Hélène Cattet & Bruno Forzani: cine de orgasmos a cuchilladas

El incontenible atractivo de un giallo resulta palpitante ante los ojos de cualquier espectador de Dario Argento o Mario Bava, maestros en el asesinato cinematográfico como una de las bellas artes. Ellos y otros practicantes del subgénero criminal italiano, como Sergio Martino, Paolo Cavara o Michele Soavi en sus derivaciones más fantástico-faranduleras, sabían dotar a sus imágenes de crímenes, amputaciones y agresiones purulentas de indudable atracción plástica. De esa fascinación por la imagen truculenta adecentada como un retablo barroco llegamos a su actualización postmoderna de la mano de Hélène Cattet y Bruno Forzani.

Filmin ha incorporado a su catálogo los tres largometrajes que forman la filmografía de esta (encantadora) pareja de cineastas belgas que incluye algunas de las estampas más salvajes y sanguinolentas del cine reciente. Amer (2009), El extraño color de las lágrimas de tu cuerpo (2013) y Dejad que los cadáveres se bronceen (2017) son tres obras maestras que elevan el poder de la imagen hasta nuevos límites de angustia violenta y deseo sexual.

Mientras Cattet y Forzani trabajan en su siguiente proyecto, una atrayente película de animación en la línea de la impresionante Belladonna of Sadness (Eiichi Yamamoto, 1973), esta es una buena ocasión para sumergirse en sus películas, de incuestionable belleza visual y endiablados requiebros narrativos que manejan el tiempo a su antojo. Pero cuidado, porque como cierta habitación de Suspiria (1977), bajo sus luces de colores saturados puede haber una superficie de afiladas espinas.

El debut de Cattet y Forzani es una deconstrucción formal y narrativa de los códigos del giallo. No puede ser considerado un filme de terror en sentido estricto, pero su violencia palpita como cada gota de sudor sobre la piel de su protagonista. Ana, una mujer interpretada por tres actrices en distintas etapas de su vida a las orillas de la costa azul francesa, pasa por la infancia, adolescencia y edad adulta sobreponiéndose a la cosificación sexual de su cuerpo en el relato coming of age más estilizado y  violento del cine reciente.

Tres segmentos de imágenes saturadas de luz, planos detalle anatómicos, insertos musicales trepidantes sacados de partituras de los 70 y una sensualidad que se transmite de cualquier superficie captada por al cámara directamente hasta tus pupilas. El sonido y el nivel gráfico de alguna imagen en concreto (una pista: dientes + cuchilla afilada) pueden acompañarte para siempre.

En el caso de Cattet y Forzani, el siempre complicado segundo largo que viene después de un debut deslumbrante se saldó con su película más alambicada hasta la fecha. El extraño color de las lágrimas de tu cuerpo ya es, empezando por su historiado título, un giallo más ortodoxo, que hace honor a la tradición policial del subgénero y cuenta la desaparición de una mujer que trae de cabeza al protagonista.

Él busca desesperadamente a la desaparecida por distintos apartamentos de la ciudad, mientras los cineastas descomponen la narración en pantallas partidas, comportamientos obsesivos, testimonios nada fiables y muchos, muchos primeros planos de ojos y pupilas dilatándose ante lo que tienen delante (parecido a las tuyas mientras ves la película).

Otro aspecto que Cattet y Forzani llevaron a sus máximas consecuencias en esta película fue el trabajo con los efectos de sonido: en su cine, todo papel arrugado, cristal roto, yemas de dedos sobre labios carnosos u hojas de cuchillo penetrando en tejido muscular suenan varios decibelios por encima de lo normal.

Adaptación de una de las novelas más violentas y perversas (que ya es decir) de Jean-Patrick Manchette. El dúo belga convierte en una fiesta de sudor, sangre y exceso el asfixiante encierro entre unos ladrones de lingotes de oro a la fuga y el triángulo amoroso de unos adinerados decadentes en cuya mansión se refugian los criminales.

Cuando un par de desgraciados agentes de policía se apuntan a la escabechina sin estar preparados para lo que se les viene encima, las tensiones internas terminan de saltar por los aires en un prolongadísmo tiroteo, dilatado temporalmente con tanta tensión y atención a los mínimos detalles que habría hecho las delicias de Sergio Leone.

El segmento con el que participaron en el filme colectivo The ABCs of Death. Píldora de menos de cuatro minutos en la que se reúnen todos los principios activos de su cine: sensualidad, texturas, intoxicación cromática, sexo y muerte.