Con solo una pequeña ilustración de Calvin y Hobbes, OaKoAk convierte una barandilla en la pendiente por la que los dos personajes de cómic se tiran montados en un remolque infantil. Unos rectángulos negros de papel y una partitura bastan pata que un par de escalones de azulejos blancos sean el perfecto piano.

"Francés, de entre 25 y 35 años de edad, de Saint Etienne... No soy muy preciso, lo admito, pero me gusta guardar el anonimato". Bajo el nombre de OaKoAk se oculta un artista con ánimo lúdico y la única pretensión de transformar del modo más imaginativo un bolardo, la grieta de una pared, una boca de riego o los finos barrotes de un respiradero.

Se vale del espray y las plantillas, pero también de materiales frágiles como el papel y el pegamento. El artista no persigue que su obra permanezca, le atrae la condición efímera del arte urbano, poder divertirse en y con la calle: "Quizás, por venir de una vieja ciudad industrial, me gusta demostrar que se puede jugar en cualquier sitio y que las paredes no tienen por qué ser grises".

Busca la inspiración caminando por lugares cotidianos y explorando nuevos terrenos, no desaprovecha la ocasión de buscar en otras ciudades y otros países con elementos similares pero diferentes a los de su lugar de residencia. OaKoAk se enfrenta a la vía pública como a un gran lienzo: "el arte callejero es gratis, eso es lo más importante. Es un enorme museo gratuito que demuestra que cualquiera puede crear algo".

A veces lo más sencillo, como un par de ojos y una boca, bastan para imaginar que un bolardo está en problemas por un socavón o que un contenedor de vidrio es un monstruo voraz. En otras ocasiones, el artista utiliza motivos de la cultura popular que logran sin esfuerzo la simpatía del espectador: la Game Boy (pionera de las consolas portátiles), los trolls, Wally y otros iconos de los años noventa le han servido para decorar macetones, paredes, alcantarillas y registros.