Trincheras para el noveno arte

El ilustrador Javier Royo.
El ilustrador Javier Royo.
ELENA CLAVEROL
El ilustrador Javier Royo.

Ya no sorprende que una novela cite a un tebeo, que haya exitosas series de ficción basadas en cómics o que se haga cine a partir de unas viñetas. Desde que en los años ochenta el consumo de cómics descendiera en favor de las videoconsolas, este género ha ido ganando terreno hasta llegar a lo que hoy se conoce como novela gráfica: lo que para unos es una virguería del lenguaje para denominar a los libros de cómics, para otros responde a la calidad y diversidad temática alcanzada por muchos creadores. En efecto, las historietas ya no se reducen al humor y a los superhéroes: hay cómics costumbristas, de autoayuda, periodísticos, y han adquirido un gran valor como objeto, más allá de los libros comunes.

España no es una excepción. Sumidos en esta explosión de posibilidades y con un público cada vez más amplio, muchos ilustradores están creando plataformas fuera de las editoriales, lanzándose a la autoedición y probando nuevas vías de distribución a través de la Red. Surgen, a su vez, nuevas publicaciones y pequeñas editoriales independientes.

Precisamente a través de Twitter nació Caniculadas hace algo más de un año: "La idea inicial era juntarnos algunas autoras y publicar un volumen sobre las paradojas de ser mujer y dibujar tebeos", cuenta Mireia Pérez. La iniciativa terminó en un webcómic veraniego, de humor ácido, costumbrista, a veces escatológico y surreal, elaborado a siete manos (Clara Soriano, Carla Berrocal, Bea Tormo, Natacha Bustos, Manoli López, Mamen Moreu y Mireia Pérez). "Se acercaba el verano y otras plataformas de difusión virtual dejan de actualizarse, así que surgió la idea de lanzar un webcómic colectivo sólo para esta estación, con publicación diaria".

El resultado fue una de las experiencias más destacables en este ámbito, con miles de visitas en una temporada desértica y propicia para el abandono de las pantallas: "Todavía quedan muchos años para que Internet pueda ser rentable, pero nos aporta aprendizaje, motivación, contacto con la gente... y permite liberar un poco de espacio de la cabeza, para que todo lo que pienso a la velocidad de la luz no termine por reventarme el cráneo", cuenta Mamen Moreu.

Ni Mireia ni Mamen recuerdan cuándo empezaron a dibujar y comparten como referente a Peter Bagge: "Leía Los pitufos, 13 Rue del Percebe y Astérix. Nada más entrar en la adolescencia centré mi atención en la revista El Jueves, en especial Albert Monteys y Darío Adanti. Quería ser como ellos, que mis historietas llegasen a publicarse junto a la suyas, cosa que conseguí años más tarde", relata Mamen. Ambas autoras asumen que el noveno arte ha roto las costuras populares de antaño, sin abandonarlas: "Hablaría de cómic como si hablase de cine. Los hay de humor, satíricos, o comedias. Los hay más introspectivos y hay cómic documental", explica Mireia, quien sin embargo opina que la bonanza actual contiene paradojas: "A veces resulta sangrante para muchas editoriales y los autores no ven compensados sus esfuerzos. Pero no deja de sorprenderme, para bien, que el cómic tenga cada vez mayor acogida en la sociedad y por parte de instituciones culturales como el Instituto Cervantes o el Ministerio de Cultura".

Carla Berrocal, también miembro de Caniculadas, ilustradora y autora de cómic, participó en la obra Yes We Camp! Trazos para una (R)evolución, una antología sobre el 15-M que es ejemplo de los nuevos senderos por los que avanza el cómic y la ilustración: el libro contiene crónicas visuales de lo que ocurrió en las plazas: "He colaborado en proyectos solidarios, pero no en algo de temática tan social y actual. Hice un homenaje a la Puerta del Sol como testigo histórico de todas las movilizaciones sociales". Ahora trabaja en un cómic "sobre la conquista de Suramérica, bastante oscuro y realista".

Carla, que afirma que Akira Toriyama y su Dragon Ball fue el responsable de que decidiera dedicarse a dibujar, cree que la mutación de la industria está beneficiando a los autores: "Es un buen momento para probar cosas, sobre todo relacionadas con Internet o la autoedición, donde la libertad creativa es muy fuerte. Hay muchas posibilidades de futuro en la Red". En este sentido, la autora destaca la labor de Ultrarradio, una plataforma autogestionada de autores-editores que publica obras colectivas, monografías y trabajos de autor con tirada muy baja. Su lema: "Editamos y distribuimos los tebeos que nos molan de manera independiente". Según Carla la autoedición es una forma de producción que tiene mucho éxito: "Goza de mucha popularidad entre un público más exigente. Lo suyo sería que el autor pudiera vivir de su obra sin necesidad de intermediarios".

El renacer del humor gráfico

Se dice que el siglo XIX fue el de los caricaturistas. Eran tiempos de guerras, conflictos y banderas que trajeron consigo una gran cantidad de revistas satíricas. Durante la Guerra Civil se publicaban La Ametralladora, Be Negre y La Traca. También la censura franquista nutrió el ingenio y el humor entre líneas con La Codorniz, y durante sus últimos coletazos aparecieron El Papus, Hermano Lobo y Por Favor. Sin embargo, la consolidación de la democracia y el aumento del bienestar social debilitó a estas publicaciones hasta la desaparición de la mayoría de ellas. Los humoristas gráficos pasaron a ocupar espacios fijos en la prensa generalista, reducidos en comparación con el protagonismo pasado, y otros medios, como la televisión o la radio, tomaron el relevo. En la actualidad, no obstante, existen suficientes señales para afirmar que la sátira dibujada está renaciendo.

