
Aderezado con grandilocuentes y llamativos discursos, el futurismo se presentaba en su manifiesto de 1909 como un movimiento audaz, que desechaba los sentimentalismos y la nostalgia para mirar hacia el progreso, glorificar el peligro, la velocidad y la guerra
como "única higiene del mundo". El arte debía ser nuevo, violento y extremo, había que "destruir los museos, las bibliotecas, las academias". Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944) —redactor de la soflama futurista— quería que Italia se liberara de "la fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios".
Como cabía esperar, era imposible que el futurismo evitara la herencia cultural italiana, demasiado poderosa para ser obviarda. Los postulados de Marinetti quedaron en fantasías peligrosas que reflejaban el ardor bélico que se gestaba en Europa a comienzos del siglo XX.
Futurism and the Past (El futurismo y el pasado) descubre la relación del movimiento vanguardista con la pintura italiana del pasado. Organizada por la Estorick Collection de Londres, la muestra es exclusivamente virtual y está a disposición de cualquier internauta.
Mosaicos bizantinos y 'El hombre de Vitruvio' de Leonardo
Los cinco apartados en los que se divide la exposición son un recorrido por la influencia que tuvieron el arte clásico, el bizantino, el renacimiento y el barroco en autores futuristas como Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Carlo Carrà y Giorgio de Chirico.
Rosalind McKever, comisaria de la muestra y autora de los textos que acompañan a las obras, es autora de una tésis doctoral que precisamente enraiza el movimiento con el arte italiano tradicional y ve en la plataforma online un guiño a los preceptos del movimiento "que abrazó la tecnología y clamó por quemar los museos".
Muchas de las obras expuestas son de la colección permanente de la Estorick Collection, un centro que nació de la pasión por el arte del sociólogo y escritor estadounidense Eric Estorick (1913-93) y que alberga una de las mejores selecciones de arte italiano moderno y en especial de arte futurista.
Acompañando a cuadros como El ídolo moderno, de Boccioni, o La mano del violinista, de Giacomo Balla, hay detalles de mosaicos bizantinos como el del imponente rostro de la emperatriz Teodora en la Iglesia de San Vital de Rávena y obras tan simbólicas como el Hombre de Vitruvio, de Leonardo da Vinci.
El carácter virtual del proyecto permite poner a la par trabajos que sería imposible reunir en una exposición física. Buena parte del arte que supone el germen del futurismo se encuentra en frescos de iglesias, es sumamente frágil o imposible de transportar por su complejidad, como el conjunto escultórico del Éxtasis de Santa Teresa de Bernini.
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