Paco Martínez repasa en verso su vida y sus inicios culinarios y recuerda en el pregón a algunos ilustres de Valladolid

El restaurador y dueño de La Criolla Francisco Martínez ha repasado esta tarde, en verso, su vida y sus inicios en el mundo de la cocina en su particular pregón de la Feria y Fiestas de la Virgen de San Lorenzo de Valladolid, en el que además ha tenido un recuerdo para algunas de las personalidades más ilustres de la ciudad.

El restaurador y dueño de La Criolla Francisco Martínez ha repasado esta tarde, en verso, su vida y sus inicios en el mundo de la cocina en su particular pregón de la Feria y Fiestas de la Virgen de San Lorenzo de Valladolid, en el que además ha tenido un recuerdo para algunas de las personalidades más ilustres de la ciudad.

Ante los miles de personas que se han congregado en la plaza Mayor, ante el Ayuntamiento, para escuchar el pregón, Francisco Martínez ha reconocido no haber sentido en su vida ese momento y, a continuación, ha recordado su nacimiento, en Peñaflor de Hornija, y su traslado, a los cuatro años, en 1956 a Valladolid.

Su vida, en el barrio de San Nicolás —"en la calle Sinagoga, que fue zona de judíos, he pensado muchas veces que así empezó lo mío"—, los recuerdos de la leche en polvo y el queso que los niños comían en el colegio fruto de la ayuda americana, su paso al instituto Zorrilla y sus inicios en el mundo de la restauración.

"Y entre tintos y claretes, anchoas y mejillones, estudiaba y trabajaba, no quedaban más opciones", ha rememorado antes de referirse a su "cuñado el de La Teja", quien acudía en ayuda de su familia los fines de semana para ligarse a su hermana, o a las "monas" que se cogía, cuando no trabajaban, junto a Chema y José, de El Corcho y La Tahona.

Su paso por los guateques, donde "a destajo" bailaban 'Mis manos en tu cintura' "y un poquito más abajo" —"tanto se agradecía tocar un poco de magro, un quiqui no era pecado, simplemente un milagro"— y su exaltación del comer —"por eso mismo repito, el comer es divertido, ¡verdad!, no hay mayor placer que se pueda hacer vestido"—, Martínez se ha sumergido en el mundo de las gastronomía para referirse a algunos de los "manjares" de Valladolid (espárragos de Tudela o tomates de Laguna).

Los "champiñones de siempre", los ajos del arriero, la sopa castellana, el pan Candeal, el lechazo churro o la gallina en pepitoria —"¡los productos de Pucela!"— dio paso, en su discurso en verso, a algunos de los personajes más ilustres de la ciudad: el Conde Ansúrez, a quien "le gustaba la menestra"; su esposa Eylo, quien mandaba ir al Pisuerga "para cogerle cangrejos"; Felipe II, a quien la gota "le mató" por culpa del marisco y Cervantes, quien "se mamaba a su manera" y tuvo una hija con una tabernera.

A José Zorrilla y su gusto por el "pica pica" le han seguido, en el pregón, "paisanos" como Delibes, Rosa Chacel, con quien en familia tomaba "caipiriñas y gintonics"; Mariemma, "exigente en su trabajo pero amaba la cocina"; Lola Herrera, cuya sencillez vinculó a su gusto por la ensaladilla; Joaquín Díaz, "otro gran sabio y siempre como un pincel", y Concha Velasco, de quien reconoció no saber qué comerá.

El rabo de toro, la comida favorita del maestro Roberto Domínguez, y el vino, "la mejor medicina", sea de Rueda, Toro, Cigales o Ribera, dieron paso al recuerdo a las personas que con él han trabajado y a la exaltación de la gastronomía de la ciudad: "presumid de esta ciudad y rebuscad en el mapa, no hay rincón en todo el mundo que se hagan mejor las tapas".

"Desde este balcón reivindico y no sólo es cosa mía, que a Valladolid se nombre Ciudad de Gastronomía", ha apelado antes de invitar a los vallisoletanos a disfrutar de las fiestas... "y si pecáis contra el sexto La Virgen, nuestra patrona, os perdona, ¡por supuesto!'.

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