«Adiós fábrica de tabacos»

400 años después (abrió en 1620), Sevilla ha dejado de producir sus cigarrillos.
Grupo de cigarreras de la Fábrica de Sevilla, fotografía anónima tomada a finales del siglo xix.
Grupo de cigarreras de la Fábrica de Sevilla, fotografía anónima tomada a finales del siglo xix.
Grupo de cigarreras de la Fábrica de Sevilla, fotografía anónima tomada a finales del siglo xix.
«Adiós Fábrica de Tabacos, / gloria de las cigarreras / qué pena nos da el pensar / de no volver más a ella; /aquí entramos desde niñas / y ésta fue nuestra alegría / que cantando y trabajando / se nos pasaba la vida». Son los versos que escribió una cigarrera cuando en 1953 la Real Fábrica de Tabacos pasó a convertirse en Universidad.Ayer, otra cigarrera, Josefa Medrano, presidenta del comité de empresa, explicaba a 20 minutos la «sensación de tristeza y vacío» que hay en la fábrica de Altadis en Los Remedios, donde el pasado viernes pararon las máquinas, empaquetaron las últimas cajas de tabaco negro, cesó el ruido y se esfumó el fuerte olor de los vapores. Fue el último día de producción después de 400 años de actividad en Sevilla.

Ante la caída de la demanda de cigarrillos negros, Altadis cierra la fábrica de tabacos más antigua del mundo (abrió en 1620).

A partir de ahora y hasta diciembre de 2007, la plantilla –quedan 105 trabajadores con una media de 30 años en la empresa– se dedicará a la limpieza y desmontaje de las pesadas máquinas: liadoras, empaquetadoras... Antes,  todos recibirán un curso de prevención de accidentes laborales.

Para evitar la especulación, el Ayuntamiento mantendrá el uso industrial de los suelos de Altadis. Sólo un 15% pasará a propiedad municipal para adecuar los márgenes del Guadalquivir.

Plantilla: Hay 105 trabajadores; de ellos, 73 (tienen más de 50 años) se prejubilarán a finales de 2007. El resto (32) será recolocado.

«Las niñas y los niños de la fábrica»

Fernanda Portela. 48 años. Dos hijos. Control de calidad.

«Entré con 18 años y había 800 empleados»

«Nos queremos como una familia. Entré con 18 años, requisito de la empresa. Cuando llegué había 800 personas. Recuerdo que tenía muchas ganas de vivir y ningún problema. Luego llegó la vida real. Aquí he criado a mis hijos y he pasado penas y alegrías. Cada 8 de diciembre celebrábamos el día de la Purísima, nuestra patrona. Poníamos altares con flores y cantábamos y bailábamos. Lo que ocurre me da pena porque, aunque no nos vamos hoy, ya hemos dejado de producir. Cierra mi casa y mi puesto de trabajo».

José Antonio Valdés. 42 años. Dos hijas. Mantenimiento.

«Represento a la cuarta generación»

«En la fábrica trabajó mi bisabuela, mi abuela y mi padre. Soy la cuarta generación. Entré con 19 años, en los almacenes. He pasado por todos los departamentos. Cuando cierren, estudiaré las ofertas. Estoy inquieto porque no sé lo que me espera. He aprendido que lo más importante es la familia y que hay que trabajar para vivir y no al revés. El ambiente es tirante. La gente está pensativa. Cree que su vida va a ir a peor. La inactividad crea ese temor. Estoy triste porque se pierden puestos de trabajo de calidad».

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