Todavía es un borrador sujeto a cambios, pero el texto plantea que ante la posibilidad de riesgo, ya sea por un problema de vandalismo o por un viajero que se cuela sin pagar, los supervisores deben llevar las riendas, retener al sujeto e identificarlo «hasta que llegue el personal de seguridad».
Y es ahí donde radica el problema, según el Colectivo Independiente del Metro. «No podemos retener a nadie durante los 10 ó 15 minutos que puede tardar el de seguridad», aseguran, ya que ahora «sólo hay un vigilante por cada tres estaciones». «Y si la cosa se pone mal y nos refugiamos, el vándalo se va sin problemas», agregan sin entender para qué sirve el manual de autoprotección.
La empresa trabaja en la actualidad en la mejora de los protocolos de seguridad, a pesar de que, según los trabajadores, eso «no conlleva un aumento de los guardas jurado». Por eso exigen un guarda en cada una de las estaciones, además de otros dos en el interior de los vagones.
Agresiones. Unas diez cada mes
Las agresiones, tanto físicas como verbales, no descienden. Según los trabajadores, se producen alrededor de una decena de ellas cada mes, registradas en los partes laborales. La mayoría son insultos y amenazas.
Ayuda externa. Apoyo psicológico
Algunos empleados del metro se han visto obligados a ponerse en manos de un experto ante las situaciones de estrés que generan estas agresiones. También ha habido quienes –alrededor de diez –han pedido la baja.
Plantilla. Más de 300 personas
Más de 300 trabajadores del metro están expuestos diariamente a las agresiones. En el suburbano trabajan unos 150 supervisores y 140 conductores, y otros. Hay peleas dentro y fuera de los trenes.
«Vino después y me amenazó»
El último suceso de amenazas a los trabajadores del metro se produjo el pasado fin de semana. Una de las supervisoras recriminó a dos clientes cuando se colaron sin pagar en el metro. Fue la Ertzaintza la que puso paz de por medio, no sin que antes la trabajadora sufriera las amenazas de los dos sujetos. La agresión verbal no quedó ahí. El viajero acudió al día siguiente a la ventanilla de la supervisora. «Me pidió mis datos, porque quería denunciarme y me volvió a amenazar», cuenta.
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