Ferran Adrià: "Yo nunca he buscado el éxito: el éxito me ha buscado a mí"

  • El que fue mejor cocinero del mundo presenta el documental 'El Bulli: Cooking in Progress', que se estrena en España el viernes."
  • "En España llegó a haber bullitis y no fue por querer innovar, sino por triunfar".
Nació en Hospitalet de Llobregat en 1962. Su restaurante, El Bulli, consiguió la tercera estrella de la Guía Michelín en 1997, y durante la pasada década fue elegido cinco veces el mejor del mundo.
Nació en Hospitalet de Llobregat en 1962. Su restaurante, El Bulli, consiguió la tercera estrella de la Guía Michelín en 1997, y durante la pasada década fue elegido cinco veces el mejor del mundo.
JORGE PARÍS
Nació en Hospitalet de Llobregat en 1962. Su restaurante, El Bulli, consiguió la tercera estrella de la Guía Michelín en 1997, y durante la pasada década fue elegido cinco veces el mejor del mundo.

Algo escéptico, el periodista se enfrenta a Ferran Adrià, el fenómeno mediático que convirtió a los chefs en estrellas, mezcló todo tipo de conceptos y reinventó, para muchos, la cocina. ¿Un genio? Seguramente. Y alguien encantador que, durante media hora, parece feliz de hablar de lo divino y lo humano.

Un documental sobre El Bulli: ¿qué tiene ese restaurante para provocar tanto interés?

Ser una referencia... De innovación. Porque ahora se nos llena la boca con la innovación, pero, nano, la innovación no son momentos místicos, sino mucho trabajo.

Trabajo y golpes, supongo.

Eso es intrínseco a la innovación. En EE UU, por ejemplo, se premia el riesgo, pero aquí no, y no hay que desanimarse. Y, en tiempos de crisis, El Bulli es un buen ejemplo: una pyme que invirtió gran parte de sus ganancias en I+D y funcionó. No éramos extraterrestres,  sino un equipo de gente normal que llegó a ser referencia.

¿Lloramos mucho en este país, pero luego hacemos poco?

Un parado tiene todo el derecho del mundo a quejarse y llorar, pero si queremos innovar, tenemos que cambiar de mentalidad.

¿Qué es la creatividad?

Algo sencillo: cómo se hacen las cosas. Y tiempo, disciplina, talento... La creatividad se entrena: Cristiano y Messi son los mejores porque entrenan más que nadie, y aquí pasa lo mismo. Eso de que los cocineros somos como estrellas del rock... No. Yo trabajo de ocho y media de la mañana a dos de la madrugada, 18 horas al día. Pero me lo paso pipa, porque la pasión es imprescindible en la creatividad.

¿Cómo se mezclan creatividad, trabajo y visión empresarial?

En El Bulli se hizo gracias a una ética y un espíritu de pasión, libertad y riesgo. Y fue el trabajo de muchos: de todos los que trabajaron allí, de los clientes que comieron y de los periodistas que escribisteis sobre él.

¿Y usted? ¿Qué hizo?

Ordenarlo todo, buscarle una lógica. Pero sobre todo adelantarme, transformarme cuando tocaba, porque lo importante es transformarte antes de que te coja el toro.

¿Qué fue lo más duro?

Tal y cómo está el mundo, no me voy a quejar... Quizá, no estar más tiempo con mi familia, porque no tengo una vida personal y otra profesional, sino una vida donde todo se mezcla. Así que procuro aprender y positivizarlo todo.

¿Ha hecho sufrir a su familia?

No: ellos sufren si cuando llegas a casa ya estás pensando en marcharte a currar. La pasión es buena. La obsesión, no, y yo no tengo obsesión. Mi mujer sabe que hay cosas que no me puede pedir porque entiende mi pasión, mi adrenalina por hacer cosas.

¿Ha trabajado alguna vez contra algo o alguien?

Contra mí mismo. Era imposible que un cocinero fuera portada de The New York Times, y yo lo fui. Lo máximo era tener tres estrellas Michelín, y yo las tuve en 1997: desde entonces todo ha sido un regalo, un premio, algo imprevisible.

¿Y este país y su escepticismo, los chistes sobre espumas o tortillas de patata deconstruida?

