CUADERNO DE CAMPAÑA (2)

La carrera hacia el 1-N. Elecciones catalanas.
El mitin de Montilla en las cocheras de Sants empezó con dos mujeres leyendo entrecortadamente desde el atril retazos de su vida, de sus aspiraciones y de sus exigencias al candidato. ¿Era una estratagema preparada para que el ex ministro de Industria pareciera a la concurrencia, sindicalistas en su mayoría, Demóstenes redivivo? No. Montilla ocupó el atril y leyó su discurso sin saltarse ni una coma, como viene siendo habitual. ¿Acaso no podría este hombre que se presenta a sí mismo como «un hijo de la cultura del esfuerzo» aplicarse un poco, improvisar sus intervenciones y desprenderse de los dichosos folios? ¿No hay ningún asesor que le diga que manifestar su pasión por Cataluña leyendo un papel resulta muy poco auténtico?Debía de andar preocupado Montilla porque se acaba de conocer el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, que le auguraba un importante descenso de hasta cuatro puntos en intención de voto y, por el contrario, colocaba a CiU y a Artur Mas con más de diez escaños de ventaja. Sin embargo, escuchando las explicaciones del PSC, lejos de suscitar preocupación, aquello era una bendición del cielo. El secretario de Organización, José Zaragoza, venía a justificarlo de la siguiente forma: la encuesta se había realizado antes de iniciarse la campaña; las tablas mostraban un empate en intención de voto; y la valoración de Artur Mas no había hecho sino bajar desde el reparto del famoso DVD. En consecuencia, cabía deducir que los socialistas iban por delante o seguían empatados, algo que ratificaban otros sondeos encargados por el partido. ¿Se equivoca el CIS? «Bueno, todo depende de quién cocine los datos».

El propio candidato se refirió en un mitin en Montjuïc a las encuestas con un símil sobre el atleta al que todos dan por favorito, actúa con desprecio hacia los adversarios y saluda al público antes de llegar a la meta. «Se va a encontrar con que llega otro atleta y le supera por la izquierda», dijo sin levantar pasiones. Es más, en todo el acto sólo hubo dos ovaciones: cuando llegó y cuando se fue.

La presencia de Montilla en los carteles de Cataluña y la designación digital de Miguel Sebastián como candidato a la Alcaldía de Madrid son dos exponentes del poder omnímodo que ha adquirido Zapatero entre los suyos. Sebastián, un corredor de bolsa que fue jefe de estudios del BBVA y que un día expuso al Parlamento su idea genial para contener la inflación, a saber, que los pensionistas devolvieran al Estado el exceso de lo cobrado si el IPC era inferior a su subida salarial, es, según el presidente, quien va dar a la capital orden, calidad de vida y cercanía con los ciudadanos. Montilla, también en palabras de Zapatero, es la seriedad, el rigor y el espíritu emprendedor, pero a nadie le cabe duda de que es peor candidato que Maragall, al que se le ha dado matarile sin explicación pública.

Todo lo anterior no es óbice para reconocer que Montilla domina la organización y actúa con bastante inteligencia. La prueba de esto último está en la designación como número dos de su lista de la mano derecha de Maragall, el conseller de Economía y Finanzas, Antoni Castells, quien, hoy por hoy, representa la veta catalanista del partido. Quien haya observado además la visible presencia en los mítines de Josep María Sala confirmaría lo primero. Sala, condenado por el caso Filesa, es un personaje a tener en cuenta porque controla la estructura que alimenta el voto más españolista del PSC. Obviamente, un mal resultado pondría todo en cuarentena porque Maragall no es hombre al que le duren mucho los silencios.

La estrategia de Montilla es pasar desapercibido, no hacer ruido y dejar que sea Mas el que se estrelle, una habilidad  que el convergente pone en práctica con relativa facilidad. Vende «esfuerzo, disciplina y humildad» y anuncia un «Gobierno fuerte» y la garantía de que con él en la Generalitat «no volverán los líos». Todo eso estaría muy bien si salieran las cuentas, pero las cuentas no salen. ¿Cómo piensa Montilla ser un presidente de un Gobierno fuerte de izquierdas sin reeditar el tripartito? ¿Sería capaz de regalarle la Presidencia a CiU por no pactar con Esquerra? ¿Pretende formar Gobierno en minoría con Iniciativa y recibir apoyo externo de los republicanos? ¿O está resignado por imperativo de Moncloa a gobernar con CiU a cambio del apoyo de los nacionalistas en Madrid?

De todas estas cuestiones no se habla en los bostezantes mítines de Montilla. El único que aporta luz es Zapatero, que en su última visita sorprendió con una declaración de intenciones que dejaba a su candidato malparado. El Ejecutivo –afirmó– trabajará «lealmente» con el Gobierno que salga de las urnas, sea el que sea. Este fin de semana vuelve. A ver con qué nos sorprende.

Y mañana ... 4. CIU

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Nocilla Montilla

w «el alimento que necesita cataluña»

El marketing electoral no tiene límites. El PSC ha decidido endulzar a su candidato lanzando mensajes multimedia de Nocilla Montilla. Incluye la sintonía de la crema de cacao junto a la imagen de un bote de Nocilla con el nombre de Montilla, «el alimento que necesita Cataluña». La leche, el cacao, las avellanas y el azúcar se transforman en gestión, experiencia, compromiso y trabajo.

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