Noruega y Marruecos: los españoles prueban suerte para encontrar empleo al norte y al sur

De izquierda a derecha, imágenes de las localidades de Bergen (en Noruega) y Martil (en Marruecos).
De izquierda a derecha, imágenes de las localidades de Bergen (en Noruega) y Martil (en Marruecos).
Nicholasngkw / Mr. Won (FLICKR)
De izquierda a derecha, imágenes de las localidades de Bergen (en Noruega) y Martil (en Marruecos).

Mientras que muchos españoles huyen hacia América Latina en busca de empleo y otros tantos regresan a Suiza, un país caracterizado por la emigración española hace cuarenta años, los hay que miran en dos direcciones: Noruega y Marruecos.

Ambos países, de entrada diametralmente opuestos —en lo cultural, económico y político—, comparten el calificativo de tierra prometida para los ciudadanos españoles.

Noruega

El ejemplo noruego es la historia de Patricia Morales, una profesora de Educación Física de 26 años en paro, que viajó en busca de trabajo al pintoresco pueblo marinero de Bergen, en Noruega. Allí, Patricia encontró un empleo nocturno en una planta de procesamiento de pescado después de pasarse semanas como mujer de la limpieza o vendiendo souvenirs. Ahora, en un país rico por el gas y el petróleo, prepara los menús de sushi que luego se venden en los supermercados. Eso sí, tiene un trabajo fijo.

Tener un buen nivel de inglés es una ventaja. Jorn Age Stikholmen, jefe de operaciones de la planta de pescado, indica a la agencia Reuters la mayor utilidad que tienen las personas que saben hablar bien inglés:  "Algunos son casos imposibles", dice Stikholmen sobre los que no se entienden con el idioma. "Al menos dos españoles terminaron en el hospital con hinchazones y manos congeladas después de noches a la intemperie durante el invierno. Otros recolectan botellas para canjearlas por dinero —una corona noruega por pieza—, mientras que los hay que optan por revolver en la basura", prosigue Stikholmen.

Marruecos

Por otro lado, muchos inmigrantes de Marruecos, Rumanía o Ecuador están regresando a sus países de origen, y junto a ellos van también españoles. Al otro lado del Estrecho de Gibraltar, en el pueblo marroquí de Martil, un puñado de españoles sobreviven a la crisis trabajando allí.

A principios de 2012 había menos de 3.000 españoles registrados como residentes en Marruecos, pero la situación ha dado un vuelco. "Muchos españoles que vienen a vivir aquí tienen rentas entre medias y bajas", comenta Paco Jiménez, coordinador de una iglesia católica, a la agencia Reuters. "Muchos trabajan en turismo, agricultura... Otros vienen porque está cerca de España y Ceuta y así pueden volver a casa fácilmente una vez la crisis termine".

Manuel Bakaro llegó a Marruecos para ayudar a un amigo: "Creo que la crisis financiera está entre las razones de por qué estamos aquí", comenta. "Yo trabajaba como profesor de biología en España y como diseñador artístico, pero estos últimos años no pude pagar el alquiler ni las facturas de la luz y teléfono".

Natalia es de Ibiza y vive con su marido en Martil. Gana 2.600 dirhams —unos 240 euros— al mes enseñando español. Su marido es de Madrid y se trae a casa cada mes 5.000 dirhams —unos 460 euros—. La suma de esas cantidades les da para llevar un buen nivel de vida —teniendo en cuenta que en Marruecos, vivir con 2.000 dirham al mes está considerado una cifra más que aceptable—.

No obstante, Natalia y su marido planean regresar pronto: "En verano intentaré irme a España para encontrar trabajo allí", dice. "Espero que la crisis termine pronto para poder regresar a casa", añade, optimista.

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