Tesoros del Cantábrico: una ruta por la costa tras la rica anchoa

  • Castro Urdiales es uno de los pueblos marineros ligados a la industria conservera.
  • El casco histórico de Laredo mantiene intacto su carácter marinero y medieval.
  • En Santoña hay que visitar la espectacular Reserva Natural de las Marismas.
  • La anchoa, bocarte o boquerón es uno de los iconos gastronómicos de Cantabria.
Vista general de Playa Berría.
Vista general de Playa Berría.
WIKIMEDIA/Nicolás Pérez
Vista general de Playa Berría.

Desde Castro Urdiales hasta la bahía de Santander se suceden todos los paisajes costeros que la mente puede imaginar. El mar Cantábrico y los frutos que se extraen de él serán el denominador común de nuestro recorrido.

El litoral oriental de Cantabria fue durante siglos una de las autopistas marítimas con más tráfico de España. Era en localidades como Laredo donde se embarcaban las lanas castellanas que luego viajarían a Flandes y al resto de las ciudades europeas. Otras como Santoña se convirtieron ya en el siglo XIX en importantes centros económicos gracias al comercio de la anchoa. Pero los pueblos pesqueros no son la única virtud de este rincón cántabro. Tras la línea de costa, de grandes acantilados y numerosas playas, se esconden muchas sorpresas: solitarios faros, amplias marismas y paisajes de bosques y praderas.

El itinerario arranca en Castro Urdiales, uno de los pueblos marineros ligados históricamente a la industria conservera, próximo a la frontera con Bizkaia. La iglesia de Santa María brilla con luz propia, no solo por ser uno de los mejores ejemplos góticos de Cantabria, sino por su envidiable situación junto al mar. El templo forma una estampa singular y bella, junto con el castillo-faro y el puente de Santa Ana, todos ellos en el puerto que durante siglos ha dado energía y divisas a la localidad.

A la hora de abandonar Castro Urdiales tomamos la N-634, carretera que corre paralela al mar desde el País Vasco hasta Santiago de Compostela. El tramo por el que conduciremos es uno de los más espectaculares, pues discurre sobre una plataforma natural marina con excelentes vistas sobre el Cantábrico. Pasaremos junto a la amplia playa de Islares y, justo antes de Liendo, tendremos la oportunidad de disfrutar de las vistas del valle desde su mirador. Unos 5 km después, la carretera nos devuelve al litoral, a la segunda parada de nuestra ruta.

Un casco histórico intacto

Laredo ha cambiado más en los últimos 50 años que en toda su historia. La razón de ello es el auge turístico, palpable en el ejército de construcciones que se concentran tras la playa de La Salvé, la más amplia de toda Cantabria. Son 4 km de arena suave y pálida, flanqueados por un muy agradable paseo marítimo.

El casco histórico de Laredo –la Puebla Vieja y el Arrabal– fue ajeno a todos estos cambios y mantiene intacto un fuerte carácter marinero y medieval. En lo alto se encuentra la iglesia de Santa María de la Asunción, con un interesante retablo flamenco en su interior. En el resto del burgo se alternan palacetes nobles y casonas populares, todas ellas al abrigo de los restos de la antigua muralla.

Aunque Santoña casi puede tocarse desde la playa de La Salvé, hemos de retomar la N-634 y luego la CA-241 para sortear el amplio estuario que forma el río Asón en su desembocadura. El rodeo nos permitirá apreciar la espectacular Reserva Natural de las Marismas de Santoña y cómo cambia radicalmente en función de las mareas. Se trata de uno de los humedales más importantes del Cantábrico, en el que viven o hacen un alto durante las migraciones casi un centenar de especies de aves diferentes.

En Santoña, los vínculos con la actividad pesquera son más que palpables en su puerto, en la lonja de pescado y en las amplias naves conserveras que prolongan la villa. Aquí, el aire huele a salazón y no es un tópico, sino la realidad diaria. Merece la pena recorrer su paseo marítimo junto a la playa y acercarse hasta las fortificaciones que defendían el acceso a la bahía, como la de San Martín o el fuerte de San Carlos, adosadas a una de las laderas del monte Buciero.

Nos despedimos del mar durante unos cuantos kilómetros y lo haremos en la playa de Berria, un amplio y salvaje arenal al que se asoma el penal del Dueso. Una vez que abandonamos Santoña por la CA-147, el paisaje cambia radicalmente. Toca olvidarse de la Cantabria de las olas y los puertos para sumergirse en la cara más rural de la región. Las singulares marismas de Isla, que penetran un par de kilómetros tierra adentro, nos recordarán que el mar sigue cerca, a pesar de los prados que nos rodean. A poca distancia de allí, en la localidad de Arnuero, el molino de Santa Olalla es una prueba viva de cómo aprovechaban los antiguos habitantes del valle la fuerza de las mareas para las tareas del campo.

Impresionantes acantilados

Continuamos por la CA-141, siempre hacia el oeste, pero haremos un alto para acercarnos a San Miguel de Meruelo por la CA-454. El pueblo cuenta con un interesante Museo de la Campana, debido al gran número de fundiciones que existieron en el valle. De hecho, la mayor campana existente hoy en España, la de la catedral de Toledo, fue fundida aquí.

