición, el Glam desde un punto de vista crítico y puramente artístico. El museo va más allá de la nostalgia y de la idolatría y utiliza el movimiento para adentrarse en el desarrollo artístico de Europa y los EE UU durante el primer lustro de la década.

Más de 100 trabajos de artistas consagrados como Richard Hamilton, Cindy Sherman, Sigmar Polke o David Hockney —del que se expone el exquisito cuadro Mr. and Mrs. Clark and Percy (1971)— demuestran la estrecha relación entre las bellas artes y la cultura popular.

Glam! The Performance of Style, en cartel hasta el 12 de mayo, repasa la trayectoria efímera con una combinación de historia y temas principales. El movimiento supuso una dinámica combinación de arte, música y moda que se inmiscuía en la vida. Los organizadores ponen como ejemplo de ese aspecto vital del movimiento el "dandismo" y la "pose irónica" de Gilbert & George e incluyen en la muestra la instalación de Marc Camille Chaimowicz Celebration? Realife: una habitación —adaptada especialmente por el artista para el museo— con bolas de discoteca, espejos, iluminación escénica y música de David Bowie.

La androginia, el erotismo en relación con el artificio y la estética barata dominada por las plumas, el vinilo y la purpurina fueron la base de autores estadounidenses como los fotógrafos Jack Smith, Peter Hujar y Cindy Sherman, que exageró los ideales tradicionales de belleza para plasmar en sus imágenes un ideal satírico del glamour. Otros, como la fotógrafa Katharina Sieverding en la instalación Transformer (1973), hicieron reflexiones visuales sobre la fragilidad de la identidad sexual.