Maribel Verdú: "No quiero a mi alrededor gente que me complique la vida"

  • La actriz madrileña recuerda sus inicios y confiesa no tener sueños "que luego se van a tomar por culo".
  • Se considera pragmática y dice estar, ahora mismo, "muy feliz".
  • Verdú protagoniza 'De tu ventana a la mía', que se estrena este viernes.
Nacida en Madrid en 1970, con 13 años empezó a hacer anuncios. A los 15 aparecía fugazmente en las series La huella del crimen y Segunda enseñanza.
Nacida en Madrid en 1970, con 13 años empezó a hacer anuncios. A los 15 aparecía fugazmente en las series La huella del crimen y Segunda enseñanza.
JORGE PARÍS
Nacida en Madrid en 1970, con 13 años empezó a hacer anuncios. A los 15 aparecía fugazmente en las series La huella del crimen y Segunda enseñanza.

Es la hora de comer, y lleva muchas horas levantada. Entrevistas para prensa y televisión, un photocall, alguna sesión de posados... Pero no: no parece cansada y, como siempre, es encantadora. Delgadísima pero espléndida, Verdú presenta en Madrid De tu ventana a la mía, que estrena el viernes y por la que obtuvo su octava candidatura al Goya.

"A mí lo que me gusta es rodar, no la promoción –reconoce la actriz en la intimidad de una sala de cine vacía–, pero es fundamental que se sepa lo que hacemos. Por eso me entrego a esta parte como si me fuera la vida". Además, hoy está muy satisfecha con la película: "Sí, porque desde hace mucho solo me embarco en proyectos en los que creo. Odio tener que promocionar algo vergonzoso: me ha pasado, noto vuestras miradas, y no es agradable".

Buenas o malas, hemos visto a Verdú en infinidad de películas. Ya en sus primeros papeles, como el de la deliciosa El año de las luces (1986), nos empezamos a fijar en esa inconfundible, morena y voluptuosa chica dentona. Pues bien: 26 años después, aquí sigue. Según ella, aun más nerviosa que al principio: "Entonces era una inconsciente –asegura–. No sabía la repercusión de cada trabajo, que te miran con lupa. Que no solo se fijaban en que era mona y dentona, sino que mi actuación generaba opiniones. Para mí, era un juego: ni sabía lo que era la crítica o los Goya. Por eso ahora hay más miedo y responsabilidad, nos jugamos mucho".

¿Le cohíbe esa responsabilidad al elegir un proyecto? "No –contesta en el acto–, porque elijo solo proyectos que sean diferentes, en los que pueda aportar algo a mi personaje, que me emocionen... No elijo pensando en la crítica, el público o los premios. ¡Y nunca espero nada de la vida, nada! La vida es una sorpresa, y las cosas y los regalos inesperados son los mejores".

La buena estrella

Para ella, el mayor regalo de su carrera fue trabajar con Francis Ford Coppola, autor de El padrino o Apocalypse Now. Fue en 2009, en Tetro ("fíjate –sonríe–, tantas obras maestras y las hostias que le dieron por esa película"), tras verla el director en Y tu mamá también y El laberinto del fauno. Como Coppola, han ido llamando a su puerta Trueba y Aranda, Cuarón y Garci, Cuerda o Guillermo del Toro. "Pura suerte", asegura. ¿Y no tiene usted algo de culpa? "A ver... La suerte está ahí. Hay gente con estrella y gente sin ella. Es verdad que hay una actitud, estar con los ojos abiertos, pero que el director te imagine en ese personaje y te escoja es azar. Pienso en mi vida y solo puedo decir: ¡Joder, tío, qué suerte he tenido!".

Lo que es cierto es que Verdú tuvo siempre la suerte de dedicarse a lo que le apasionaba. Nacida en Madrid en 1970, con 13 años empezó a hacer anuncios. A los 15 aparecía fugazmente en las series televisivas La huella del crimen y Segunda enseñanza, poco después se curtía con Armendáriz en 27 horas y, en 1987, se convirtió en icono de la sexualidad adolescente y barrial gracias a la memorable La estanquera de Vallecas. Desde entonces, trabajo, fama y, por supuesto, la perenne atención de fotógrafos y cámaras.

"No reflexiono sobre si soy o no famosa –asegura–, ni llevo mi pasado en la mochila. Lo hecho, hecho está: me importa lo de ahora, no es sano quedarse atrás. Soy demasiado pragmática: como mucho, pienso en qué haré durante los próximos tres días. Porque tampoco me gusta soñar: la vida me ha puesto demasiadas pruebas por delante, y cada vez que me he puesto a fantasear con algo y he hecho muchos planes, todo se me ha ido a tomar por culo. Así que no, no tengo muchos sueños: lo único que hago es levantarme, intentar estar bien, afrontar el día con toda la fuerza del mundo y hacer todo lo posible por hacerles la vida fácil a los que me rodean. ¿Que qué busco yo? No quiero a mi alrededor a gente que me complique la vida. Huyo de ese tipo de personas. Yo simplifico, hago las cosas".

Los miedos

Mientras uno la escucha hablar y se fija en su atractivo, en su trato cercano, en cómo toca la pierna o el brazo para subrayar sus palabras, hay algo que no acaba de cerrar: tras esa pretendida simplicidad y ese discurso basado en la sencillez y la intuición, hay una mujer de casi 42 años curtida en mil batallas, acostumbrada a vivir decenas de personajes y con muchos años bajo los focos y el ojo público. Tantas películas y obras de teatro habrán construido su personalidad, le habrán servido para escarbar en su propia existencia. "Pues te voy a hundir –dice tras reflexionar un poco–, pero no. Pienso y reflexiono lo justo para no volverme loca. Ojo: en cosas muy personales, en lo que realmente me importa, ahí sí. Pero no en lo que respecta al cine y a los personajes. Esto es un juego. Me leo un papel, me gusta ensayar y sacarle matices, desarrollar su vida, pero ni me aporta experiencias personales ni aprendo nada vital. Lo siento: no voy a hacerme contigo la actriz interesante porque, tío, soy muy práctica. Y este trabajo es solo jugar y divertirme".

Eso sí, hay algo que le asusta, en el cine y fuera de él: el mal rollo. El mal ambiente. "No soporto no entenderme con un director porque quiero que me dirija y me ame, que me quiera y sea mi cómplice y amigo. Me pasa lo mismo en una sesión de fotos: si no me llevo bien con el fotógrafo, me muero". Tampoco le gusta verse en una película ("La primera visión es una tortura, nunca me acostumbraré, pero no me autoflagelo. Me niego: no gano nada. ¿Para qué?", pero le apasiona despertarse, como ahora, y tener una función. "Estoy con El tipo de la tumba de al lado, en el Teatro Goya de Barcelona, y soy feliz. Me apasiona el viaje con los compañeros, el trabajo de darles vida a esos personajes". Viéndola tan alegre y cómplice, será verdad: Maribel Verdú tiene suerte. Pero es cierto: viéndola actuar tantas veces y, sobre todo, conociéndola en persona, es obvio que hay algo más. Algo, muchísimo, más.

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