Existe (todavía hoy) un más acá de la ciberprotesta, y es tan antiguo como las ciudades: la ocupación, con fines reivindicativos, del espacio físico urbano. Bulevares, plazas, edificios institucionales, colegios… La persistencia en el tiempo de la crisis económica ha regalado una segunda juventud a las formas tradicionales de protesta, manifestaciones callejeras y huelgas, pero también a otras más recientes, situadas a medio camino entre el heroísmo individual y la barricada colectiva.
Frente al activismo concentrado en el tiempo y en el espacio que representan las manifestaciones, las acampadas y los encierros (en los últimos tiempos, gremios esenciales como el de los bomberos o los profesores los han practicado) conjugan la ocupación permanente del espacio público (casi siempre un punto neurálgico de una ciudad) con la visibilidad mediática prolongada en el tiempo.
Junto a las formas de protesta colectivas, como las mencionadas en el párrafo anterior, hay otras que son puramente individuales. Sus protagonistas son, por lo general, parados de larga duración, autónomos asfixiados por deudas o trabajadores en situación precaria o recién despedidos. Su objetivo: romper el velo de la indiferencia social, llegar a los medios de comunicación y con ello aspirar a que su situación mejore.
Aunque en ocasiones también ocupen el espacio público, es más habitual que estos 'indignados solitarios' opten por acciones llamativas (carreras solidarias, camiones-protesta y desnudos públicos) o decisiones arriesgadas para su integridad física (huelgas de hambre y amenazas de quemarse a lo bonzo). Sus despliegues suelen contar con la aprobación de los ciudadanos, aunque no siempre su valentía y originalidad se ven recompensadas.
Así protestan:
- Leire Sainz-Ezkerra, atención al cliente
Leire Sainz-Ezquerra trabaja desde hace 11 años, subcontratada por diferentes empresas, en el servicio de atención al cliente de Iberdrola en Güeñes, una pequeña localidad de Vizcaya que sufre los estragos la deslocalización y el consiguiente aumento del paro (el índice de desempleo en la comarca se sitúa en el 17%, muy por encima de la media del País Vasco, un 11,2%).
Leire lleva una semana en huelga de hambre. Su sueldo, 800 euros, apenas le da para ir tirando. "Una huelga tradicional no servía para nada, Iberdrola subcontrataba a otra empresa y cubría nuestros puestos", dice. "Además", recuerda, "los medios de comunicación nunca nos hicieron caso cuando nos poníamos en huelga o nos manifestábamos".
"Desconcentrada y muy cansada", Leire no pierde la esperanza en que con esta huelga de hambre, que lleva a cabo junto a otra compañera, sus problemas cobren protagonismo público: desde diciembre de 2010, 70 empleados, la mayoría mujeres, han sido despedidos de sus puestos; y, desde marzo, en aplicación de la nueva reforma laboral, otros 11 fueron despedidos por estar de baja por enfermedad (justificada).
Leire habla con cautela del futuro, aunque puntualiza que su huelga de hambre es indefinida. De momento, nadie de Iberdrola ni de la compañía para la que trabaja directamente (Konecta BTO), se ha puesto en contacto con ella. "Los medios, al menos, ya se están haciendo eco de la noticia", dice, "es un paso, esperemos que no sea el último".
- Carlos Marcos, bombero
Carlos Marcos fue uno de los bomberos que acampó aquel 15 de mayo del año pasado -el mismo día, puntualiza, que los jóvenes del 15M- en el paseo del Prado de Madrid. "Fue una acción desesperada", recuerda, "se habían agotado todas las vías reivindicativas, necesitamos dar un golpe de efecto".
Los bomberos de Madrid estaban en conflicto con el Ayuntamiento de la capital. Acusaban al consistorio de trabajar con unos medios precarios y con unas plantillas exhaustas y mermadas. Era un conflicto largo y encallado en el que ninguna de las partes lograba alcanzar un consenso mínimo, y del que todavía no se vislumbra un final.
"Buscábamos un acto llamativo", dice Marcos, "y tras una serie de huelgas, decidimos plantar el campamento". La acampada duró 15 días y los bomberos que tomaron parte en ella recibieron acusaciones de todo tipo, desde que daban mala publicidad a la ciudad hasta insultos de gandules y vagos.
"A corto plazo, sinceramente, no solucionó nada", reflexiona Marcos, "pero puede que a medio o largo, sí". Sobre el regusto de aquellas jornadas, Marcos es tajante: "Fue algo agradable, nos dejó buen sabor de boca, repetiríamos".
- Marisa Aguirre, profesora
El instituto de Educación Secundaria (IES) Juan de la Cierva, en Madrid, fue uno de los primeros centros educativos de España que realizó un encierro en protesta por la situación de la educación pública (en general) y las medidas tomadas por el Gobierno de Esperanza Aguirre (en particular), que han supuesto este año un recorte drástico de los profesores interinos, un aumento de horas lectivas para los docentes y la merma de las actividades de formación complementarias (salidas fuera de los centros, tutorías, etc.).
Marisa Aguirre, profesora en este instituto y una de las protagonistas de aquel primer encierro, lo recuerda así: "Tuvimos una repercusión mediática tremenda; queríamos dar a conocer nuestro problema, y no encontramos un método mejor".
Las otras opciones eran las huelgas (hasta 9) y las manifestaciones frente a la Consejería de Educación de la capital. Estas jornadas de lucha recibieron el nombre de 'marea verde'. Pero el Juan de la Cierva, como otros muchos institutos, asumió que manifestarse no era suficiente. De ahí nacieron las 'noches verdes': docentes y alumnos, codo con codo, "luchando por la educación". Y, "aunque de momento" los encierros han cesado, la lucha continúa.
Otras formas sui géneris de protesta:
- Jorge Linares, camionero
- Doney Ramírez, trabajador
- Lennart Cromstedt, tripulante de cabina
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