Un corte informático siembra el caos en los centros de salud

Los ordenadores no funcionaban, las recetas se hicieron a mano y no pudieron dar citas. El fallo afectó a toda Andalucía.
Una mañana sin ordenadores puede convertirse en un pequeño caos y eso es precisamente lo que ocurrió ayer en los centros de salud andaluces. Un corte eléctrico en la central de datos del Diraya (sistema de historial clínico digital), con sede en la Isla de Cartuja (Sevilla) sembró el desconcierto en buena parte los de centros de atención primaria de Andalucía.

El fallo ocurrió entre las 7.45 y las 8.30 horas y hasta cerca de las 13.00 horas, los ordenadores de los centros de salud de Granada no comenzaron a funcionar, aunque en otras zonas de Andalucía no lo hicieron hasta bien entrada la tarde.

Colas en las consultas

Los administrativos tuvieron que sacar papel y boli para apuntar nombres y teléfonos. Los médicos recetaron a mano y en las puertas de las consultas se pedía la vez.

«Es lo único que podemos hacer para atender a los pacientes», reconocía José María Martínez, director del centro de salud de La Zubia. Los teléfonos se colapsaron y los facultativos echaron mano de su memoria para recordar el historial de sus enfermos. El apagón informático tampoco permitía derivar a los pacientes al especialista y los pediatras no pudieron incluir en sus informes a quienes habían vacunado.

«Todo es un jaleo, pero  ¿qué tenemos que ver nosotros con Sevilla?». Maruja Molina pretendía cambiar la cita con el oculista y se había dado «el paseo en balde».

El fluido eléctrico del edificio que aloja el servidor central del Diraya se cortó y el ordenador no fue capaz de arrancar el sistema de seguridad diseñado para evitar que ocurra lo que sucedió.  «Es muy grave», reconcen los propios técnicos responsables del sistema.

Alicia Benavente. 19 años. Estudiante. «En mi caso el apagón de los ordenadores me ha beneficiado porque me han atendido antes. Me han dicho que no podían darme cita y que me pusiera en cola en la puerta de la consulta detrás de la última paciente».

Elisabeth Martín. 25 años. Ama de casa. «No es la primera vez que se rompe el ordenador. En una ocasión tuve que volver por la tarde para que me atendieran. Hoy he tenido suerte y, como es fiesta, parece que no hay mucha gente y me van a ver».

Joaquín Iañez. 32 años. Obrero. «A veces uno piensa que esto funcionaba mejor con los libros de registro. No llevo mucho rato esperando, así que habrá que resignarse porque no creo que los médicos estén más contentos que nosotros».

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