Una escapada por los Ancares, un lugar recóndito y mágico

  • Refugio de bosques y montañas casi vírgenes con muchos pueblos abandonados.
  • Veremos robles, abedules, tejos, piornos, brezales, carballos o hayas.
  • Es un reducto para especies infrecuentes como el urogallo o el oso pardo.
  • Su icono son las pallozas, construcciones prerromanas circulares y techo de paja.
Sus montañas alcanzan alturas máximas en torno a los 2000 metros.
Sus montañas alcanzan alturas máximas en torno a los 2000 metros.
WIKIPEDIA/FCPB
Sus montañas alcanzan alturas máximas en torno a los 2000 metros.

Más modesto que otros conjuntos montañosos como Picos de Europa o Pirineos, esta prolongación de la Cordillera Cantábrica alumbra espacios de naturaleza únicos desde el Miravalles, en el límite de Asturias, por territorio leonés y lucense.

La Sierra de los Ancares alcanza alturas máximas en torno a los 2.000 metros, constituyendo una sucesión de valles que se cuentan entre los más extensos y mejor conservados espacios naturales de sus respectivas comunidades.

Refugio de bosques y montañas casi vírgenes, el paisaje se ve alterado sólo por pequeños pueblos, la mayoría abandonados debido a las duras condiciones de vida en la zona. Ancares es un ideal marco para visitar en busca de paz y comunión con el medio natural, también abonado para el senderismo.

Y es que por sus caminos parece que no pase el tiempo, siendo abundantes los pueblos a los que no se puede siquiera acceder por carretera. Precisamente la escasez de transportes en esta serranía hace necesario llegar con coche, aunque luego haya que dejarlo para descubrir sus pequeños tesoros por uno mismo.

Flora y fauna

Como hábitat tampoco tiene precio, ya que alberga especies arbóreas como robles, abedules o tejos, así como el piorno, que da nombre a uno de los pueblos más visitados de la región. El paisaje también está jalonado de brezales, xestas, bosques de carballo, melojo y haya, en menor medida.

En las zonas más profundas se hallan bosques de ribera en los que alisos, álamos y sauces alternan con avellanos y fresnos. Los arbustos conforman un sotobosque de arándanos, acebos y servales, ideales para el abrigo de las pequeñas especies animales.

En cuanto a la fauna, Ancares es un reducto de habitabilidad para especies animales llamativas, infrecuentes o en peligro de extinción. Es el caso del urogallo o el cada vez más escaso oso pardo. Cohabitan lobos, corzos, liebres, jabalíes, martas, nutrias y también se cuentan algunos ejemplares censados de lince europeo y ciervo. Incluso paseando con el coche es fácil toparse con ardillas, culebras y diferentes tipos de ave, así como especies nocturnas, entre las que destaca la lechuza.

También existe riqueza en su gastronomía, desde el queso y los embutidos a los pimientos, delicias regionales que es deseable probar en los bares y restaurantes de la zona. Y por supuesto la abundante castaña, motivo de celebración en los últimos meses del año. Se trata del magosto, costumbre de asar el fruto seco en un tambor sobre una hoguera.

Herencia prerromana

Desde el punto de vista histórico, esta cordillera ha sido testigo del crecimiento de las civilizaciones en la península. Prueba de ello son las pallozas, construcciones prerromanas de forma circular y con techo de paja.

Recuerdan a los castros celtas, de los que evolucionan. Se trata de un tipo de vivienda con escasas aberturas al exterior que construían en las laderas formando pequeños poblados y en las que convivían personas y ganado para hacer frente al frío y otras adversidades de la vida en el monte.

Entre los pueblos ancareños de Lugo destaca Piornedo. En su poblado prerromano, declarado conjunto histórico-artístico, se conservan algunas de las más esplendidas pallozas, una de ellas habitada hasta 1975.

También es interesante la visita a Pedrafita do Cebreiro, considerado conjunto monumental, también con viviendas primitivas y la iglesia preromanica de Santa Maria la Real. Aún más historia hay en Becerreá, donde se han hallado restos arqueológicos entre los que destacan unos sepulcros medievales.

En la vertiente leonesa los atractivos van desde las explotaciones auríferas romanas en el Pago de las Murocas de Candín a los vestigios del castro de filiación astur del siglo I a.C. en Fornela, pasando por los restos de una ferrería en Tejedo de Ancares.

Sea cual sea la ruta a escoger, al paso aparecerán iglesias, ermitas y pequeños castillos, además de las citadas pallozas. Y siempre se puede acabar la visita bajando el puerto hasta Cacabelos y terminar en Ponferrada para contemplar monumentos magnos como el Castillo templario del s.XII o la Basílica de Nuestra Señora de la Encina.

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