Treintañeros de hoy y de hace treinta años: ¿quién vive mejor?

  • Jóvenes de 30 frente a mayores de 60 años. Comparamos experiencias para descubrir si la juventud actual es, como dicen, "una generación perdida".
  • Examinamos a los 'baby boomers'—nacidos en los 50— y a los 'millennials', que cumplieron la mayoría de edad en el siglo XXI.
  • Los mayores envidian a los jóvenes sus habilidades tecnológicas, los jóvenes a ellos su espíritu de lucha por el cambio social.
  • Las perspectivas en España, coinciden todos, son peores en 2012 que en 1982.
Valentín, Clara y Manoli comparan sus respectivas juventudes, hoy y en 1982.
Valentín, Clara y Manoli comparan sus respectivas juventudes, hoy y en 1982.
Valentín, Clara y Manoli comparan sus respectivas juventudes, hoy y en 1982.

"Es preocupante la desastrosa visión que tienen los jóvenes de la sociedad. Por un lado, porque no encuentran caminos para la inserción y por otro, porque no se sienten capaces de cambiarla".

De rabiosa actualidad, la cita es del sociólogo José Luis Zárraga en la presentación del primer informe de la juventud en España, del año ¡1985! El estudio mostraba "a una generación bloqueada en su proceso de juventud, marginada a posiciones secundarias del sistema y aislada socialmente".

Judit, Sergio, David y Clara tienen hoy alrededor de 30 años. Los cuatro pertenecen a lo que los sociólogos llaman 'millennials' (el grupo de población que ha alcanzado la mayoría de edad en pleno siglo XXI). Los cuatro se identifican con la etiqueta "generación perdida" que recientemente acuñó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para calificar la falta de oportunidades de los jóvenes españoles. Se ha llegado a decir que son la primera generación que no vivirá mejor que sus padres.

Valentín, Manoli, Mariano y Carlos han soplado ya las 60 velas. Son los jóvenes del informe de Zárraga y pese sus conclusiones, los cuatro coinciden en que Judit, Sergio, David y Clara —que podrían ser sus hijos, pero no lo son— aún se enfrentan a mayores dificultades al irrumpir en la vida adulta en el actual contexto de crisis global.

Años alegres

En 1982 sonaba el 'Bailando' de Alaska a todas horas en la radio. Valentín vivía "sin incertidumbres" y "con bastantes perspectivas de futuro", tras dejar atrás una "época de represión" en la que había faltado "libertad y alegría". Mariano también habla de unos años "felices" con una España que empezaba a creerse  al fin que había dado un cambio. Tenían 30 años, estaban casados y tenían hijos.

Manoli, ama de casa, estaba en idéntica situación vital pero se acuerda de que no todo fueron alegrías. Por aquellos años España vivió la reconversión industrial, que supuso miles de despidos de las grandes industrias. "Acudí a mis primeras huelgas acompañando a mi marido", cuenta. En su empresa ya se conocía el acrónimo ERE. Fue por entonces que Valentín también salió de la industria para establecerse como autónomo. Pero, trabajo no faltaba, dicen. "Había mucho país por construir".

Carlos, periodista, hace memoria y visualiza a todos sus compañeros de estudio trabajando. "Unos peor, otros mejor, pero todos más o menos en lo suyo". "Las pasamos canutas con dos sueldos que no eran una maravilla en los ochenta", pero estábamos comprando una casa en la sierra y teníamos otra alquilada en el centro de Madrid.

Sin casa y sin trabajo

En 2012, Adele no deja de sonar en el dial. Judit, Clara, David y Alex no están casados, no tienen hijos, ni tampoco casas en propiedad. Alguno no tiene ni trabajo.

"Antes, un joven de 30 era un SEÑOR", suelta David, treintañero que vive en pareja y es conductor del metro de Madrid. Uno de los mayores, Mariano, coincide con él en que ellos se hicieron adultos prematuramente. "Los 30 años de ahora se corresponden con los 20 de antes", explica, "porque nos casábamos y nos poníamos a trabajar antes para ganar parcelas de libertad".

