La sobreexplotación y el furtivismo hunden el percebe 10 años después del 'Prestige'

  • Los pescadores coinciden en que, tras la veda, se vivieron los mejores años de capturas en Galicia.
  • Se ha esquilmado el recurso en Muxía (A Coruña), epicentro de la catástrofe.
  • Las claves del desastre del Prestige.
Voluntarios, durante las tareas de limpieza en Muxía en 2003.
Voluntarios, durante las tareas de limpieza en Muxía en 2003.
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Voluntarios, durante las tareas de limpieza en Muxía en 2003.

La Costa da Morte, joya del mar gallego, celebró el lunes un aniversario que tiñó otra vez de negro la costa de Galicia. El Prestige se partía en dos el 19 de noviembre de 2002 con 77.000 toneladas de fuel a bordo. Las imágenes —la indignación, la marea blanca movilizada para ir a limpiar los restos— dieron la vuelta al mundo.

¿Cómo respira Galicia diez años después? Con muchas preguntas sin responder, un juicio recién iniciado para intentar dirimir responsabilidades y con una realidad inquietante: la sobreexplotación tras la catástrofe y el furtivismo han castigado con dureza al marisco en Muxía, considerada la zona cero de la tragedia, que hoy ve cómo se recogen alrededor de 20 toneladas anuales de percebe, cuando en 2008 rondaban las 40. "Menos de la mitad y con bastantes menos mariscadores", asegura Natxo Castro, gerente de la cofradía de Muxía y la primera mano que envió miles de mails para reclutar voluntarios de todos los rincones para limpiar el fuel. La crisis se ha encargado de herir aún más al sector de la pesca: "Tengo embarcaciones paradas porque no cubren costes. Es tremendo".

"Los percebes, a los pocos meses, se encontraban a borbotones", sostiene Victoriano Urgorri, catedrático de Zoología Marina de la Universidad de Santiago, que añade que los efectos del Prestige "casi han desaparecido", pero apunta nuevos desafíos: combatir el aumento de la contaminación en estos 10 años en las rías, con depuradoras insuficientes.

Los pescadores coinciden en que, tras la veda, se vivieron los mejores años de capturas en Galicia. Hasta que llegó la sobreexplotación. Y nuevas amenazas, con un furtivismo disparado en tiempos de crisis. A esto hay que añadir la inquietud por el ecosistema: "Tenemos muchas fotos (estudios técnicos) pequeñas, pero ninguna integral. Las aves se han desplazado, se han modificado patrones...", explica Raquel Montón, responsable de la campaña de Energía de Greenpeace.

Los temores de todos los colectivos apuntan ahora a una posibilidad muy real de una nueva marea negra y a lo poco hecho estos años en cuanto a medios. "Es necesario, y no de idealistas. Un mundo sin petróleo es posible", afirma Montón.

"No soy un héroe. Entendí que había que hacer algo"

Natxo Castro tiene muy frescos los recuerdos de 2002, y de la cantidad de mails que envió desde el primer momento en busca de voluntarios. "En toda catástrofe hay dos partes. En esta, obviamente, la negativa fue la marea negra. La positiva, la blanca (los voluntarios)". Al gerente de la cofradía de Muxía, además, esta última marea le trajo, desde Cataluña, a su mujer (Nuria) y a su hija, Lucía, que nació en 2005.

Diez años después, echando la vista atrás, mucha gente lo señala como el héroe de la Costa da Morte, ¿lo lleva como tal?

Fue cuestión de suerte. Tuve la fortuna de conocer a un periodista alemán. Vino a hacer un reportaje, y me dijo que sabía qué iba a pasar, había vivido otras catástrofes. Si llegaba a haber marea negra, el problema solo se solucionaba con manos.

¿Qué venía después, según esa teoría?

Me decía que solo se superaba con miles y miles de manos. Empecé a mandar mails masivos a la fibra sensible de un país. Tocar a la Universidad, el futuro. Hacia el 23 y el 24 noviembre ya tenía grupos organizados de voluntarios en Muxía.

Da usted el primero de grandes pasos...

Estaba en el sitio y en el momento. No soy un héroe. Entendí que había que hacer algo. ¿El problema? Se llamaba chapapote, y no había facebook ni twitter. Conseguí un listado de universidades españolas y empecé. Entraba también en algún foro. Era lo que había que hacer. No quiero ser más que nadie.

¿Hay ya lecciones aprendidas o todavía pendientes?

Poco hemos evolucionado. En observación, muy poco. Quedan puntos por definir en protocolos. Que se sepa qué hacer... esto va a volver a pasar. Definir perfectamente puertos refugio, hacer un catálogo de medios... y, la más crucial: que la decisión final la tome un técnico, no un político.

¿Y el juicio?

¿Quién está sentado? El capitán y dos oficiales, uno de los cuales se ha escapado por ahí. Ni un político acusado por la Fiscalía. Esto no es Islandia, no se le da la vuelta a la tortilla.

¿A qué hay que agarrarse entonces?

O cambiamos el modelo de vida, tan dependiente de energía, o nos vamos al garete.

¿Qué falló en la gestión de la crisis?

El modelo de sociedad. Un barco que sale de Rusia con destino a Gibraltar, en medio de una tempestad si no llegaba al día siguiente tendría que pagar mucho más por no cumplir los plazos. ¿Qué hace el capitán? Va pasado de vueltas, lleva más velocidad de la que debería. Estos petroleros son como barras de acero rígidas. ¿Qué es lo que habría que haber hecho? Aminorar y buscar refugio. El origen, el modelo de sociedad que construimos: prisas. Vivimos demasiado pendientes del puñetero reloj, estresados, inconscientemente. O lo cambiamos, o mal nos irá en el futuro.

Y en medio del panorama que vive usted entonces, la marea blanca le deja a Nuria y a Lucía...

Conozco a mi mujer (Nuria) en marzo de 2003. Ella quería venir a limpiar. Contactó conmigo vía mail. Yo recibía tal cantidad de mails que casi ni hacía caso. Recibía al día entre 3.000 y 4.000 correos. Me llamó mucho la atención el de ella, era muy insistente. Y dije "pues vamos", y la colé en un grupo.

En la orilla hubo un movimiento sin precedentes...

Surgieron un montón de relaciones. Cientos y cientos... ya no solo sentimentales, sino de amistad, de gallegos con catalanes, de vascos con andaluces, de colombianos, rusos...Es tremendo, amistades que aún conservo hoy. Yo nunca he estado en una guerra, pero creo que es lo más parecido a ese ambiente que te puedas imaginar. Vives mucho más intensamente, acelerado.

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