Refugios para disfrutar del otoño en el norte de España

  • En Asturias, Arriondas es un lugar ideal para practicar senderismo.
  • Las Lagunas de Villafáfila se inundan de multitud de aves acuáticas.
  • En Burgos, Las Merindades: verdes valles y lóbregos bosques.
Es el segundo hayedo-abetal más extenso de Europa.
Es el segundo hayedo-abetal más extenso de Europa.
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Es el segundo hayedo-abetal más extenso de Europa.

Siempre es interesante observar hasta que puntos los paisajes naturales de la geografía española cambian de aspecto según las estaciones. Esto sucede en época otoñal, en la que los bosques protagonizan una explosión de colores rojizos y ocres y los suelos son mullidos por alfombras de hojarasca seca. El frío y la soledad aportan a estos escondrijos naturales el halo místico perfecto para que perderse en su inmensidad resulte una experiencia de lo más placentera.

Asturias en la penumbra del bosque

Las verdes y fértiles tierras asturianas adquieren un nuevo tono en esta estación. Sus árboles se deshojan a lo largo del curso del Sella y parecen apuntar a la Sierra del Sueve, recóndito paraje de serpenteantes caminos.

Arriondas es un lugar ideal para practicar senderismo sin perder ni una sola rama de vista. Sus aldeas de piedra, sumidas en la oscuridad de la estación, celebran además el otoño de forma peculiar, es la fiesta de la avellana, preciado fruto seco de la región, que tiene su centro en Infiesto.

Castilla y León, valles y lagos

Las masas de agua aportan a Zamora sus más bellas estampas otoñales. El concurrido Lago de Sanabria regresa a la soledad tras finalizar el verano cubriéndose de la bruma y el misterio de sus leyendas populares. A unos 15 kilómetros del pueblo más cercano, es de nuevo el mutismo una constante en los paseos entre sus bosques siguiendo el curso del río Tera. El entorno hace las delicias del aficionado a la pesca, que a buen seguro podrá hacerse con alguna trucha como trofeo.

También en Zamora se puede disfrutar de las Lagunas de Villafáfila, cuyas planicies cerealistas se inundan cada otoño haciendo que multitud de especies de aves acuáticas recalen aquí en sus rutas migratorias. En la depresión flanqueada por los pueblos de Villafáfila y Otero de Sariegos se localizan las tres lagunas salobres conocidas como la Grande, la de las Salinas y la de Barrillos. Gansos, grullas o avutardas hacen de este su refugio y el de todo amante de la ornitología.

En Burgos no se pueden dejar de visitar Las Merindades, una recóndita comarca norteña de verdes valles y lóbregos bosques entregados al silencio. Ideal para la práctica del senderismo en un medio salvajemente natural, jalonado con cuevas y caídas de agua. También es un lugar para disfrutar del arte y la historia en sus pueblos, algunos de renombre como Villarcayo, Espinosa de los Monteros, Medina de Pomar o Frías, a través de sus edificios monumentales.

Navarra, pulmón otoñal

Los hayedos son sinónimo de espectáculo otoñal y Navarra puede presumir de grandes superficies pobladas por tal árbol. Como la segunda más grande de Europa, la Selva de Irati, 17.195 hectáreas de hermosa e inabarcable naturaleza que ocupa los valles del río Irati y del Salazar, trascendiendo el Pirineo hasta las tierras francesas. Aquí el visitante conocerá el verdadero significado del silencio, sólo roto por el susurro del agua o de la fauna del lugar. Caminando paralelo al curso del río, se escuchará un ruido inequívoco; el de las propias pisadas quebrando las hojas caídas.

En esta a priori apagada estación, la selva respira vida y explota en el cromatismo más exuberante. El colorido oscila desde el verde de los musgos y de los pinos, al gris plateado de los troncos, los calidos tonos rojizos y amarillentos de las hojas del haya. La visión deslumbrante se torna en oscuridad misteriosa en las zonas más densas en que las hayas filtran implacablemente la luz, conservando así la humedad característica.

Y es que la mayor experiencia que se puede vivir es dejarse envolver por la naturaleza y perderse en los brazos de su exuberancia. El visitante se siente diminuto en la inmensidad de este mar de naturaleza cambiante. Un santuario de luces y sombras que invita a la introspección, relaja e intimida al mismo tiempo, haciendo desconectar de la estresante realidad de fuera y potenciando la imaginación.

El gran pulmón navarro se compone de otros escondrijos boscosos como el Parque Natural Sierra de Urbasa, al noroeste, o el valle de Belagua, el más oriental de la comunidad.

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