Un doloroso y lento final

En los dos últimos meses la salud del Papa se deterioró inexorablemente.
Por primera vez, no participó en los actos públicos de la Semana Santa. Sus últimas palabras fueron para los jóvenes.

Enero

Domingo 30: Primeros síntomas de gripe.

Febrero

Martes 1: Suspende la audiencia del día 2. La gripe se le complica con una laringotraqueitis aguda con espasmos. Es hospitalizado en la clínica Gemelli.

Miércoles 2 al lunes 7: Mejoría. Todos los días concelebra la misa en su habitación.

Miércoles 9: Preside en su habitación la misa del miércoles de Ceniza.

Miércoles 23: Recae de la gripe y vuelve a ser ingresado en el hospital.

Jueves 24: Complicaciones respiratorias. Es sometido a una traqueotomía.

Viernes 25: Prescriben que no hable.

Marzo

Fue un mes de recuperación y convalecencia.

Domingo 13: Regresa al Vaticano.

Miércoles 30: Para mejorar su nutrición le colocan una sonda nasogástrica. Poco antes, comparece en su ventana y saluda y bendice a los fieles. No puede hablar, refleja dolor.

Jueves 31: Brusco empeoramiento. Ante la fiebre y la infección urinaria sigue una terapia de antibióticos. Por la tarde se produce un shock séptico con colapso cardiocirculatorio.

A las 00.30 horas recibe la extremaunción. Los fieles empiezan a llenar la plaza de San Pedro.

Abril

Viernes 1: La situación es irreversible, agoniza. Hasta 60.000 los católicos que se congregan ante las luces encendidas de su habitación, en el tercer piso del Palacio Apostólico. El mundo reza por él.

Sábado 2: A las 20.00 h Juan Pablo II recibe de nuevo la unción de enfermos. A las 21.37 h fallece. Hay ya 100.000 personas en la plaza. Minutos después y como marca el ritual repican las campanas de la basílica de San Pedro para anunciarlo al mundo.

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