La prolongación de la etapa juvenil es un hecho que los sociólogos achacan a una vida escolar más larga que nunca. El gran "orgullo" de la generación mayor,  que sus hijos hayan ido a la Universidad, no se contempla precisamente como una ventaja en el grupo de los más jóvenes.

Álex, a sus 26 años, tras un tiempo de becas y trabajos poco cualificados en el extranjero, ha regresado a vivir a casa de sus padres a Valencia. "A pesar de que estamos más formados también estamos más tirados", dice con voz de enfado. Licenciado y bilingüe, asegura no encontrar trabajo "ni a la de mil". Harto de tirar el tiempo, ha retomado los estudios, esta vez guiado por una pasión que descubrió en Edimburgo, la fotografía artística.

Su colega de generación, Judit, trabaja de lo que ha estudiado —Publicidad—, pero se considera "una privilegiada". Vive independizada en un pueblo grande cerca de Barcelona y cuenta que muchos de sus amigos siguen aún en casa de sus padres, por falta de trabajo. "Se quieren ir de casa pero no pueden". Cuando se junta la pandilla, reconoce, la falta de independencia que viven sale a relucir como la gran frustración del grupo.

"Hemos salido de la universidad tarde, nos cuesta encontrar trabajo y cuando lo hacemos es un puesto de becario que no da ni para pagar el abono-transporte", lamenta Clara, madrileña de 28 años y licenciada en Bellas Artes. El 'shock', añade, es mayor porque "nuestros padres nos han dado todo y nos han acostumbrado a la comodidad".

Falta de expectativas

El periodista Carlos tira de titular para definir a la juventud actual como "una generación a la expectativa". Son los mejor formados, pero sufren una tasa de paro del 51%. "Han tenido muchas oportunidades, pero no tienen cómo ni dónde desarrollarlas. Empiezan a trabajar mucho más tarde y a tener unos sueldos dignos mucho después, si es que alguna vez los tienen", se extiende Carlos.

Alberto Garzón, economista y diputado de IU, decía recientemente en su 'blog' que "desde 1978 a principios de los 90 los españoles ganaron capacidad adquisitiva, pero desque desde entonces y hasta el inicio de la reciente crisis lo que ha cocurrido es un estancamiento de dicha capacidad". Y apunta que en los años más recientes los salarios han subido incluso menos que los precios.

Socialmente, los jóvenes consultados se ven a sí mismos como una generación "menos activa políticamente" y "más individualista". Perciben un viento fresco con el 15-M, en el que está involucrada la madrileña Clara, pero se quejan de que deberían ser muchos más los implicados en el movimiento. "Somos muy conformistas. Si las cosas no son 'ya y ahora' nos cuesta hacerlas", explica Clara.

David también reconoce que el esfuerzo luchador de sus progenitores fue mucho mayor. "Gracias a ellos tenemos derechos por los que incluso ha llegado a morir gente. Ahora nos los están quitando de un plumazo", lamenta cuando sale en la conversación la reforma laboral, los cambios en ley del aborto o  el cuestionamiento del matrimonio entre homosexuales. "Percibo que son derechos que cuesta mucho ganarlos, son muy fácil de perder, y volverá a costar mucho recuperarlos", dice.

El director del Instituto de la Juventud, Rubén Urosa, saca la cara por los treintañeros que, pese al pesimismo por la crisis, "muestran una mayor tendencia a la solidaridad y están más implicados en la igualdad de género, en la lucha contra el hambre o en el medio ambiente".

Asimismo, destierra el mito de que sean menos activos politica y socialmente. "Las nuevas tecnologías son su forma de canalizar esa participación que la generación de sus padres ejercía a través del asociacionismo", dice Urosa, para quien "los jóvenes de hoy tienen idénticas preocupaciones y retos que cada generación anterior: la emancipación, el empleo y la vivienda".

David coincide: "Quizá no haya tantas diferencias. Los problemas se llaman cada vez de una forma. Crisis ha habido antes y las volverá a haber. Esta nos ha tocado a nosotros".

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