Eran siglos de descubrimiento, de apertura al exterior, de intercambio comercial y cultural. A Europa viajaban desde África artistas, aristócratas, esclavos y diplomáticos que también fueron retratados en los grabados y las pinturas renacentistas. El humanismo provocaba un deseo de reafirmación, el examen pormenorizado de las peculiaridades del hombre. Los artistas tenían curiosidad por el estudio del individuo.

Revealing the African Presence in Rennaisance Europe (Revelando la presencia africana en la Europa del renacimiento) es una exposición detallista y minuciosa sobre la representación de personajes de origen africano en el arte de los siglos XV al XVII del viejo continente.

La muestra, que se inaugura el 14 de octubre en el Walters Art Museum de Baltimore (EE UU), recopila 73 obras —pinturas, esculturas, grabados, manuscritos y libros ilustrados— de personas de todas las clases sociales e indaga en la percepción que los artistas tuvieron de los visitantes exóticos que, por motivos comerciales y políticos, comenzaban a relacionarse cada vez más con la sociedad europea.

Trabajos de grandes autores como Rubens, Pontormo, Durero, Veronés y Bronzino atestiguan la presencia habitual de los africanos en Europa hace 500 años. La primera parte de la exposición se centra en el estatus social, el esclavismo, la percepción del continente, la representación de los africanos en el arte cristiano y la apreciación artística de la negritud.

La segunda mitad examina a los individuos, de los sirvientes a los gobernantes. La visita concluye con el estudio de la figura de San Benito de Palermo (1526-1589), también conocido como San Benedicto el Moro, el Negro o el Africano. Hijo de esclavos y nacido en Sicilia, fue conocido por su humildad, su piedad, entendimiento y paciencia ante los prejuicios raciales.

Retrato de una esclava africana (1580), de Annibale Carraci, se detiene en la presencia notable de una sirvienta. La sensibilidad de su expresión facial inspiró al autor para mostrar una ambigüedad en el gesto de una persona que no tiene ningún privilegio. Todo lo contrario se representa en Retrato de los mulatos de esmeraldas: Don Francisco de Arobe y sus hijos Pedro y Domingo (1599), una obra del pintor Andrés Sánchez Galque, préstamo del Museo del Prado, que muestra el lujo del jefe de una comunidad ecuatoriana fundada por esclavos que escaparon de sus amos. Los tres visten al estilo europeo y utilizan los ornamentos de oro tradicionales para reafirmar su identidad previa.

La visión del hombre como el centro del universo marcó un nuevo enfoque de la identidad. El rol de cada ser humano como único e irrepetible comenzaba a ser reconocido. Entre las obras destacadas por los organizadores hay un cuadro datado entre 1570 y 1580, de un autor de los Paises Bajos, que proporciona una visión cotidiana del barrio de la Alfama en Lisboa (Portugal).

En la galería de personajes (retratados con detalle a pesar de ser numerosos) hay gran cantidad de africanos en los más diversos papeles: desde esclavos encadenados a elegantes caballeros. En la capital de portugal, el 10% de la población era negra, un porcentaje bastante más elevado que en el resto de Europa en aquel momento.