«De pronto nos encontramos con un grupo que tiene 300 estudiantes de diez a doce de la mañana, cuando el resto del tiempo no supera los 100», afirma el decano, Juan López. Todo ello supone tener que buscar macroaulas o hacer subdivisiones de clases y multiplicar profesores.
Trastornos
Los horarios y el devenir normal de un curso se trastoca por completo cuando 150 alumnos de más aparecen en los listados. Para evitar esto la facultad está realizando un análisis de los alumnos matriculados en todas sus asignaturas y cuántos de ellos asisten a clase. «La única fórmula para ceñirnos a la realidad a la hora de trabajar», matiza López.
La intención del estudio es saber por qué determinadas asignaturas tienen bolsas de repetidores de cerca de 200 personas y buscar una solución. «Pensamos –dice el decano– que el cambio del plan de estudios ha podido influir y que los métodos de examen de algunas asignaturas crean temor en los alumnos más jóvenes».
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