Odio y desesperación en Gaza

Se esperaba una nueva ofensiva del Ejército israelí contra Gaza.
Jóvenes de Gaza , ayer ante los restos el edificio atacado. Hernán Zin.
Jóvenes de Gaza , ayer ante los restos el edificio atacado. Hernán Zin.
Jóvenes de Gaza , ayer ante los restos el edificio atacado. Hernán Zin.
Se sabía que los tanques iban a avanzar para dividir el país y apretar aún más el nudo que estrangula al millón y medio de palestinos que viven aquí. Pero cuando ayer el primer misil impactó en la ciudad y ésta tembló sacudida por un  rugido, me resultó difícil no estremecerme. Segundos después, otro misil cayó en la misma zona, y desde la ventana del hotel pude ver el fogonazo en el cielo de esta urbe sin luz. Acto seguido: los gritos de horror, las sirenas de las ambulancias, el bulevar Omar El Muktar, los vanos disparos de los AK 47 palestinos, las bengalas sobre el mar.A la mañana siguiente, poco queda del edificio alcanzado, en el campo de Sheij Raduán, a tres kilómetros del centro de Gaza. De una vivienda de tres plantas, apenas algunas columnas y  colgajos de hormigón.  Debajo, los objetos  de la familia de Nabil Abu Silmiya: un cuaderno escolar, unas zapatillas de deporte, una foto de los abuelos.

De sus once miembros, nueve murieron al instante, los padres y siete de los hijos.

«No sabíamos que la familia estaba allí, si no hubiésemos cancelado la operación como  hemos hecho en otras ocasiones»,  me asegura una fuente militar israelí. «Pero sí sabíamos que había reunidos terroristas como Modamed Dif, que han usado a mujeres y niños como escudos».

«¿Pero habéis atrapado a alguno de ellos?», pregunto.

«No, lamentablemente, lograron huir», me explica.

La versión de los vecinos es muy distinta. «Mi casa se movía de un lado a otro, parecía que bailaba», me comenta Jamil Namur, cuya vivienda fue alcanzada por la metralla y presenta puertas arrancadas de cuajo. «Bajé y encontré a la madre descuartizada, en la esquina, y al hijo pequeño allí, en lo alto de ese olivo. ¿Por qué nos hacen esto? ¿Por qué matan a nuestras mujeres y nuestros niños?».

El barrio está conmocionado. Todos conocían a la familia de Nabil Abu Salmiya.  «Queremos venganza; que Israel pague por la forma en que nos trata. No podemos quedarnos de brazos cruzados”, me dice encolerizado Abdeljalil, un joven amigo del mayor de los hijos Nabil Abu Salmiya, que tenía 16 años.

«Pero en ese ámbito nunca podréis ganar, Israel es muy superior militarmente», digo.

«Lo sabemos, porque ellos tienen a los EE UU. Pero no importa. Mejor morir luchando que como animales. Tenemos que hacer ataques en Israel. No nos dan opción».

Una hora más tarde, en el hospital se hace perceptible la misma rabia cuando los cadáveres de los nueve miembros de la familia son llevados en andas por milicianos de Hamás. En los pasillos, los doctores se lamentan de la falta de medicinas y luz.

La procesión con los cuerpos  recorre las calles bajo un sol inmisericorde. Disparos al aire. Gestos de rabia y dolor.  Y, por los altoparlantes de una camioneta, un encapuchado arenga a la multitud con voz desgarrada: «¿Por qué nos llaman terroristas si ellos son los que matan a mujeres y niños? Israel es el terrorista. Pero nos vengaremos. Alá está de nuestra parte. Ya tenemos a dos soldados en el Líbano. Y caerán muchos más”.

Israel mata a 24 palestinos. Entre ellos, un líder de Hamás, su mujer y siete de sus nueve hijos, que perecieron en un ataque aéreo en Gaza. Desde que el soldado hebreo Guilad Shalit fue secuestrado el 25 de junio se han sucedido los ataques de Israel a Palestina. Nuestro reportero, Hernán Zin, nos cuenta lo sucedido desde el lugar de los hechos.

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