La autora de la novela 'Las ocultas': "Fui prostituta por adicción al dinero fácil"

  • Marta Elisa de León relata en 'Las ocultas' sus años de meretriz.
  • Arremete contra la pornografía, "que vende sexo irreal" y considera la prostitución como un síntoma del sistema en el que vivimos.
Imagen de archivo de una prostituta, esperando en la calle la llegada de clientes.
Imagen de archivo de una prostituta, esperando en la calle la llegada de clientes.
JORGE PARÍS
Imagen de archivo de una prostituta, esperando en la calle la llegada de clientes.

 Marta Elisa de León es el seudónimo que utiliza la autora de Las Ocultas, un libro en el que relata sus años como prostituta, ejercicio que compara "con una adicción al dinero fácil" que acaba generando, en la mayoría de los casos, mucho sufrimiento.

"Tu tienes equis problemas en tu vida, por ejemplo necesitas dinero, y pum, parece que recurres a prostituirte y se te soluciona rápido. Inmediatamente notas una euforia por el dinero fácil, tal vez doscientos euros al día. Y te enganchas, es como las drogas", señala la autora del libro, editado por Turner Noema.

El fenómeno de la adicción, añade, también funciona para los hombres: "La satisfacción que puede encontrar un cliente en las putas es eso, la de una droga momentánea. De hecho es frecuente ver hombres vuelven una y otra vez a gastar un dinero que no tienen".

Como corresponde a una adicción, la salida que Marta encontró a esa vida fue la terapia psicológica, que le aportó "una perspectiva profunda de lo que estaba pasando en mi vida y también de lo que pasaba con los hombres", de quienes se sentía, al menos, "desengañada", confiesa.

En esa fase surgió la que ella considera la razón última de que recurriera a vender su cuerpo: de muy niña había sufrido abusos.

Marta no considera la prostitución tanto un problema social como un síntoma del sistema en que vivimos "que necesita de hombres y mujeres tan perdidos y atontados como para derrochar su vitalidad buscando sexo pleno de manera errónea e infructuosa".

Un ejemplo del sistema es la pornografía, un espectáculo de sexo artificial y engañoso que Marta ve "en muchos más sitios que en los DVD o la red" y que "vende sexo irreal".

"Que sientas que si no eres una 'barbie' no puedes ser una mujer sexual es patológico. Y los hombres no se escapan, porque son los primeros consumidores de esos mensajes", añade.

El libro relata en primera persona el recorrido de Marta desde los clubs que acogían a mujeres dispuestas a negociar el sexo en el horario y con la libertad que quisieran, a las casas, en las que la presión era mayor, aunque nunca dejó de ser libre.

Las esclavas, víctimas de la trata de blancas a quienes conoció desde fuera, las dificultades para ahorrar el dinero negro y para justificar períodos de años sin contrato cuando acudía a buscar empleo, el ambiente opresivo, la violencia sobre el propio cuerpo y el reloj, el tiempo detrás de la puerta de la habitación, fueron constantes de su vida.

Marta, que trabajó en "casas" de nivel intermedio, asume que su experiencia no es universal. Explica que hay muy diversos modos de negocio para la prostitución, desde las mujeres de alto nivel a las esclavas de las mafias, y desde los clubes a la calle.

"Hay muchísimos tipos de clientes", por esa misma razón: "Está el que busca compañía, porque en su vida realmente no la tiene... y no le puedes juzgar duramente. Recuerdo un señor mayor que un fin de año se me echó a llorar porque decía que yo era lo mejor que le había pasado ese año".

"Y luego tienes muchos otros tipos. El jeta que intenta aprovecharse de ti. O los jóvenes que vienen para estrenarse, o los que van de juerga todos juntos. Están también los que recurren a las chicas que están en la calle. Todos sabemos que pueden ser mujeres esclavizadas por las mafias", señala.

Marta firma con seudónimo porque salvo su actual marido y padre de su hijo, y alguna amiga (alguna de ellas dejó de serlo al conocer su existencia 'oculta'), nadie, ni su familia, conoce su vida real.

"De todos modos, hay mujeres que dirán que les va bien... depende de hasta qué punto se hayan metido, etcétera. Te puedes encontrar algunas, pero no creo que sea la tónica dominante. La mayor parte de las mujeres que están, no lo harían si tuvieran otra elección", opina.

En todo caso, "no creo que se deba prohibir la prostitución. Sería como decirle a la gente que no tiene una vía de escape. Hay cosas que se sabe que son malas a largo plazo, pero... eso sí, si la sociedad viviera un cambio de conciencia, la prostitución, tal y como la conocemos ahora, desaparecería por sí misma", concluye.

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