Investigadores de la Universidad de Sevilla (US) y la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla participan junto a científicos de las empresas 'Research Aprorca' y 'Ecomímesis' en la elaboración de un proyecto dedicado a elaborar "mapas de riesgo" y "perímetros de vulnerabilidad" de los centros históricos de Andalucía, con la pretensión así de establecer "medidas de prevención" y reducir las posibles "situaciones de emergencia" que puedan presentar estos enclaves.

En un comunicado, la Fundación Descubre ha destacado que la metodología en la que se apoyan los investigadores sevillanos analiza "por primera vez" de forma conjunta riesgo y vulnerabilidad a partir de "matrices de evaluación", de modo que tienen en cuenta "los agentes y factores de alteración que producen el deterioro".

Según se desprende del proyecto de excelencia motriz 'Diseño y Validación de Metodología para la realización de Mapas de Riesgos y Vulnerabilidad en Conjuntos Históricos', los "factores de agresión" que amenazan la conservación del patrimonio son de carácter "ambiental y antropogénicos".

En concreto, para la elaboración de los mapas, este grupo de expertos analiza y clasifica los riesgos en función del nivel y el origen, según sean ocasionados por factores físicos —como terremotos, incendios, inundaciones, volcanes, acuíferos o dinámica de litorales, denominados 'estáticos-estructurales'—, o por causas ambientales, como la contaminación atmosférica, cambios de humedad y temperatura.

También tienen en cuenta los riesgos de origen humano, denominados 'antrópicos', que incluyen desde la presión turística a los actos vandálicos como rotura de estatuas o 'graffitis', que suponen "una gran amenaza por la composición de las nuevas tintas utilizadas, imposibles de limpiar por su capacidad de penetrar en la piedra".

Tras esta labor de análisis y clasificación se utilizan sistemas de información geográfica para elaborar mapas a partir de la clasificación de riesgos. En concreto, según ha explicado la coordinadora de este proyecto e investigadora del Área de Cristalografía y Mineralogía de la UPO, Pilar Ortiz, los científicos analizan "cómo de vulnerable es el edificio para poder saber el peligro al que se enfrenta, es decir las posibles 'enfermedades' que lo hacen más frágil a los eventos adversos como terremotos o actos vandálicos".

Paralelamente, con la matriz de vulnerabilidad elaboran unas 'fichas' de cada edificio que tienen en cuenta el tipo de materiales utilizados para su construcción, ya que, según ha precisado Ortiz, el comportamiento que presentan en función del material utilizado puede variar. "No es lo mismo que estén edificados con granito o mármol, que son materiales muy resistentes y de muy baja porosidad, a que utilicen areniscas y calizas que se erosionan con mayor facilidad", ha puesto como ejemplo.

A partir de ahí se evalúan los daños, que se clasifican según el estado de gravedad de los edificios en 'muy grave', 'grave' o 'leve', además de aconsejar unos plazos de restauración. Así, para los edificios que se encuentren en una situación "muy grave" se recomienda que se proceda a su restauración "en menos de un año".

La coordinadora de este proyecto ha defendido la "estrategias de conservación" y los plazos establecidos en este informe porque con él se ayuda a "priorizar las actuaciones" y a "reducir costes de restauración". Así, Ortiz se ha mostrado convencida de que "si se aplicaran medidas de prevención, se reducirían considerablemente las grandes inversiones que requieren las labores de conservación y restauración del patrimonio histórico". En su opinión, se trata de "una actuación proactiva en lugar de reactiva, que es la actitud comúnmente observada en este ámbito".