La vanguardia siempre se ha  enfrentado a esas cosas y, además, todo el mundo opina sobre cocina, algo que no me molesta. Pero vamos... a mí no se me ha criticado por innovar, sino por triunfar. En España llegó a haber bullitis, y por eso también me he transformado. He dejado sitio al resto, y que sean Roca, Aduriz o Arzak los que peleen por ser el mejor cocinero del mundo.

Todos opinamos de El Bulli, pero casi nadie comió allí. ¿Es justo?

No sé... Es normal. Y bueno, muy bueno, porque significa que la cocina es un fenómeno social con cada día más alcance. Creo, y no exagero, que la cocina empieza a tener la misma fuerza que el fútbol. Hace 20 años me decían que todo esto era una moda... No, perdone, no es una moda: todo el mundo come, y por eso también todo el mundo puede opinar, y es muy divertido discutir de cocina.

Cuando era un niño, ¿se discutía de cocina en su casa?

No sé... a mí no me interesaba, pero a través de varios trabajos era, con 22 años,  el jefe de cocina de El Bulli. Llegar tan pronto y no saber casi nada me sirvió para no estar influenciado, para preguntarme siempre el porqué de las cosas. Eso viene muy bien. En tu mundo pasa lo mismo: pregúntate, cada día, qué es un periódico. Qué es ser periodista. Si te lo preguntas todos los días, quizá de vez en cuando encuentres respuestas que te sirvan para algo.

¿Se siente querido en España?

Sí, muy querido. Pero solo como cocinero, no como pequeño empresario o innovador. Aquí, por ejemplo, existe el mito de que El Bulli no daba dinero, cuando yo jamás he dicho eso: El Bulli cuesta dinero, que no es lo mismo, porque está en una estructura. ¿Que no somos millonarios? No, porque hemos preferido otras cosas.

¿Y usted? ¿Cómo ve España?

Con miedo. Y, una vez más, sin innovación. Y no hablo de la NASA, sino, por ejemplo, de cómo educar a los niños, porque no es igual educar a un niño en 2012 que en 1980. Pero... ¿se lo pregunta la gente? No. Es una actitud. Creen que ser creativo es complejo, y lo rechazan.

¿Esto es una crisis o un cambio?

Un cambio... Brutal. Un cambio que todavía no hemos sido capaces de explicar, pero en el que cambiarán muchas cosas que dábamos por seguras.

¿Por ejemplo?

Se acabó mirarnos el ombligo. Un español debe, más que nunca, mirar hacia fuera.

Y hace nada, muchos se quejaban de la inmigración...

Es que eso era... Mira nuestra relación con Latinoamérica: penosa. No era de tú a tú, sino con paternalismo, cuando tenemos muchísimo que aprender. Pero bueno, la necesidad acelera las cosas, y la aceleración será brutal.

¿No nos atropellará?

Hay un tema importante: este era un mundo para dos mil millones de personas, y pronto seremos diez mil. El mundo occidental estaba hecho para vivir 65 años, y viviremos 90. ¿Quién paga esos 25 años? ¿A quién se los quitamos?

Pese a todo, lo veo contento.

Sí. Soy optimista, aunque sé que hay gente que está muy jodida. Viene bien salir de vez en cuando de España para no caer en esta depresión colectiva, en esta espiral imparable.

Me decía que cada día aprende algo: ¿qué aprendió ayer?

Que no hay que buscar el éxito sino la felicidad. La mayoría de los que tienen éxito no son felices.

¿Y usted? Es feliz y exitoso.

Sí, porque yo nunca he buscado el éxito: el éxito me ha buscado a mí. Era impensable que un chaval de Hospitalet llegara donde yo he llegado, pero aquí estoy.

Tres estrellas de la constelación Adriá

La película. Dirigida por Gereon Wetzel, se estrena el viernes en España tras meses de cierto éxito en otros países. El documental sigue el proceso de un plato hasta llegar a la mesa de El Bulli: cómo Adrià y sus compañeros dedicaban seis meses a buscar, inventar y experimentar con productos hasta volverlos platos sorprendentes.

La fundación. En enero de 2010, Adrià anunció que El Bulli cerraría sus puertas hasta 2014. ¿Para qué? Para convertirse en una fundación privada que formará nuevos talentos de la cocina y fomentará la creatividad de los jóvenes especialistas gastronómicos.

El hombre ¿Que hará Adrià? Para empezar, "no rendirle cuentas a nadie": por eso aporta su propio dinero (junto al de otras empresas privadas) a la fundación. Adrià también publica exitosos libros, como La comida de la familia.

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