Malvinas: los isleños conviven con miles de minas 30 años después de la guerra

  • Los campos minados en la guerra de 1982 aún se mantienen prácticamente intactos.
  • El coronel argentino retirado Manuel Dorrego detalla cómo se encargó de la colocación de las minas entonces.
  • En conjunto, estima que se colocaron entre 15.000 y 20.000 minas antipersona y antitanque en las islas.
  • También los británicos se habían encargado de minar zonas estratégicas como la costa.
  • Los mandos argentinos acusan a los británicos de escasa preocupación por los isleños al no retirar las minas.
  • Gibraltar y las Malvinas, dos chinas en el zapato de lo que queda del Imperio Británico.
Un cartel que avisa de campos minados cerca de la carretera que une la base de Mount Pleasant con la capital Stanley en las Islas Malvinas.
Un cartel que avisa de campos minados cerca de la carretera que une la base de Mount Pleasant con la capital Stanley en las Islas Malvinas.
EFE
Un cartel que avisa de campos minados cerca de la carretera que une la base de Mount Pleasant con la capital Stanley en las Islas Malvinas.

El coronel argentino retirado Manuel Dorrego tiene 81 años y durante más de 25 se negó a hablar sobre Malvinas, pero ha roto su silencio en vísperas del aniversario de la guerra para revelar detalles sobre los campos minados en 1982, que aún se mantienen prácticamente intactos. Dorrego conserva fresca en su memoria la llamada del general Mario Benjamín Menéndez con un pretexto ficticio para convocarle a una reunión en la que fue informado del plan de la Junta Militar, presidida por el dictador Leopoldo Galtieri, de invadir Malvinas, bajo dominio británico.

Dos días después, relata en una entrevista concedida esta semana, partió hacia el archipiélago como secretario de Obras Públicas del gobierno provisional, que duró apenas dos meses. Fue el encargado de abrir caminos sobre la difícil geografía isleña, facilitar el abastecimiento de agua y de electricidad y de minar el territorio. Aún recuerda su sorpresa cuando descubrió que los ingleses ya tenían zonas minadas antes de la guerra "en toda la costa".

Para sembrar un campo de minas "hay que ser muy cuidadoso", explica, y elaborar un detallado registro sobre la ubicación, con mediciones exactas, para garantizar la seguridad del ejército propio.

Desde su posición en el alto mando, pronto se percató de que la derrota era segura, pero siguió instrucciones y sembró de minas el territorio hasta el último momento en un intento desesperado por frenar la avanzada británica.

En conjunto, estima que se sembraron entre 15.000 y 20.000 minas antipersona y antitanques en las islas. Tras la derrota, entregó al mayor británico Roderick Mac Donald los registros de los campos minados y los detalles necesarios para su remoción.

Durante semanas, "los oficiales y suboficiales argentinos trabajaron removiendo las minas con esos registros", afirma en la entrevista. Sin embargo, los británicos suspendieron los trabajos para evitar que Argentina pudiera invocar convenios militares internacionales que determinan que el ejército de un país debe levantar las minas de su territorio.

Dorrego se pregunta por qué el Reino Unido negó tener información sobre las zonas minadas y por qué no las ha desmantelado aún y "se priva a la población de caminar libremente". "Ya hace 30 años había detectores de minas", afirma, y sostiene que el mantenimiento de las zonas minadas revela la escasa preocupación del gobierno británico por los isleños.

Pese a sus críticas contra Londres, admite que el ejército británico brindó un trato más que correcto a los militares argentinos tras la guerra.

Dura derrota argentina

Tres décadas después, reconoce que ni los mandos ni los soldados argentinos estaban preparados para la contienda ni para las condiciones de Malvinas, "un lugar inhóspito, agresivo". "Fue un intento mal calculado, mal elaborado, no estábamos debidamente preparados". Hasta tal punto, que si el bloqueo impuesto por los ingleses sobre las tropas argentinas hacia el final de la guerra hubiera durado unos días más "nos habríamos tenido que rendir por inanición".

"En un momento llegamos a pensar que podía llegar eso", pero "políticamente no hubiera sido lo más prestigioso para ellos", concluye. Pese a la contundente derrota, opina que el ejército argentino no se esperaba una vuelta tan "dura y tan triste" a su país. "Hay un resentimiento por parte de los soldados. Volvieron con la cabeza baja, nadie los recibió acá, como si fueran malas personas, se les escondió. Durante mucho tiempo no tuvimos el menor reconocimiento como participantes en una guerra", lamenta.

Los 74 días de esta guerra, que dejó cerca de 900 muertos, cambiaron la vida del excoronel, que perdió a su yerno en la contienda, abandonó el Ejército tras volver a Argentina y se dedicó a vender maquinaria agrícola.

Treinta años después del conflicto, defiende una salida pacífica: el reclamo en los foros internacionales y la búsqueda de fórmulas para compartir una sociedad conjunta con los isleños. Pero para llegar a eso, reconoce, harían falta, al menos, otros 30 años.

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