El mayor movimiento de protesta en Rusia desde la caída de la URSS busca resucitar

  • Las protestas se han encontrado con una virulenta contraofensiva lanzada por el presidente ruso, Vladímir Putin, empeñado en acallar la "democracia callejera".
  • Las manifestaciones que estallaron en Rusia después de las controvertidas elecciones parlamentarias del 4 de diciembre de 2011 sorprendieron, por su magnitud, incluso a la oposición.
  • Los activistas que denuncian el fraude electoral en las elecciones parlamentarias y en las presidenciales han logrado hacerse fuertes en las redes sociales.
  • Desde que ganase las presidenciales, Putin ha conseguido debilitar las protestas.
  • Este 15 de diciembre hay convocada una nueva manifestación que servirá de termómetro para conocer si el grado de convocatoria de estos grupos opositores sigue intacto.
Un hombre sostiene una fotografía del primer ministro ruso Vladimir Putin en la que se puede leer "2050 no" durante una protesta en Moscú.
Un hombre sostiene una fotografía del primer ministro ruso Vladimir Putin en la que se puede leer "2050 no" durante una protesta en Moscú.
EFE/SERGEI ILNITSKY
Un hombre sostiene una fotografía del primer ministro ruso Vladimir Putin en la que se puede leer "2050 no" durante una protesta en Moscú.

El mayor movimiento de protesta en Rusia desde la caída de la URSS cumple estos días su primer aniversario en medio de una virulenta contraofensiva lanzada por el presidente ruso, Vladímir Putin, empeñado en acallar la "democracia callejera".

"El Kremlin ha lanzado una campaña de represión y endurecimiento de la legislación que otorga al Estado ruso rasgos de totalitarismo", aseguró esta semana Serguéi Mitrojin, líder del partido liberal Yábloko.

Las manifestaciones que estallaron en Rusia después de las controvertidas elecciones parlamentarias del 4 de diciembre de 2011 fueron tan multitudinarias y pacíficas que cogieron por sorpresa hasta a la misma oposición.

Nadie esperaba que la oposición lograra convocar a más de 100.000 personas en el centro de Moscú para pedir una "Rusia sin Putin", aunque el mérito no fue tanto suyo, como de los activistas que propagaron a través de las redes sociales miles de denuncias de fraude electoral.

Los rusos no salieron a la calle para pedir más libertad o una subida de las pensiones, sino para protestar contra la corrupción del partido del Kremlin, Rusia Unida, y el pucherazo electoral. "Hace un año celebramos la muerte de las elecciones justas en Rusia", señaló Mitrojin.

En cuestión de semanas, la oposición rusa competía en titulares con la Primavera Árabe y en Occidente algunos comenzaron a frotarse las manos ante la posibilidad de una revolución de terciopelo en Rusia.

"El movimiento de protesta tiene futuro. No protestan porque tengan hambre, sino porque les privaron de sus derechos fundamentales, uno de los cuales es elegir libremente a sus representantes", aseguró entonces Ludmila Alexéyeva, veterana activista desde tiempos de la Unión Soviética.

En Rusia no se había visto nada igual desde los tiempos de la Perestroika, cuando las ansias de libertad aplacaban el hambre y la escasez de los alimentos más básicos, y cualquier motivo era bueno para que cientos de miles de personas se echaran a la calle.

Las protestas dieron sus frutos, ya que el Kremlin introdujo reformas políticas, como la simplificación del registro de partidos políticos y el restablecimiento de la elección directa de gobernadores.

No obstante, el espejismo duró hasta la victoria de Putin en las elecciones presidenciales de marzo.

Con la victoria en la mano, el presidente ruso acusó a Estados Unidos de alentar las protestas, tras lo que cortó los canales de financiación estadounidenses de las principales ONG rusas, incluidas las que velan por la limpieza de los procesos electorales.

La manifestación autorizada celebrada en víspera de las investidura de Putin como jefe del Kremlin desembocó en una batalla campal y en la detención de más de medio millar de activistas opositores.

Le siguieron la adopción de una retahíla de leyes que restringen el derecho a la manifestación y la libertad en Internet, tipifican la calumnia como delito penal y amplían el concepto de traición a la patria, y que se enmarcan, según Occidente, en un proceso de involución democrática.

Además, se han abierto procesos penales contra los dirigentes más radicales de la oposición extraparlamentaria por supuestamente planificar disturbios masivos al estilo de la Revolución Naranja ucraniana en connivencia con organizaciones extranjeras. "Pensaba que en el siglo XXI algo parecido era imposible (...) Me temo que esto sea el comienzo de la represión de la oposición. Cuando doblan las campanas, doblan por todos nosotros", afirmó Alexéyeva.

El Kremlin logró su objetivo, ya que las siguientes protestas celebras en junio y septiembre demostraron que la oposición había perdido poder de convocatoria y, una vez más, se había enzarzado en luchas intestinas entre sus variopintos grupos. "Las protestas masivas despertaron grandes esperanzas, pero algunas fuerzas opositoras optaron por la confrontación y por la escalada de conflicto con las autoridades, en vez de abrir un diálogo en favor de la reforma política", asegura Mitrojin.

El política liberal culpa de esas provocaciones a opositores radicales como el líder del Partido Izquierdista, Serguéi Udaltsov, quien precisamente afronta varios años de cárcel por planificar desórdenes violentos. "Esos grupos radicales hicieron todo lo posible para que la situación se hiciera insostenible. El gobierno lo aprovechó para lanzar una campaña de represión. No había que haberles dado una excusa. La sociedad despertó de su letargo hace un año, pero ahora vuelve a estar atemorizada y desmoralizada", mantiene Mitrojin.

Sea como fuese, la oposición no parlamentaria logró crear un Comité de Coordinación que incluye a periodistas, intelectuales y activistas, y que convocó una manifestación para el próximo 15 de diciembre.

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