Estilo a ritmo de música y ‘flash’

Toni y Úrsula, dos de los protagonistas de la moda en el Primavera Sound.
Toni y Úrsula, dos de los protagonistas de la moda en el Primavera Sound.
R.Q. / M.J.M.
Toni y Úrsula, dos de los protagonistas de la moda en el Primavera Sound.

Bowie rasgó Ziggy Stardust y cayó desplomado en el escenario del Hurricane Festival en junio de 2004. El vuelo en helicóptero hasta el St. George Hospital de Hamburgo no formó parte del show. Los médicos consiguieron restaurar su flujo sanguíneo, pero él decidió  solidificarse. Fin del espectáculo. Bowie desaparecía del epicentro de su historia y se reinventaba en el bucólico epicentro de su vida, semirretirado en Nueva York ejerciendo de padre y esposo.

El agitador estético del siglo XX –instigador mod, loco psicodélico, extraterrestre andrógino, rockero glam, travesti neoyorkino– salió a su último escenario con sudadera de algodón y zapatillas de footing. Fue un acto revolucionario. Una fórmula para relativizar doctrinas estéticas y reivindicar el arte por antonomasia. Sin prejuicios.  Poesía posmoderna de la historia del rock.

Este epílogo destroza cualquier hipótesis sobre fusión inherente entre música y estética. Pero el vínculo es indisoluble. Es posible adorar a Lana del Rey y ser alérgico a la naftalina. Pero es raro. Los acordes suelen combinar con tejidos. Incluso hasta el delirio.

Los incondicionales 'mods' adoraban más la escarapela de la Real Fuerza Aérea Británica que los propios pilotos de la II Guerra Mundial. Ese movimiento, capitaneado por hijos de la deprimida clase trabajadora británica de los 60 se reivindicó a través de la estética. El R&B fue su himno. Fred Perry, su ADN.

Esta generación abocada al fracaso burló la lógica darwinista y exigió su hueco en la historia a través de la elegancia. Su batalla no era reventar las obscenas estadísticas de desempleo e integrarse en el sistema a puñetazos, si no planchar hasta el infinito el traje de muaré a medida y emanar belleza sobre el asfalto a lomos de sus Lambrettas y a ritmo de 'modern jazz'.

Una doctrina tan punk necesitaba un enemigo contra quien descargar la rabia y a quien culpar del stablishment. Pero en vez de dirigir su ira hacia el Palacio de Buckingham, eligieron a los rockers. Tipos duros que representaban los instintos más primitivos, arcaicos y reaccionarios. Y viceversa. Los rockers odiaban a los mods por frívolos, modernos y afeminados. Pero el fondo del conflicto era puramente estético. La orgía de puñetazos londinenses nada tenía que ver con Elvis Presley o Paul Weller. Era una lucha de cuero vs trajes de importación.

El odio se canalizaba a diario en oscuros callejones londinenses a altas horas de la madrugada, aunque la batalla épica ocurrió un fin de semana en el pueblo costero de Brighton en 1964, cuando las dos tribus no dejaron de zurrarse durante dos días. La multitudinaria pelea fue brillantemente retratada en la película Quadrophenia, que se convertiría en hito generacional el mismo día de su estreno.

'Cultivando Glastonbury'

Mientras tanto, en el otro cuadrante de Inglaterra, un agricultor acudía a un concierto de Led Zepellin al aire libre y se quedaba tan impresionado con el espectáculo que decidía organizar un festival en su granja de Worthy Farm (Somerset). El primer año fue el Festival de Pilton y actuaron The Kinks. El segundo año David Bowie fue cabeza de cartel y se inauguró oficialmente el Festival de Glastonbury.

Ahora es evento imprescindible de la modernidad británica, vergel de coolhunters, carne de papel cuché  y referente universal. Pero hace treinta años obró el milagro al fusionar en 900 hectáreas a tribus irreconciliables y estilos musicales opuestos. Johnny Cash y Rage Against the Machine o The Cure y The Prodigy.

El agricultor Michael Eavis armonizó a opuestos y la fórmula se expandió. Desde entonces, los festivales de música –respetadísimos en la Península– han sido clave para fusionar y reconciliar moda, estética y decibelios. El Primavera Sound (Barcelona) es epicentro de tendencias europeas y puerta de acceso a la elegancia.

Viajamos a la última edición en modo coolhuntings con un iPhone para fotografiar las últimas tendencias en Instagram, aplicación vintage para compartir  fotografías en redes sociales. Allí descubrimos que la seda combina con los Creeepers. Las camisas Ben Sherman con accesorios de metacrilato y los mocasines con sombreros de Panamá. Pero sin violencia. Pese al cóctel de estilos, la playa de Brighton no estaba bajo los adoquines del Fòrum de Barcelona... Pasen y vean.

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