Ejemplo de ello es El Estafador, una publicación digital de humor gráfico que cada semana gira alrededor de un tema: «Somos hijos de la crisis. En 2009 nos echaron a la calle a muchos dibujantes. A Juanjo Sáez le despidieron, y a mí también un poco más tarde. Era el momento de poner en marcha uno de mis sueños: editar una publicación libre y con una distribución independiente», explica Javier Royo. A día de hoy unos 60 dibujantes han pasado por El Estafador, y cuentan con más de 11.000 suscriptores y 15.000 lectores semanales.

Javier Royo tampoco se acuerda de cuándo empezó a dibujar, aunque sí memorizó sus primeros pasos: "A los seis años dibujaba de forma obsesiva a Mortadelo y se lo regalaba a los compañeros de clase para comprarles y crear un comando que quisiera conquistar el mundo conmigo. Acabé dibujando Mortadelos como un auténtico becario de Ibáñez, lo de la conquista del mundo sigo posponiéndolo".

El fin del mundo, la ortodoncia, obras públicas absurdas o el ministro Wert son temas alrededor de los cuales giran las últimas ediciones de El Estafador, que roza ya las 150. "El humor gráfico sigue siendo uno de los espacios con más libertad que existe porque, frente al columnista, nosotros tenemos una especie de venia heredada de nuestros antepasados, los bufones de la Edad Media, por la cual podemos hacer burla del poder y ser considerados eso, bufones artísticos. Somos el grano en el culo que no se puede tocar", considera Royo. En su opinión, nunca como ahora ha habido un contexto tan rico para el gremio: "En los años noventa los que no dibujábamos superhéroes éramos minoría, con una difusión ínfima. Con la llegada de Internet y la mayor participación de mujeres dibujantes, el panorama del cómic cambió mucho".

El Roto y Eneko son dos de los autores que para Javier Royo representan la facción más crítica con el poder: "En el pasado lo fue El Perich". Pero hay savia nueva, como el jovencísimo Aleix Saló, que saltó a la fama con Españistán, una crónica ilustrada y didáctica sobre la gestación de la burbuja especulativa en nuestro país. Mamen Moreu añade a Manel Fontdevila a la lista, y Mireia Pérez subraya la necesidad social de esta disciplina: "Creo que es una vía de escape tanto para los lectores como para los autores. Ayuda a no sentirse solo ante sucesos políticos que muchas veces nos dejan atónitos".

Carla Berrocal coincide en la necesidad del humor, en general, en tiempos de crisis: "Hay un clima tan gris en todo, que el hecho de leer algo que produce una sonrisa o una carcajada se valora muchísimo".

Más allá de la ruptura momentánea de un estado de ánimo casi generalizado, Berrocal afirma que el humor tiene un potencial reflexivo que actúa sin que nos demos cuenta: "Es una forma de invitarle a reflexionar sobre la situación que vive y conducirle a un pensamiento. También ayuda a olvidarnos de nuestra postura para ponernos en la del autor. Muchas veces él también puede criticar al lector. Sucede con El Roto: se muestra muy crítico con la clase política y los poderes financieros... pero también regaña al lector por su pasividad".

Fanzines entre amigos

Uno de los acontecimientos más destacables del pasado año fue el nacimiento de la revista Mongolia. Seis amigos, algunos dibujantes en activo, se reunían semanalmente para elaborar fanzines, y entre ellos estaba Darío Adanti: "Aunque antes viviéramos de los medios gráficos, nunca habíamos perdido la necesidad de publicar por nosotros mismos aquellas cosas que nadie nos publicaría".

Herederos de una realidad política y social de "reír por no llorar", aseguran que son una revista satírica sin mensaje alguno, pero su voz, macarra y crítica con poderes e instituciones, ha sido recibida con mucho entusiasmo y miles de suscriptores: "En España siempre se tendió a reflejar la realidad con ironía. El humor ya está presente en Quevedo, en Cervantes. La sátira es algo que se hace cada día en los bares en las reuniones de amigos", explica Adanti, quien también opina que la extinción de estas publicaciones era algo anómalo: "Era raro que cuando el nivel de vida de los españoles había crecido notablemente sólo quedara El Jueves".

Según el humorista gráfico, parecía que todo estuviera dicho, y que avanzar en un humor más comprometido y salvaje, ideológico, pusiera en riesgo el negocio de las editoriales: "Y de hecho lo pone, por eso no había más cabeceras contestatarias. Cualquier cosa que oliera a lío no interesaba. Pero al final sí que interesa, porque ese tipo de humor está en la calle y en las redes, siempre ha estado ahí". Así, en Mongolia tienen claro el papel que han venido a desempeñar: "Queremos luchar contra la corrección política y rescatar la mala educación como posición vital".

Puede sorprender que esta nueva revista se venda en los quioscos. Son muchos los motivos que han llevado a sus impulsores a apostar por el papel, medio en el que siempre han trabajado. Sus portadas, eso sí, navegan con éxito por las redes sociales, a las cuales también sacan mucho partido: "Haces una portada en Internet y te ven los que te quieren ver, pero si la cuelgas en un quiosco es como poner una pancarta en la calle: no sólo la ven los que te siguen, sino también aquellos a los que estás criticando". Adanti concluye: "Las sociedades que no se ríen de sus desgracias son incapaces de generar un cambio que les permita dejar de ser desgraciadas".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento