Cientos de personas hacen cola en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para verlo. Él está en el camerino ultimando los detalles de la presentación de su último disco. Nos recibe con un cálido abrazo y hace caso omiso a las indicaciones de su representante, que le recuerda que tiene poco tiempo. Charlamos con tranquilidad.

Nos está vendiendo El tren de los momentos, ¿en cuál se encuentra usted?

En uno, que no es poco. Siempre es un buen momento.

¿Ha perdido muchos trenes?

Claro que los he perdido, pero como no llegué a montarme, no los echo de menos.

¿Y se ha bajado de muchos?

BIO Tiene 37 años y es madrileño. Dice que se siente cómodo con el desorden y lo que más odia en este mundo es tener que dormir en los hoteles.

Por supuesto, pero tanto para bajarme como para subirme me he tomado tiempo para pensarlo.

Hay cientos de personas esperando en la puerta del edificio. ¿Es la moneda de cambio por la que no lo espera nadie en casa?

¡Joder! ¡Cómo está Quintero! (risas). Es una putada, pero es verdad. No me espera nadie en casa. Si quieres saber por mi vida personal, sólo tienes que ver mi vida profesional. Gracias a Dios tengo buena gente en mi equipo.

¿Los elige usted personalmente?

Sí. Tengo gente más rápida, más lenta, más lista, menos lista, pero todos son buena gente y tienen ilusión por este trabajo. Eso es lo más importante porque ellos son como una familia.

Y lo de la paternidad, ¿se le da tan bien como la música?

Eso sí que se me da bien. Mi gran amor es mi hija Manuela. Es lo más grande que me ha dado la vida y es lo que más me hace disfrutar.

¿Cómo lleva ella eso de tener un padre tan universal?

Todavía es muy chica. De vez en cuando me gritan por la calle y ella me pregunta: "Papá, ¿por qué gritan tanto?".

Hace años las niñas le tarareaban sus canciones en la puerta de su casa. Ahora que tendrá jardín, ni las escucha...

Ahora no tengo ni casa en España, ¿cómo quieres que me canten? (risas). Esa sensación es superrara.

¿Le permite su éxito tener amigos de verdad?

Claro que sí. Mi tío Pepe vive conmigo en Miami. Él es el que me hace el rabo de toro de toda la vida. También tengo a Paco de Lucía, que es con el que más me sincero a todos los niveles.

Shakira, Malú, Paulina Rubio... Todas lo consideran como un gurú. ¿Qué les da?

¡Has visto, no! (risas). Trabajar con ellas.

¿Es más complicado sorprender a los demás o a uno mismo?

A uno mismo. El más cabrón conmigo soy yo mismo.

¿Se considera un cantautor?

Diría que soy un aprendiz.

¿Era más fácil escribir desde su pisito de Moratalaz?

Sí. Antes te sorprendían más las cosas. Ahora me cuesta encontrar rincones en los que enamorarme.

¿De dónde ha sacado la inspiración para este disco?

Gracias a Dios las musas se posaron en mi casa y me acompañaron por un tiempo (risas). Ha salido mientras inprovisaba, no he forzado letras ni nada.

Por ahora no ha tenido que recurrir a las nuevas religiones ni nada que se le parezca.

Déjate que ya hay suficientes religiones con las que hay.

¿Ha recibido muchas críticas en su carrera?

Al principio cuando empezaba a tocar en los bares había veces que me iba llorando para casa. Eso me reforzó mucho y me hizo fuerte. Por suerte o por desgracia el mundo del pop no es tan crítico y duro como lo son el del flamenco o el jazz.

¿es muy maniático para sus cosas?

Odio que me recojan el cuarto y me ordenen mi desorden. A mi me gusta tener los libros por el suelo, los discos amontonados, revistas sueltas... Con todo ordenado y tal no parece ni una casa.

¿Qué CD escucha en casa?

Ahora he vuelto a recuperar el de Leonard Cohen. Me encanta. siempre tengo de fondo mucho flamenquito...