"Yo, el heredero" de Eduardo De Filippo, este fin de semana en el Palacio de Festivales

Esta producción, dirigida por Francesco Saponaro, está protagonizada por Ernesto Alterio, Concha Cuetos y Fidel Almansa, entre otros
Yo, El Heredero
Yo, El Heredero
PALACIO DE FESTIVALES
Yo, El Heredero

La sala Pereda del Palacio de Festivales acogerá este viernes, día 13, y el sábado 14, a las 20.30 horas, la producción de Andre D'Odorico 'Yo el heredero', de Eduardo de Filippo.

El reparto está integrado por Ernesto Alterio, Concha Cuetos, Fidel Almansa, Beatrice Binotti, África García, José Luis Martínez Bea, Rebeca Matellán, Natalie Pinot, Manuel Seda, Mikele Urroz, Yoima Valdés y Abel Vitón, dirigidos por Francesco Saponaro (Teatri Uniti-Napoli)

'Yo, el heredero', comedia escrita en napolitano e interpretada por Eduardo De Filippo en 1942, cierra el ciclo de obras que el autor denominó Cantata dei giorni pari (Cantata de los días pares). El propio De Filippo reescribió el texto en italiano en 1972.

La obra comienza con una reunión familiar presidida por el abogado Amedeo Selciano para conmemorar la muerte de Prospero Ribera, que durante treinta y siete años ha vivido en la casa como huésped del generoso padre del abogado, benefactor de los desheredados.

El hijo de Próspero Ribera, Ludovico, como legítimo heredero suyo, reclama ser acogido igualmente por la acaudalada familia Selciano. Ante la negativa de los Selciano, Ludovico les acusa de haber convertido a su padre en un parásito, pero luego consigue convencerlos de que sigan ejerciendo con él su hipócrita labor de beneficencia.

Pero de este modo, al igual que su padre, Ludovico se convertirá en objeto de burla y desprecio, como una especie de bufón, aunque a cambio vive a costa de la familia y disfruta de los favores de una de las mujeres de la familia, como ya había sucedido con el fallecido Prospero.

'Yo, el heredero' es una comedia amarga sobre la herencia y sobre la caridad cristiana, sobre todo el patrimonio de falsos valores que una familia de jóvenes, ya envejecidos en su papel, transmite y conserva de generación en generación.

Eduardo de Filippo somete su dramaturgia a la métrica del teatro puro. Tiene plena conciencia de los sentimientos humanos y pasa con soltura del registro dramático al cómico. Lo hace prestando a los personajes que representa la sonrisa agria del desencanto y su sabiduría de gran actor.

Más que un autor de escritorio es un analista cáustico y feroz, irónico y descarado, que registra con precisión obsesiva las contradicciones y las paradojas del género humano, dándole la vuelta al sentido común detrás del cual se esconde una verdad que nunca resulta consoladora.

La comedia, inspirada en un hecho real que le ocurrió al autor, culmina de manera ingeniosa e insólita. La crítica especializada ha observado en ella influencias de Molière, Feydeau, Ionesco, e incluso una anticipación del mejor Pinter.

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