Un paseo de otoño por los hayedos: dentro de un cuento

  • Pura biodiversidad: en una hectárea viven 10.000 especies distintas.
  • En España hay unos 40 hayedos, la mitad en buen estado de conservación.
  • Algunos de los más bellos hayedos en suelo español son los de Irati, Urbasa, Belagua, Ordesa, Montejo y Tejera Negra.
Luces y sombras en el Hayedo de Montejo, en el norte de Madrid.
Luces y sombras en el Hayedo de Montejo, en el norte de Madrid.
WIKIPEDIA/Jarmad
Luces y sombras en el Hayedo de Montejo, en el norte de Madrid.

Si existe un tipo de bosque que reine de forma indiscutible en la mitad occidental de la península e ilustre la época otoñal, esos son los recios y sombríos hayedos. El clima húmedo del norte favorece que proliferen los bosques caducifolios de distribución típicamente europea.

Sin embargo, el haya se prodiga incluso en algunos puntos del Sistema Central, alcanzando zonas como Madrid o Castellón, donde su área de distribución alcanza el límite meridional. Los estudios cartográficos consideran que más del 50% de los cuarenta hayedos españoles se encuentra en un estado de conservación alto.

A pesar de darle nombre y ser la especie dominante en el estrato arbóreo, el haya no está sola en estos bosques. Adornando su majestuosidad encontramos, aunque de forma escasa, robles, fresnos, arces, tilos o tejos. El estrato arbustivo hace acto de presencia con acebos, avellanos, espineras y mostajos.

Y es que más allá del concepto de bosque, el hayedo constituye un diminuto universo que cobija una gran riqueza de especies animales y vegetales en su interior. Su biodiversidad es tan alta que se calcula que en una hectárea viven 10.000 especies distintas, exponentes de todos los grupos biológicos. En él encuentran un agradable hábitat el oso pardo, el lobo, el gato montés, el zorro, la garduña, la comadreja, el corzo, el jabalí, la marta, el azor o el urogallo.

Pese a su apariencia milenaria, los hayedos son los bosques más jóvenes del viejo continente. Sólo hace unos pocos miles de años de su extensión hacia Europa desde sus posiciones originales en el Caúcaso y Asia Menor. La adaptación a terrenos más occidentales les fue muy propicia ya que llegaron para quedarse, inundando grandes superficies y convirtiéndose en un tipo de bosque paradigmático, con su aspecto frondoso y sombrío.

Otoño en el interior del hayedo

Es con la llegada del otoño cuando los bosques de hayas alcanzan su periodo de mayor belleza y esplendor. Un tiempo en el que inundan los montes de colores cálidos y mullen el suelo con su hojarasca, modificando el hábitat. Su presencia se vuelve más misteriosa en esta época del año alcanzando un cromatismo fulgurante.

En contraste con el verde de los musgos o el gris plata de los troncos, las hojas del haya sorprenden con sus tonalidades ocres, anaranjadas, rojizas y amarillas. Una magia sensorial a la que se suma el arrullo del viento en sus hojas y, en ocasiones, el susurro del agua que discurre por algún arroyo o manantial cercano.

El marco idílico del ambiente otoñal en el regazo del hayedo se complementa con una temperatura idónea. El clima en su interior se ve suavizado aunque manteniendo una lógica humedad característica.  En las lindes del hayedo nos encontraremos probablemente con zarzas, endrinos, rosales silvestres, madreselvas y brezos que también contribuyen a la explosión de colorido estacionario.

En ocasiones, el potente amarillo de los hayedos destaca con el verde perenne de abetos, acebos, bojes y tejos que se inmiscuyen en el bosque cuando las condiciones les son propicias.

El suelo lo veremos regado de unos frutos muy valorados por algunos de sus habitantes. Hablamos de los hayucos, una importante fuente de alimento para la fauna forestal. Se trata de una comida fundamental para que algunas especies puedan engordar y así sobrevivir a su periodo de hibernación. Esto es posible gracias al alto contenido en grasas del hayuco, superior al 40%.

Bellos las cuatro estaciones

Ha quedado patente ya que el otoño es una oportunidad única para visitar los hayedos, pero cada estación le aporta su encanto al paraje. En invierno los árboles se quedan desnudos, pero podemos disfrutar de la vista nevada de los hayedos cantábricos y pirenaicos, dignos de postal aunque ya no tan acogedores. Y es que las hayas pueden soportar temperaturas de hasta -25ºC.

La primavera supone el renacer de la vida para el bosque. El silencio invernal se ve interrumpido por el trinar de los pájaros y la savia comienza a fluir por los árboles. El periodo de hibernación es historia y el hayedo despierta para afrontar un nuevo ciclo. También llega el deshielo que contribuye a que el agua comience a recorrer la zona como líquido imprescindible para la vida del entorno.

Ya con la llegada del estío, el hayedo se convierte en un privilegiado refugio donde poderse esconder del sofocante calor. El verde heredero de la primavera contrasta con otros incipientes tonos ocres. Es un periodo en que el visitante puede encontrar confort y descansar plácidamente en el hayedo a salvo del inclemente sol.

Hayedos relevantes en España

Con una cobertura total de 365.000 hectáreas, los bosques de haya españoles tienen como peculiaridad que no se encuentran generalmente por debajo de los 1.000 metros. Aunque su extensión se da principalmente por las montañas septentrionales, tenemos ejemplares desde Asturias a Tarragona pasando por Madrid.

  • Irati, Urbasa y Belagua (Navarra)
    Encontramos el segundo hayedo más grande del continente, la selva de Irati que cuenta 17.195 hectáreas, sólo superadas por la Selva Negra alemana. Más al noroeste se sitúa el Parque Natural Sierra de Urbasa, uno de los más atípicos y atractivos hayedos, marcado por la actividad pastoril en la zona y la falla de Zunbeltz. En el hayedo del valle de Belagua se entremezclan hayas con pinos silvestres. Se encuentra en el límite con la provincia de Huesca.
  • Ordesa (Huesca)
    Dentro del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido se encuentran los hayedos de Añisclo, Pineta y Ordesa. Cada uno con sus peculiaridades, comparten su ubicación en las laderas de cañones de suelo calcáreo y una gran riqueza de especies vegetales que forman en común.
  • Montejo (Madrid)
    Uno de los hayedos más pequeños pero famoso precisamente por encontrarse tan al sur de la península. Se sitúa al norte de Madrid, en la Sierra de Ayllón y en realidad es un bosque mixto entre hayedo y abetal. Su acceso está restringido y hay que solicitar visita para acceder a él.
  • Tejera Negra (Guadalajara)
    Otro de los más meridionales de Europa. Se pueden observar hayas centenarias, algunas de más de 300 años, compartiendo espacio con hayas más jóvenes y homogéneas junto con tejos que dan nombre al parque-, algunos de más de 600 años.
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