Ocho consignas que debería seguir un jefe "excelente"

  • Determinadas actitudes y características son comunes a los jefes más exitosos.
  • El autor Geoffrey James resume en ocho puntos los mejores "secretos de gestión".
  • Intentar que los empleados disfruten del trabajo se erige como una de las claves.
Un directivo trabajando en su oficina
Un directivo trabajando en su oficina
GTRES
Un directivo trabajando en su oficina

Ser jefe no es tarea fácil. La capacidad de liderazgo empresarial supone saber encontrar el equilibrio entre los intereses del negocio, las dotes de gestión de grupos y la relación humana con los empleados.

Según publica Geoffrey James, autor del libro Business to business selling, en la columna Sales Source que escribe para Inc.com, ser un buen jefe se resume en ocho puntos o creencias a los que los jefes deben ajustarse para lograr el éxito en sus negocios, informa aprendemas.com.

Tras varios años entrevistando a algunos de los mejores CEOs (directores ejecutivos) del mundo, James concluye que existen una serie de actitudes y características comunes a los "mejores" jefes y mandatarios.

1. Una empresa es un ecosistema no un campo de batalla

La media de los jefes, según James, aún entienden su equipo de trabajo como un ejército de personas que se enfrenta a la guerra, sin embargo, los gestores excelentes van más allá del conflicto y no se limitan a ver a la competencia como el enemigo y al cliente como un "territorio por conquistar".

Los buenos jefes ven los negocios como una simbiosis entre las diversas compañías del secor, de forma que varias pueden sobrevivir al mismo tiempo.

Para hacer frente a esta situación crean equipos capaces de adaptarse a los nuevos mercados y asociarse rápidamente con otras empresas si fuese necesario para sacar ventajas, sin importar incluso que sean competidores.

2. Una empresa es una comunidad, no una máquina

Muchos jefes consideran que su empresa es una máquina repleta de engranajes encarnados en empleados y, en consecuencia, crean estructuras rígidas con normas poco flexibles, explica James.

Pero los jefes de éxito ven a su empresa como una colección de esperanzas y sueños individuales, todos conectados por un objetivo o una meta común que los supera como individuos.

Ellos inspiran y motivan a los empleados para que se apliquen y se dediquen al éxito propio y al de sus compañeros y,por lo tanto, a la buena marcha de la comunidad y la empresa en general.

3. El buen jefe dirige y organiza, no controla

Para la media de los jefes todo lo que huele iniciativa propia esconde cierto aire de "insubordinación", por eso a veces se crean entornos en los que se sofocan las ideas individuales de los empleados para imponer sus criterios propios.

El jefe extraordinario es el que establece una dirección general y se compromete a lograr los recursos que sus empleados necesitan para realizar el trabajo, pero que a la hora de tomar decisiones democratiza el proceso fomentando la participación y permitiendo a los equipos crear sus propias reglas para intervenir únicamente en casos de emergencia.

4. Los empleados son compañeros, no hijos

No es tan poco común que algunos jefes vean a los empleados como personas inferiores o inmaduras en quienes simplemente no se puede confiar si no son supervisados por un sistema de gestión patriarcal.

Por el contrario, la lucidez del buen jefe le lleva a tratar a cada empleado de igual a igual como si él o ella fuera la persona más importante en la empresa, generando en esa persona una sensación de pertenencia y responsabilidad hacia el proyecto, así, los empleados de todos los niveles se hacen cargo de sus cometidos.

5. La motivación nace de la visión, no de miedo

La tendencia de muchos jefes a transmitir a sus empleados el miedo de que si no son competentes se enfrentarán "al ridículo, el despido o la pérdida de privilegios" no conduce a nada positivo, según argumenta James.

Tanto empleados como directivos terminan por sentir miedo a tomar decisiones arriesgadas en esta dinámica, evitando lo que supone el quid de todo negocio.

El buen jefe, por el contrario, motiva a su gente potenciando su capacidad para ver un futuro mejor y haciéndoles sentir que serán parte de él. Así, los empleados trabajarán más duro porque creen en los objetivos de la organización, disfrutan de lo que están haciendo y saben que van a compartir las recompensas.

6. El cambio es avanzar, no sufrir

Lo habitual en muchas empresas es ver el cambio como una complicación o una amenaza, y por tanto algo que debe evitarse hasta que no sea inevitable.

Precisamente como algo inevitable pero también natural y lógico es como lo conciben los grandes jefes. Pero no se trata de valorar el cambio en sí mismo, sino la forma en la que la organización y los empleados se preparan y lo asumen.

7. La tecnología mejora la empresa, no la automatiza

Si hace años la tecnología servía para automatizar la empresa y sus procesos productivos —de ahí que las mismas se instalaran en los sistemas centralizados informáticos que deshumanizan y antagonizar a los empleados—  ahora las posibilidades de las nuevas tecnologías van mucho más allá.

Así, el buen jefe sabe que los avances tecnológicos, al tiempo que permiten controlar y pronosticar mejor, también deberían servir para fomentar la creatividad y mejorar las relaciones entre los empleados y sus jefes, sostiene James.

8. El trabajo no debe agotarnos, sino resultar divertido

Para la mayoría de jefes el trabajo, es, en el mejor de los casos, como un "demonio" y esperan que sus empleados sientan algo similar. Por eso creen que estarán resentidos, y tienden a definirse a sí mismo como opresores, aunque sea de forma inconsciente, y por lo tanto a comportarse en consecuencia.

Pero nada más lejos de esto, de hecho, otra de las conclusiones de James —bastante lógica— tras sus entrevistas con importantes CEOs es que el trabajo puede y debe ser divertido, algo lúdico, y de hecho, cuanto más lo sea, mayor será el rendimiento.

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