Isaac Cordal critica el "feísmo" del ladrillazo poblando las ciudades de figuritas de cemento

  • El artista urbano expone en Barcelona una antología de instalaciones efímeras.
  • Las miniaturas realistas y melancólicas son una denuncia contra la "cementización", la vulneración de la Ley de Costas y los desmanes de la arquitectura "dura"...
  • El punto de partida del proyecto fue el consumo de cemento de las constructoras españolas en 2007, el año cero de la crisis: 54,2 millones de toneladas.
Una de las instalaciones callejeras del artista gallego
Una de las instalaciones callejeras del artista gallego
Isaac Cordal
Una de las instalaciones callejeras del artista gallego

Son figuritas que no pasan de los 25 centímetros de alto, hechas en cemento con moldes de silicona y protagonistas de un mundo que no queremos contemplar.

Isaac Cordal (Pontevedra, 1974) compone misteriosas escenas callejeras de hombrecillos ahogados por su entorno, encarcelados, inundados o perdidos en la ciudad. La mayoría de ellas no permanecen en su lugar ni 24 horas: al artista le agrada pensar que cualquiera puede llevarse sus creaciones.

La galería y librería Ras, en Barcelona, expone hasta el 18 de mayo una selección de fotografías y figuras de Cordal, una figura clásica del street art que ha poblado con sus obras efímeras el escenario urbano de ciudades como Londres, Berlín, Milán, Amsterdam y Barcelona.

Desolación surrealista

En 2007, un año antes del comienzo de la crisis, la industria española de la construcción utilizó 54,2 millones de toneladas de cemento, un dato que dio que pensar al artista gallego, que ya llevaba un año gestando la idea de componer pequeñas historias de desolación surrealista con sus personajes.

Cordal decidió utilizar uno de los materiales primarios sobre los que está edificada la burbuja inmobiliaria para reflexionar sobre la "cementización" de las ciudades, la vulneración de las leyes de costa, el feísmo de la cultura del ladrillo, la barrera que suponen los edificios para la luz solar...

Las fotos de la muestra, tomadas por el artista tras montar las instalaciones, juegan con la profundidad de un charco, las dimensiones amenazantes de las palomas o el peligro de un respiradero para las indefensas figuras. El artista representa así, con seres grises, inexpresivos y desvalidos, la fusión del habitante con la ciudad hasta convertirlo en parte del mobiliario urbano.

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