El verano aumenta el riesgo de anorexia en las adolescentes

Seis de cada 10 jóvenes valencianos están en peligro, aunque sólo caen entre el 1 y el 3%. Influye la predisposición biológica.
Ya es verano. Toca ir a la playa y ponerse el bañador, un momento crítico para algunas adolescentes que se plantean ponerse a dieta. Según explica el doctor Rojo, jefe de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria de La Fe de Valencia: «En verano hay más campañas para controlarse el peso y los más vulnerables temen exhibirse ante los demás».

Así, entre un 60 y un 70% de los adolescentes tienen riesgo de sufrir algún trastorno de este tipo, pero sólo el 1% cae en la anorexia y el 3% en la bulimia.

Puede venir de familia

Para Rojo, influyen factores psicológicos (baja autoestima, han sufrido burlas por estar «gorditos» y lo único que controlan de sí mismos es su peso), pero también hay predisposición biológica. De hecho, «el riesgo de caer es mayor en familiares de gente con trastornos».

La etapa más crítica es la pubertad, aunque el especialista confiesa que ha tenido pacientes de 11 y 12 años («es raro en estas edades) e, incluso, a una señora de 60.

¿Cuándo una dieta para perder unos kilitos se convierte en un problema? Según Rojo, «cuando no puedes dejar de hacerla».

En La Fe hay ingresados ocho chicas y dos chicos. «No les obligamos a comer, excepto que haya riesgo vital», dice. Casi ninguno entra de forma voluntaria y se apoyan entre ellos. Rojo es tajante: «Se puede curar».

Sandra sufrió anorexia durante dos años

«Llegué a tener pánico a la comida. Es duro salir»

Sandra tenía 17 años cuando cayó en las redes de la anorexia. Llegó a perder diez kilos. Con 19 años la superó. Ahora tiene 26 y cuenta que sus padres la llevaron al psicólogo engañada. «Si hubiera sido por mí, no hubiera ido».

¿Cómo empezó todo?

Fue un cúmulo de circunstancias. Siempre he estado delgada, pero en una temporada gané cinco kilos. Eso, unido a la edad y una baja autoestima, desencadenó todo.

¿Qué hacía para no comer?

Engañaba. Trataba de estar sola en las comidas para no comer o tirarla. Desayunaba un vaso de leche a las seis de la madrugada y hasta las tres no comía nada. Luego me metía lo justo y, para cenar, dos rosquilletas integrales.

¿Cómo aguantaba?

Es un ciclo. Cuando llevaba mucho tiempo sin comer, me daba un atracón. Me deprimía y otra vez a no comer.

¿Cuál fue su mayor apoyo?

Mis padres, sin ellos me hubiera quedado en la cuneta. También mis amigos.ç

¿Cuesta salir?

Si quieres, sales. Llega un momento en que quieres comer porque estás mal y te das cuenta de que le tienes pánico a la comida. Es duro superar esta adicción.

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