Hoy, Callahan celebra el 30º aniversario de una organización de la que es co-fundador llamado Centro Quijote (Quixote Center) , un grupo que aboga por el derecho de las mujeres a ejercer el sacerdocio, por un mayor peso de los laicos en la Iglesia y por la democracia en Nicaragua y Haití, entre otras cosas.

Cuando comenzó su andadura, en 1976, el Centro Quijote era uno de las varias decenas de agrupaciones liberales que querían un cambio radical en la Iglesia Católica tras el Concilio Vaticano II de la década de 1960.

Hoy quedan apenas una decena, y ésta es una de las mayores.

Los católicos estadounidenses - como el resto del país - se han vuelto más conservadores, por lo que la presión para un cambio en la Iglesia ya no vive su mejor momento.

Pese a ello, la encuestas entre los católicos de este país muestran una mayoría de apoyo a las cuestiones centrales que aborda Callahan: el sacerdocio para mujeres, y una mayor permisividad para hablar de temas como la sexualidad, la orientación sexual y la reproducción.

En 1991, a Callahan se le ordenó dejar de trabajar en el Centro Quijote cuando estaba recaudando millones de dólares para la Nicaragua rural - en contra de la política militar estadounidense del momento - y no criticar a la Iglesia sin autorización.

Como no hizo caso, se le pidió que abandonara la orden jesuita.

Callahan es un hombre de hablar calmado, barba gris y mirada profunda, y un gran sentido del humor que le permite reírse de su estado físico, pues hace diez años que padece el mal de Parkinson.

Es este mismo sentido del humor lo que causó el nombre del centro.

El Centro Quijote ha recaudado decenas de millones de dólares para sus causas y su presupuesto es de entre 1 y 2 millones de dólares al año, con 12 personas en plantilla en la que todos tienen el mismo salario, se convierten en co-directores después de un año, y tienen voz en los proyectos.