Reducirse a lo esencial para representar lo universal, esa es la consigna de Iris Schomaker (Stade-Alemania, 1973), que se ciñe con disciplina al blanco, al negro, al gris y al azul para mostrar que una imagen puede contener todas las imágenes.

La galería Thomas Schulte de Berlín expone hasta el 10 de marzo Doing Real Things (Haciendo cosas de verdad), una colección con el arte más reciente de la artista residente en la capital alemana: figuras esquemáticas que miran al espectador, buscan la comodidad en un sofá o se mecen por la melancolía y los movimientos erráticos de las piernas.

Mezcla óleo y acuarela sobre madera y no persigue la representación figurativa, sino el efecto de icono que puede tener un motivo cualquiera y que Schomaker compara con el recuerdo posterior que tenemos de un sueño o un recuerdo: "La montaña en sí constituye una imagen que activa muchas asociaciones y lleva consigo una carácter simbólico. No me interesa si esa montaña es el Zugspitze (el pico más alto de Alemania) o no".

La artista se rige por las imágenes primarias y lo que representan sus cuadros pasa entonces a un segundo plano: la mujer tendida sobre el sofá reproduce una atmósfera que hace sentir a quien la observa el tacto de la tapicería y el reposabrazos en la espalda.

Entre las manchas de color se pueden ver los trazos iniciales a carboncillo. Iris Schomaker los deja como prueba del camino que ha seguido y los combina con la pintura definitiva que ha fijado la postura del personaje anónimo. Las líneas negras quedan entonces como movimientos previos de la figura capturada.