Benedicto XVI trazó las líneas de la iglesia italiana para los próximos años en el IV Convenio Nacional de la Iglesia Católica italiana que se celebra en Verona (norte), y en el que defendió la escuela católica y denunció que sobre ella pesan todavía "viejos prejuicios", que generan daños en la educación de la persona.
En un discurso muy articulado, el Papa Ratzinger manifestó que hay que prestar gran atención a los grandes desafíos que acechan a la humanidad, entre los que destacó las guerras, el terrorismo, el hambre, la sequía y las epidemias.
El Pontífice pidió que se defienda la vida "desde su concepción hasta la muerte natural". Con esas palabras, de manera indirecta, volvió a condenar el aborto y la eutanasia.
De nuevo volvió a defender la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer y a condenar los matrimonios entre homosexuales y las parejas de hecho.
Afirmó que hay que "evitar que se introduzca en el ordenamiento público otras formas de uniones con que contribuirían a desestabilizarla (familia) y oscurecer su carácter peculiar y su insustituible papel social".
Benedicto XVI denunció la cada vez mayor secularización de Italia, "en la misma línea que Occidente", y el que esa cultura laicista "pretende colocarse como universal y autosuficiente y generar un nuevo estilo de vida".
"De todo ello surge una nueva oleada de iluminismo y laicismo, para los que racionalmente sólo es válido aquello que se puede experimental y calcular", se quejó el Papa, que denunció que Dios es "excluido" de la cultura y de la vida pública y creer en El cada vez es más difícil.
Con esas palabras reiteró lo que ya dijo durante su reciente viaje a Alemania: que los pueblos muy religiosos de Africa y Asia ven en el pensamiento occidental una amenaza para su identidad.
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