Volvemos a la carretera principal por apenas 1 km y la abandonamos de nuevo para apreciar la iglesia de Santa María de Bareyo, el más excelso ejemplo de templo románico de la zona. Los peregrinos que marchan a Santiago de Compostela por los caminos del Norte llevan siglos pasando por aquí. El siguiente desvío que tomaremos en nuestra ruta será para llegar al cabo de Ajo, el punto más septentrional de Cantabria, al que se accede por la CA-446. La progresiva urbanización de la zona ha robado algo de encanto al lugar y al faro solitario.

Continuamos fieles a la carretera C-141, que ahora comienza una recta interminable para atravesar el municipio de Ribamontán al Mar. Aquí se concentra una de las mejores selecciones de playas de la comunidad. A la de Langre se llega por la carretera que parte desde Galizano. De esta hay que destacar los impresionantes acantilados que la bordean. Existe una cómoda ruta señalizada para recorrerlos andando o en bicicleta de montaña. De quererlo, se podría llegar caminando hasta nuestro próximo destino, Loredo. Si se hace en coche, no hay más que retomar la CA-440 y dejarse llevar hacia el oeste.

Frente a la playa de Los Tranquilos se encuentra la isla de Santa Marina, la mayor de Cantabria, y el lugar idóneo para practicar submarinismo, natación –es posible llegar hasta su playita nadando– u observar las aves marinas que allí se refugian. Ya en Loredo, hay que acercarse al santuario de Ntra. Sra. de Latas, un edificio barroco y rural que guarda en su interior la talla gótica de la Virgen. De regreso a la CA-141, esta nos transportará hasta Somo, enclave turístico que cierra la bahía de Santander por el oeste. Lo mejor es su kilométrica playa, un espigado brazo de arena que hace las delicias de surferos y nadadores, y regala unas cuantas panorámicas para el recuerdo: la del palacio de la Magdalena a lo lejos, por ejemplo.

La anchoa de Santoña

Creada hace más de un siglo, la Feria de la Anchoa y de la Conserva de Cantabria es una de las más importantes del mundo. Se celebra en Santoña a caballo entre los meses de abril y mayo. En ella se ensalzan las virtudes de esta conserva, se realizan exhibiciones, catas y degustaciones, amén de conferencias, talleres y concursos.

La localidad se vuelca en el evento en torno a los puestos de la plaza de San Antonio, siempre en un ambiente festivo. Muy popular es el mercadillo de los sábados, que atrae a miles de personas y donde se venden también anchoas en conserva.

La anchoa, bocarte o boquerón del Cantábrico, es un pescado azul de reducidas dimensiones (de 10 a 15 cm) de la familia de los engraulidae. Es uno de los iconos gastronómicos de Cantabria y de todo el norte, gracias a su excelente relación calidad-precio y a sus propiedades nutritivas.

Se prepara en vinagre, rebozada o frita, pero su presentación en salazón y con aceite es la más popular. Fue introducida en Santoña por mercaderes italianos a finales del siglo XIX. Las escasas capturas llevadas a cabo a inicios de la pasada década obligaron a la Comisión Europea a decretar un parón biológico para que los caladeros de anchoa se recuperaran. En 2011 se reanudó la pesca entre marzo y junio.

Este pescado azul contiene proteínas de calidad y un 6-12% de grasa (con omega 3), que previene enfermedades cardiovasculares. También tiene minerales (selenio, magnesio, hierro y fósforo) y vitaminas A, D y E. Hay que tener en cuenta su contenido en sal para las personas con hipertensión o que siguen una dieta baja en sodio.

Lo que tienes que saber...

  • Visita obligada
    Hay pocas atalayas frente al mar Cantábrico que puedan presumir de una situación tan privilegiada como la del Faro del Caballo. Se ubica en una de las laderas del monte Buciero, adosado a algunos de los acantilados más vertiginosos de la Comunidad. Para llegar a él hay que atravesar un tupido encinar y descender por un interminable tramo de casi 800 escaleras. Desde Santoña, el paseo a pie dura unos 90 minutos. El faro, cuyo edificio se divide en dos bloques, uno destinado a la vivienda del farero y el otro a la torre de la luz, empezó a funcionar en 1863 y actualmente se encuentra fuera de servicio.
  • Sorpresa
    Las playas son el principal tesoro de Ribamontán al Mar, ubicado en el oriente de la bahía de Santander. La de La Canal, en Galizano, es un paréntesis de arena rodeado de verdes prados y presume de estar muy poco urbanizada. Desde ella se puede acceder a la cueva de Cucabrera, una cavidad excavada en la roca del litoral.
  • Qué comprar
    Aunque las anchoas en aceite son la principal seña de identidad de la gastronomía conservera de Cantabria, también se comercializan los boquerones en vinagre o el bonito del Cantábrico en aceite. De este último, la parte más apreciada es la ventresca.
  • Productos de la zona
    A lo largo de la ruta se pueden adquirir los productos típicos de Cantabria como los sobaos y las quesadas pasiegas, las corbatas de hojaldre de Unquera, los embutidos de caza (jabalí, oso o ciervo), el orujo lebaniego, o quesos con Denominación de Origen como el Picón Bejes-Tresviso.
  • La mejor época
    El Cantábrico está hermoso aún en los días más aciagos de invierno u otoño, pero lo ideal para aprovechar las numerosas playas de la ruta es visitar el litoral en los meses cálidos.
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