El camarero del bar 'Cantábrico' de Valladolid alega que la cocaína ocupada pretendía consumirla ese fin de semana

El fiscal mantiene su petición de tres años, frente a la absolución solicitada por la defensa

El que fuera camarero del bar 'Cantábrico' de Valladolid Julio César A.G, detenido en noviembre de 2011 dentro del local con casi cinco gramos de cocaína, se ha declarado consumidor de esta sustancia durante los últimos veinte años y, por tanto, ha negado dedicarse a la venta de drogas y ha alegado que la mercancía ocupada por la policía la había comprado para tomarla ese fin de semana.

El procesado, durante el juicio celebrado en la Audiencia de Valladolid, ha reconocido que el día de autos, el 18 de noviembre del pasado año, agentes de paisano del Grupo de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional se personaron en el local, sito en la calle Caridad, y le intervinieron un envoltorio de plástico con 3,66 gramos netos de 'coca' que acababa de arrojar al cubo de la basura, si bien ha negado que otro envoltorio con 0,55 gramos hallado en idéntico lugar fuera de su propiedad y mucho menos que uno de los policías le ocupara otros 0,77 gramos en el bolsillo del pantalón.

Respecto del único envoltorio con cocaína que ha reconocido ser propietario, el excamarero, en declaraciones recogidas por Europa Press, ha insistido en que había pagado por la droga algo más de 100 euros y que la misma tenía intención de consumirla ese fin de semana, como hacía habitualmente, a la vez que ha precisado que ese día llevaba encima 685 euros porque una gran parte, 450 euros, eran para entregárselos en mano a la madre de sus dos hijos, como así habían acordado tras su separación.

"Mi jefa me pagaba todos los meses 1.100 euros", ha declarado el procesado, quien ha añadido que con esa cantidad, junto con otros 200 euros en extras, afrontaba sus obligaciones como padre, cubría sus principales necesidades y, además, sufragaba su consumo de cocaína todos los fines de semana y tenía todavía para jugar alguna partida, de ahí la petición absolutoria de su abogada.

Chivatazo de consumidores

Sin embargo, los policías que participaron en su detención han sido taxativos al asegurar que la inspección en el 'Cantábrico' se produjo a raíz de los 'chivatazos' de algunos consumidores de la zona, quienes reconocieron que su suministrador era un camarero de este establecimiento, de mediana edad, pelo canoso y llamado César, que trabajaba en el turno de tarde, con la particularidad de que éste ya estuvo preso preventivo en 2006 por hechos similares, aunque en aquella ocasión quedó finalmente absuelto.

Uno de los agentes ratificó haber ocupado un envoltorio con cocaína en el bolsillo del camarero y otro funcionario se reafirmó en que nada más identificar al procesado, "éste se puso muy nervioso, confesó que la droga la tenía en el almacén, salió casi corriendo a por ella y en el trayecto arrojó dos bolsitas al cubo de la basura", para añadir a continuación que en dicho habitáculo utilizado para almacenaje de las bebidas fueron hallados también una báscula, una bolsa con recortes circulares y un bote con 578 gramos de una sustancia espesante, supuestamente utilizada para cortar la droga.

Pese a que la representante del Ministerio Fiscal reconoció que la cantidad de droga hallada en el local "no es significativa", mantuvo invariable su petición de pena, que incluye una multa de 900 euros, al entender que las pruebas indiciarias son más que suficientes para sostener que el imputado venía dedicándose al tráfico de cocaína.

El hecho de que el acusado no hubiera probado su adicción, "algo que hubiera sido muy sencillo con una muestra de cabello"; las informaciones detalladas aportadas por consumidores que le identifican como suministrador, la distribución de la mercancía en tres envoltorios, la importante cantidad de dinero que llevaba encima y el hallazgo de los distintos útiles hallados en el almacén para cortar y distribuir la droga fueron esgrimidos por la acusación pública como pruebas fehacientes de su culpabilidad.

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