Alemania descubre un nuevo término social: la "clase baja"

  • También llamado "precariado desenganchado", describe un creciente empobrecimiento y la falta de perspectivas.
  • El vocabulario cotidiano alemán no conocía nada que esté por debajo de la "clase media".
  • Según un estudio, alrededor del 8% de la población pertenecen a este nuevo estamento.
Empleados alemanes protestan en Munich contra las políticas de despidos y recortes de ayudas. Michaela Rehle / REUTERS
Empleados alemanes protestan en Munich contra las políticas de despidos y recortes de ayudas. Michaela Rehle / REUTERS
Michaela Rehle / REUTERS
Empleados alemanes protestan en Munich contra las políticas de despidos y recortes de ayudas. Michaela Rehle / REUTERS

Alemania ha descubierto, para estupor de los políticos, un nuevo término hasta ahora desconocido en el uso cotidiano del lenguaje, el de la "clase baja", que describe no sólo un creciente empobrecimiento sino la falta de perspectivas de una parte de la sociedad germana.

"Clase baja" o "precariado desenganchado" es el término acuñado por el estudio de la Fundación Friedrich Ebert -afín al cogobernante Partido Socialdemócrata Alemán (SPD)- que ha causado preocupación entre los partidos de la gran coalición, ya que el vocabulario cotidiano alemán no conoce nada que esté por debajo de la "clase media".

Aunque desde hace algunos años se vienen publicando regularmente informes sobre la pobreza en Alemania, siempre se había tomado como un síntoma marginal de una sociedad por lo demás relativamente mimada.

Según el estudio de la Fundación Friedrich Ebert, alrededor del 8% de la población total, lo que se traduce en unos 6,5 millones de personas, pertenecen a este nuevo estamento.

Son personas sin trabajo o en estado precario, con deudas, sin reservas financieras y sobre todo sin perspectivas de mejorar; al menos esa es su sensación personal.

Para mayor preocupación de los políticos, es gente que piensa que la democracia no es la mejor forma de gobierno -sienten inclinación por la idea del socialismo- y son los que mayor abstencionismo manifestaron en las elecciones generales de 2005.

El 20% procede del este de Alemania, es decir, de la extinta República Democrática Alemana, que tras 16 años de reunificación sigue sin poder levantar cabeza económicamente, con el consiguiente éxodo de población y deterioro urbano.

La izquierda política ha encontrado de inmediato un culpable de la situación: el ex canciller Gerhard Schroeder, artífice de las grandes reformas laborales.

El subjefe del grupo parlamentario socialdemócrata Stefan Hilsberg, del ala izquierda de su partido, cree que su formación y el gobierno roji-verde mintieron al presentar el programa de reformas laborales como la panacea.

"Hemos hecho creer a la gente que con nuestra estrategia de 'exigir y fomentar' (el término alemán "foerdern und fordern" se convirtió en uno de los lemas del gobierno de Schroeder) todo el mundo podría acceder al mercado laboral regular y que bajando los impuestos de las empresas se solucionaba todo", sostiene Hilsberg.

Para Hilsberg es por eso fundamental "para un partido de izquierda" analizar "los orígenes de esta situación de marginación y abandono" y hacer algo por combatirla.

Uno de los motivos es -y en eso están de acuerdo también los expertos- los recortes palpables que ha habido en los subsidios al desempleo y otro el crecimiento del número de trabajos de baja remuneración, que a veces alcanzan niveles de "explotación", como ha señalado el secretario general del SPD, Hubertus Heil, al referirse a salarios de hasta 3,50 euros la hora.

El problema de la nueva pobreza es que no sólo mina el futuro de los cabezas de familia sino de sus hijos.

A diferencia de las épocas boyantes del Estado social de bienestar, en que cada joven tenía una oportunidad de estudiar gracias a un generoso sistema de becas, estas ayudas son cada vez más limitadas y en algunas regiones las universidades han dejado de ser gratuitas.

Uno de los problemas fundamentales de Alemania es además un sistema educativo que otros países calificarían de retrógrado, con jornadas escolares reducidas que dificultan compaginar el trabajo con la familia.

Todos estos problemas no son recientes y se llevan debatiendo por separado desde hace tiempo, pero no ha sido hasta ahora, hasta la irrupción de un nuevo término, en que no se ha discutido en su conjunto.

Pero Alemania no sería Alemania si la prioridad no fuera discutir sobre el concepto en vez de sobre el contenido.

Lo primero que han hecho los políticos con responsabilidad gubernamental ha sido poner en duda el término en sí.

"En Alemania no hay clases. Hay personas que lo tienen más difícil, que son más débiles, pero me resisto a hacer una división de la sociedad (en clases)", señaló hoy el ministro de Trabajo y vicecanciller, Franz Müntefering.

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