José, el 'cambiatiques' de Plaza de Castilla: "Me dan las llaves del coche y les vigilo el parquímetro"

  • Un sexagenario en paro se ofrece para cambiar el tique del parquímetro a trabajadores y asiduos de los juzgados de Plaza de Castilla.
  • "Sé que me llaman 'gorrilla'. Pero yo prefiero que me digan 'cambiatiques', que lo otro suena a gorrón y yo solo cojo lo que me dan", cuenta José.
  • Tiene una cartera fija de 'clientes', pero en un día normal solo saca de 5 a 10 euros: "Me da lo justo para comprar comida y pagar la habitación".
  • Los 'gorrillas' ya se extienden por las zonas de Madrid reguladas por parquímetros.
José, de 60 años, cambia tiques de los parquímetros en los juzgados de Plaza de Castilla.
José, de 60 años, cambia tiques de los parquímetros en los juzgados de Plaza de Castilla.
JORGE PARÍS
José, de 60 años, cambia tiques de los parquímetros en los juzgados de Plaza de Castilla.

Aparcar en los alrededores de los juzgados de Plaza de Castilla es un suplicio. Los funcionarios que trabajan allí deben estar pendientes del reloj para bajar a cambiar el tique del parquímetro cada hora. Y quienes llegan allí a hacer algún trámite judicial nunca saben cuánto va a durar el papeleo. Si se retrasa más de lo esperado, pueden encontrarse con una sorpresa en forma de multa al ir a recoger el vehículo.

Sin embargo, para despreocuparse del parquímetro, los asiduos de los juzgados pueden recurrir a José, el cambiatiques de Plaza de Castilla. Este hombre, de 60 años, es uno de esos españoles golpeados por el paro que se busca la vida como gorrilla. "O, mejor, como cambiatiques, que lo de gorrilla suena a gorrón y yo solo cojo lo que me dan", aclara en defensa de su dignidad.

A José se le puede encontrar todas las mañanas en las calles traseras de los juzgados de Plaza Castilla, junto a Capitán Haya. Su labor consiste en "vigilar los coches de la gente que viene a los juzgados y cambiar el tique del parquímetro para que no les multen", asegura. Pero no es un gorrilla cualquiera: "Yo intento no molestar a nadie, estoy por aquí y la gente que me conoce acude a mí", explica mientras controla el reloj para que no se le pase la hora. Cada vez hay más personas que, como él, se buscan la vida ejerciendo de gorrillas en la zona SER de la capital.

De hecho, José inspira tanta confianza en sus 'clientes' que, incluso, muchos de ellos le dan las llaves de sus coches: "Muchos vienen habitualmente o trabajan en los juzgados, así que ya me conocen. Ellos me buscan, me dan dinero para que les saque los tiques y me dicen que me quede lo que les sobra", cuenta José. Y no miente: durante el tiempo que este periódico permanece hablando con él, se aproximan tres conductores (dos de ellos, con coches de alta gama) para pedir sus servicios.

José no siempre ha trabajado en la calle. Hubo un tiempo en que tenía un nivel de vida más desahogado: "Viví 17 años en Alemania y Suiza, donde trabajé de carpintero ebanista. Pero hice una locura por amor y me volví a España detrás de una mujer. Al llegar aquí me di cuenta de que era imposible encontrar trabajo, y me vi en la calle", explica José. "No tenía para comer y tenía claro que no quería robar, así que me busqué este trabajo, como una persona honrada", añade.

Su trabajo de cambiatiques le da lo justo para vivir, según explica: "En un día bueno saco 20 euros, pero lo normal es acabar con 5 o 10 euros como mucho. Con eso me puedo comprar una barra de pan, algo de embutido y ahorrar para pagarme la habitación de una pensión que tengo en Bravo Murillo y que me sale por 240 € al mes".

"No nos importa quién ponga el tique"

En el tiempo que lleva trabajando en la zona, José se ha ganado el cariño del barrio. Incluso, los controladores del SER a los que intenta despistar hablan maravillas de él: "Es un hombre encantador, nada que ver con la imagen del gorrilla que todos tenemos en la cabeza. No nos da problemas. A nosotros no nos importa quién ponga el tique en el coche, mientras esté dentro de la hora, nos vale", cuenta una controladora de la zona verde. "Y el Ayuntamiento también debe estar encantado: es más recaudación para ellos", apunta José entre risas.

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